¿Es posible un pacto con borrón y cuenta nueva? Por @ArmandoMartini

¿Es posible un pacto con borrón y cuenta nueva? Por @ArmandoMartini

Armando Martini Pietri @ArmandoMartini

Para protectores de indecencias, embriagados de prosperidad mal habida, plácidos en la fechoría, un pacto es conveniente, oportuno y provechoso. Para la probidad, honradez, moralidad, decoro y honorabilidad, es inaceptable. La inmensa mayoría objeta sin vacilación pactar e incorporar al propuesto gobierno de transición a quienes, con premeditación, alevosía, arruinaron y desvalijaron al país.

Pareciera conclusión de Perogrullo, no se requiere ser dotado intelectual. Con algo de sentido común es suficiente para oponerse a tan absurda pretensión que atropella, profana, humilla la dignidad ciudadana, además de la nobleza y pudor del pueblo. Propuesta indecente que se le infringe a la venezolanidad. Pacto indebido, injusto, aceptar sumisos un borrón y cuenta nueva tan criminal como lo que se procura dejar en el olvido.

En medio del infortunio epidemiológico los regímenes arbitrarios están desnudos de argumentos y caen en la tentación pecaminosa de utilizarlo como excusa para perseguir y mantener control social. El absolutismo bolivariano y asociados cooperantes no son la excepción. Recurren a diálogos fraudulentos como mecanismo y política de engaño para disminuir el apremio ciudadano, normalizar el mando y perpetrarse en el poder, debilitando a las valerosas y auténticas fuerzas opositoras por intermedio de aliados quebradizos de voluntad e insaciable codicia; que acuden gustosos al llamado inmoral.





El chavismo/castrista en sociedad placentera con el madurismo y compinches defensores dañaron el tejido social, perjudicaron a la patria. En consecuencia, no son aptos, están inhabilitados, deben abandonar el poder para que actores diferentes, no contaminados de procacidad, representen un futuro creíble, razonable y promisor. Quienes propongan su participación excusándose pávidos en la pandemia Convid-19, además de ruines, le hacen juego a la tiranía. El alegato, felizmente superado, necio y mentecato, de que todos somos necesarios no es más que un vil chantaje, una desnaturalizada extorsión.

Reaparece el espectro infame de la negociación, promovida por adinerados titiriteros, concubinos asalariados y canallas contratados, ignorando la genuina voluntad ciudadana; causándole deterioro incalculable al movimiento demócrata y libertario. Habría que preguntarse: ¿el chavismo con obediencia supina y sin reticencias al castrismo es o no responsable de la destrucción del país? 

Errores nutridos de estulticia, imperdonables algunos. El más grave, no haber tenido la capacidad para calibrar adecuadamente la catadura del régimen dictatorial. La razón consiste en sectores armónicamente ineptos, apaciguadores útiles y custodios colaboracionistas, que no logran comprender la distinción entre responsables por delitos de narcotráfico, terrorismo, legitimación de capitales, lavado de dinero, corrupción, violación de los Derechos Humanos y crímenes de lesa humanidad, de aquellos que, a pesar de no estar denunciados aun, miraron hacia otro lado, advirtieron y se convirtieron en coautores, se hicieron los locos, cohonestaron hechos, convivieron voluntarios con la dictadura opresora, auxiliándola en su maligna y persistente continuidad.

Con justo talento alguien expresó, que la verdad y la justicia no están, ni pueden estarlo, sujetas a transacciones. No hay intermedios: es verdad o mentira, es justicia o injusticia. Los responsables por delitos imprescriptibles, deben ser castigados, confiscado lo robado y cobradas sus deudas. La impunidad es de los peores trastornos que asume una sociedad digna, ética y responsable. La abulia de los tribunales en procesar denuncias y sentenciar crímenes, es vergonzosa, una agresión a la ciudadanía. Es necesario escudriñar mecanismos eficientes, expeditos, para evitar la degradación y servilismo de la justicia.

Lo innegable, las promesas de cambio no se han materializado. Se habla mucho, estancados en la retórica, distraídos con estrategias, planes, esperanzas y sueños poco realistas que sólo generan desasosiego y zozobra.

Impúdicos tarifados, infiltrados ataviados de santidad, ladrones de convenientes tratos económicos, concesiones y deudas que, mimetizados, contribuyen al mantenimiento del rancio a cañería y putrefacto status quo. Los indicadores éticos, morales, sociales, económicos, políticos, reflejan la catástrofe decadente. Solo ciegos interesados o pagados, sostienen lo contrario.

Hacen esfuerzos guardianes desesperados buscando acuerdos encubiertos con el subterfugio de la angustia sanitaria, pero sin contrición ni arrepentimiento bajo el manto extravagante del perdón negociado, la amnistía chocante y miserable cuyos beneficiarios solo serán políticos, militares y agentes corruptos. Parten del principio errado, al no distinguir entre chavistas y patrocinadores cómplices; de los valientes, sinceros e íntegros opositores. No diferencian intereses, conveniencias ni desvergüenzas. Los venezolanos rechazan cualquier avenencia, no sólo con individuos vinculados a decisiones de la justicia, sino de aquellos que formen parte del entorno político, social y comercial de estos; y en general, los que directa o indirectamente han contribuido al sostenimiento afrentoso e innoble del castrismo madurismo.

Un gobierno de transición garante, con visión estadista, guardián de la transparencia y celoso de la rendición de cuentas, se constituye con ciudadanos de inequívocos principios éticos, comprobados valores y practicantes de las buenas costumbres; profesionales capaces, resteados en la lucha contra actos de rapiña publica, enfrentados a depredadores, rateros de fortunas substraídas del tesoro nacional, o lo que es lo mismo, del pueblo venezolano.

Para iniciar un cambio auténtico, es preciso desmontar de raíz el sistema político actual, fracasado, enfermo y ruinoso, en conjunto con la estructura valedora que lo sostiene. Atacar a fondo, sin piedad, la corrupción, denunciar ante la justicia partidarios que salvaguardan y procuran continuar; recuperar la soberanía, rescatar el Estado de Derecho, robustecer la independencia de los poderes públicos y reestablecer el equilibrio democrático.

Lo juicioso, serio, correcto, es no doblegarse a la impunidad, peor aún, más grotesco, invitar a que cogobiernen en la deseada transición pues, de hacerlo, no será sustentable sino inviable desde cualquier punto de vista si parte de ella la inmunidad, exención, borrón y cuenta nueva. La nación demanda y merece que haya sanción. La justicia está obligada a proceder. No tiene excusa para la omisión e impunidad. El país jamás entendería el irracional disparate, ni semejante dislate.

@ArmandoMartini