Cuaderno de bitácora del Arca de Noé (día 1)

Cuaderno de bitácora del Arca de Noé (día 1)

Vista de la fachada de la Feria de Madrid (Ifema), que se ha convertido en un hospital de emergencia, este jueves. EFE/Kiko Huesca

 

Me llamo Andrés y llevo casi tres décadas en la Atención Primaria en Centros de Salud de Madrid. Es el primer día que me comunico con vosotros y el tercero que trabajo en el hospital de campaña, el Arca de Noé, que se ha instalado en el recinto ferial de Ifema para acoger a los contagiados con coronavirus que no pueden absorber los centros sanitarios madrileños.

Soy uno de los médicos voluntarios de Atención Primaria que trabajamos aquí entre las 8 de la mañana y las 10 de la noche, ya que del turno de madrugada se hace cargo el servicio de emergencias de la Comunidad de Madrid.





En las últimas semanas, ante la suspensión de la mayoría de las consultas presenciales, mi labor en el centro de salud donde habitualmente trabajo se redujo a hacer un seguimiento telefónico de los pacientes: tenía cierta sensación de impotencia y, por eso, me apunté voluntario para trabajar en este Arca de Noé, en el que no sé cuanto tiempo voy a estar.

El lunes por la noche recibí un wasap en el que se me citaba en Ifema el martes a las 8:00 horas. Ese día fue una toma de contacto y tuve que esperar hasta el siguiente para entrar en los pabellones de los enfermos, pacientes mayoritariamente jóvenes y en un estado no grave, ya que este hospital aún presenta carencias porque se está montando poco a poco.

Pero las mejoras se notan cada día. Desde el miércoles ya podemos hacer análisis y en breve esperamos hacer radiografías. En las últimas horas ha mejorado mucho el tema de los cuadrantes de personal, imprescindibles para el buen funcionamiento de este recinto.

Este hospital de campaña, el más grande de España, comenzó su andadura el pasado sábado por la noche con turnos de atención a pacientes de 7 horas, pero ahora se han reducido a 4, principalmente porque los trajes con los que entramos a atender a los enfermos, similares a los de los buzos, son muy pesados, incómodos y dan mucho calor.

Los pabellones del recinto ferial se han dividido en sectores, y cada uno de ellos tiene 40 camas con hombres y mujeres separados. En cada turno entramos 4 médicos de familia, y hay enfermeras, celadores y un supervisor.

Otra de las cosas que ha mejorado es que este miércoles ya había menos colas para que te vistieran, ya que, por motivos de seguridad, el traje nos lo ponen. Creo que a mí no me han vestido hasta ahora con un equipo de protección individual (EPI) propiamente dicho, sino que me parece que es uno de los trajes adquiridos a causa de la crisis del ébola.

Además del traje, me ponen tres pares de guantes y dos mascarillas y me enrollan los bajos del pantalón con cinta americana a los calcetines para que todo el cuerpo esté bien cubierto. Una operación que se repite a la inversa al terminar la visita a los pacientes.

La dotación de personal en este Arca de Noé es muy buena. Estamos unos 400 médicos, de los que la mitad somos de Atención Primaria y el resto, especialistas, como internistas o neumólogos, además de auxiliares, enfermeros, supervisores, celadores y personal de limpieza.

Cada vez que se produce un ingreso, enfermería se encarga de tomar la tensión, la temperatura, la frecuencia cardíaca o la saturación de oxígeno. Los médicos repasamos esos informes, les preguntamos los síntomas, hacemos una valoración y les ajustamos la medicación.

Lo que está claro es que cada hospital madrileño tiene un protocolo distinto para tratar a los pacientes con coronavirus y que cada uno aplica un criterio muy distinto para derivar los pacientes. Aquí hay que aplicar el protocolo que se ha establecido para este recinto.

Por ahora todo este protocolo se hace en papel. Esperamos contar pronto con tabletas para poder trabajar a través del sistema informático de gestión clínica.

Al igual que sucedió el día anterior, mi sector este jueves no estaba lleno: había camas libres y durante mi visita no ha habido ningún ingreso.

Además, hemos dado un alta. Para poder dar un alta hace falta que el paciente esté tres días sin fiebre y tenga bien la saturación de oxígeno, aunque también hay que estudiar otros factores.

Me he encontrado con una paciente que comparte casa con 16 personas. Está claro que hay que pedirle plaza en uno de los hoteles que se han ofrecido a la Comunidad de Madrid para alojar a sanitarios y enfermos, porque esta mujer no puede irse a su domicilio. Así que, cuando esté curada, habrá que esperar a que tenga un alojamiento.

Por ahora, los pacientes están tranquilos y se les nota agradecidos. El estar aquí les hace sentirse protegidos. Aunque también están muy, muy aburridos. Pasan las horas en las redes sociales con el móvil y haciendo llamadas.

Para que sus familiares estén informados del estado de los enfermos, los estudiantes del MIR se encargan de llamarles una vez al día.

Hay cargadores y aseos en los pabellones y a los pacientes se les permite moverse, siempre con un orden, y estar como se sientan más cómodos. He atendido a una mujer mayor que se había vestido, había hecho su cama y estaba sentada en ella con todo muy organizado.

Al término de mi tercer día, tengo la sensación de que este recinto se está preparando para una avalancha de enfermos que todavía no ha llegado. EFE