En aislamiento, por @ArmandoMartini

En aislamiento, por @ArmandoMartini

Armando Martini Pietri @ArmandoMartini

 

En esta cuarentena obligada pero responsable, hay tiempo para pensar, reflexionar, ¿y por qué no?, disfrutar de permanecer en casa; evitando la propagación del coronavirus, enemigo invisible, letal y común de la humanidad.

Estos días se prestan para revisar la vida social, económica, política y personal, obligados a repensar lo individual y colectivo. Es prematuro prever cuándo despertaremos de este mal sueño, pero se puede adivinar que, curados los afectados y sepultados los fallecidos, la maltrecha economía venezolana habrá recibido una estocada casi mortal de secuelas impredecibles.





Covid-19 pasará, pero la economía mundial resultará irritada y resentida. El homo sapiens reajustará equilibrios, serán diferentes sus actitudes y relaciones, el comportamiento se modificará, aparecerán conductas desconocidas, surgirá un mundo nuevo, inédito. Será un punto de inflexión, de complejas situaciones, distintas realidades, la humanidad cambiará profunda y sensiblemente. Aunque da la sensación de complejidad intelectual y denso pensamiento, en realidad es simple: el mundo y nuestras vidas cambiaron.

Se requiere unión, vasta solidaridad humana y sanitaria para superar la descomunal catástrofe del coronavirus. En este momento saludar con un natural dar de mano, un abrazo expresivo, espontáneas palmadas afectuosas, una caricia afable, familiar en la mejilla son prehistoria, y hasta ofensivas. No hace mucho, al estornudar era costumbre popular, inclusive de buena educación, contestar “salud”; el segundo “dinero”; y el tercero “amor”, hoy es sinónimo de enfermedad, desprecio e insulto desconsiderado. En Venezuela por doble causa para dar al traste con otra toxina peor: socialismo del siglo XXI, causante de la ruina integral.
Tan angustiante que genera miedo, ¿por qué negarlo?, no es pecado ni cobardía. Sin embargo, hoy el miedo temporal al contacto resulta positivo, evita se difunda la enfermedad. Casi todo está cerrado. La libertad se extraña, salir y entrar a placer, caminar por las calles, ir al campo, a la playa, visitar amigos, intercambiar, la reciprocidad social se confina y la contrariedad que ocasiona el trastorno de quehaceres.

No obstante, debemos agradecer que aún estamos vivos.

La crisis es el período decisivo de una dolencia, significa voluntad, elección, y tomar decisiones es vital, no solo de salud física sino de fortaleza espiritual. La peste genera desolación, desesperanza, depresión. El mal no es solo del cuerpo sino del espíritu. Estamos interrelacionados, un gesto, una mueca irresponsable de una persona produce consecuencias ingentes en la sociedad, casi tanto como los embustes e irresponsabilidad del régimen y sus voceros.

Los humanos tenemos gestos generosos y negativos. El virus despierta ambos. Entre los segundos la especulación es de los más dramáticos, “empresarios y comerciantes” vagabundos que solo piensan en hacer dinero, hacerse ricos, a costa de la miseria y necesidad del prójimo impedido y desvalido.

Lo peor es el miedo al miedo. Produce comportamientos erráticos y de extremos irracionales. Al sentir impotencia ante un mal desconocido e invisible, y falsamente informado, produce degradación moral. Por eso, la educación y salud, son pilares del desarrollo en la sociedad. Sin olvidar, la información cierta, por dura que pueda parecer.

En el caso venezolano, la propagación del Covid-19 puede ser de pronóstico reservado. El virus se difunde incontrolable entre los más necesitados, de pocos recursos, son más propensos a infectarse. El sistema hospitalario y de salud ya estaba colapsado, -necio negarlo, peor ocultarlo- estimándose que el 30% de hospitales, clínicas y dispensarios carece de electricidad, agua, y el 70% requiere de suministros básicos y personal médico calificado. Las agencias humanitarias han estado lidiando contra brotes de sarampión, difteria y malaria. Mientras personas en estado de pobreza, mayores de 60 años, necesitaba y necesita suministro de alimentos, lo que significa, la población vulnerable al virus ya está debilitada, demostrando el régimen la incapacidad para enfrentar el inmenso desafío que impone el coronavirus.

El castrismo venezolano enfrentará una tormenta, que algunos califican de perfecta. Después de la negación, ha reconocido la gravedad del coronavirus, afectados y víctimas, con cifras cautelosas, solapadas, mientras desafía una pandemia en aumento con un sistema de salud clasificado como de los más frágiles del mundo.

En aprovechamiento político, la peste puede actuar a favor del oficialismo en corto plazo, las medidas de cuarentena prohíben protestas, congregaciones e impiden el libre tránsito. Pero la tolerancia, aguante y paciencia tienen límite. La grave escasez de medicamentos, equipos de protección, alimentos, inflación, especulación, inseguridad, gasolina, indignantes abusos de militares, policías, enchufados, podría provocar alteración social, arrebato ciudadano e indignación popular, generando disturbios, independiente de prohibiciones y miedo a la represión.

La doble contrariedad del coronavirus y colapso económico, es más efectivo que las sanciones; un golpe de gracia al castrismo, aunque la economía ilegal seguirá apuntalando al régimen.

Callan a quien quieren, no hay libertad plena de expresión y opinión, restringen la información, manipulan, tergiversan y nunca reflejan la verdad. Amenazan, hostigan, encarcelan a médicos, enfermeras, periodistas, cualquiera que informe o denuncie. El virus que está matando, se inició en Wuhan, China, donde lo silenciaron; y sin entrar en cuestiones de si fue con deliberación premeditada, alevosía, atendiendo intereses políticos o económicos, lo cierto es que, en totalitarismo, muy pocas veces se conoce la realidad.

Todo indica, que se avizora un espeluznante escenario económico y social. Y, los venezolanos para disfrutar un nivel aceptable de existencia, demandarán enormes recursos financieros externos. El régimen está consciente de su imposibilidad para obtenerlos, por ello, su persistencia obsesiva en el poder, es canallesca. A nuestras condiciones de vida solo las salva una modificación política profunda, no sólo de maquillaje y canje de payasos, el cambio debe ser de raíz, radical, al sistema castrista, comunista, socialista a una democracia auténtica y liberal.
@ArmandoMartini