Como es sabido, el tamaño de nuestra economía se ha contraído 67% entre 2014 y 2019, con pronóstico de una nueva caída durante 2020 de 10%. Históricamente, un record mundial en tiempo de paz. Pero el barril de petróleo venezolano estimado este año por debajo de US$20, producto de la caída del mercado y de los descuentos a que obligan las sanciones, sumado a la contracción económica que impone el virus, presagian una caída del PIB aun mayor que la pronosticada. El ingreso de divisas petroleras, que representa más de 95% del total, se estima este año inferior a US$ 5.0 millardos. Compárese con US$ 40.0 millardos en 2014, aquel primer año del debilitamiento de los precios.
Sin oficiar de profetas del desastre, sumando a lo anterior la desmesurada deuda externa de Venezuela, las raquíticas reservas internacionales, la escasez crónica que se agudizará y acentuará la inflación de precios más la ineludible caída del ingreso fiscal, se avizora para el país un espantoso escenario económico y social post viral. Para un aceptable nivel de existencia ameritaremos enormes recursos financieros externos.
El régimen sabe que no tiene manera de obtenerlos. Será canallesca su persistencia. A nuestras condiciones de vida solo las salva un cambio político