Robert Carmona-Borjas: El COVID-19 exige la construcción de un nuevo orden mundial

Los efectos de COVID-19 han sido devastadores. La vulnerabilidad de la humanidad ante el Coronavirus ha sido quizás la mayor enseñanza de esta pandemia que lamentablemente parece a penas comenzar. No hay dudas que ha generado una crisis sanitaria jamás prevista. En Italia, en España, en Francia y en Alemania, países del primer mundo, ha sido hasta hoy casi imposible detener su avance, menos encontrar un remedio para curar a los afectados y todavía en pañales la vacuna que se ha anunciado para dentro de doce a dieciocho meses.

Al lado de ello vemos las consecuencias económicas y financieras, se detuvo la producción y cayeron las bolsas de valores en el mundo, aunque hace un par de días hubo cierta recuperación gracias a los anuncios de Trump sobre la adopción de un plan trillonario para enfrentar la debacle.

La pandemia ha marcado un hito importante en la historia. Por primera vez, gracias a la interdependencia y al fenómeno de la globalización, la humanidad entera ha sufrido en horas o días los efectos de un mal global. No respetó fronteras, ni raza, ni religión, tampoco la clase o estatuto social: príncipe, gobernante, atleta famoso, cantante o artista. No hubo discriminación esta vez. La pandemia se expandió a su antojo por todas partes.





La dirigencia mundial se ha sentido impotente, no han logrado enfrentarla solos, aunque algunos esfuerzos colectivos se han avanzado para detenerla. Pero no ha habido todavía una decisión determinante. El egoísmo político, pareciera seguir en vigencia. Esto nos lleva a una reflexión sobre la gobernanza global que sin duda alguna ha entrado en crisis. Habrá que introducir cambios profundos para hacer un nuevo planeta en base a decisiones ajustadas a las realidades, colectivas, consensuadas, en base a la solidaridad y a la caridad cristiana que tanta falta ha hecho y no solo ahora, ante la pandemia.

Habrá que construir un nuevo orden, sin ideologías superadas, ni egoísmos, ni principios obsoletos. La sobrevivencia de la humanidad está mucho más allá y eso es lo que millones de seres humanos hoy, en todo el mundo, le piden a quienes tienen el poder. Debemos transitar con urgencia hacia un estado comunitario en donde algunos temas, como la protección de la persona y del ambiente, estén por encima de todo. El hombre no puede seguir luchando por la riqueza y el poder que al final para nada sirven ante los desafíos que como éste ponen en peligro la existencia misma de la humanidad.

Un nuevo sistema, mucho más allá del establecido en base a la cooperación internacional después de 1945, con la creación de las Naciones Unidas, debe construirse. Un esquema político mucho más global, propio de una aldea que abarca un espacio inmenso, el mundo entero. Ojalá los dirigentes, los intelectuales, los pensadores, los hombres de bien puedan convencerse de que el único camino para garantizar el futuro de nuestras generaciones y la paz y el bienestar de todos, es en base a cambios estructurales de poder y de toma de decisiones en consideraciones de un principio fundamental: la Solidaridad.

Es quizás el momento oportuno para convocar una Cumbre Mundial del mas alto nivel: Jefes de Estado, secretarios generales de las organizaciones internacionales, representantes de la sociedad civil, para examinar el tema y tomar las decisiones que quizás planteen un nuevo constitucionalismo mundial, una nueva Carta de organización que nos permita enfrentar los retos y desafíos que individualmente no podemos enfrentar. Que Dios ilumine a los lideres del mundo para que en definitiva guíen este cambio tan necesario en la mejor dirección.