Insultos y multas: El sufrimiento de los autistas en España con el confinamiento

Insultos y multas: El sufrimiento de los autistas en España con el confinamiento

La policía municipal le pide a Marco Donoso del Búfalo, de 20 años, un joven en el espectro del autismo, y a su hermana Irene, de 22 años, que mantengan la distancia social mientras caminan diariamente durante el encierro en medio del brote de la enfermedad por coronavirus (COVID-19) en Madrid, España, 9 de abril de 2020. Foto tomada el 9 de abril de 2020. REUTERS / Susana Vera

 

Para Susana Cristo y otros padres de niños autistas, el estricto bloqueo del coronavirus en España está resultando especialmente desgarrador y ha conllevado insultos, acoso e incluso multas.

A diferencia de la mayoría de los españoles en este momento, los autistas tienen derecho legalmente a salir a pasear, pero el Gobierno solo lo especificó una semana después de declarar el estado de alarma, y tanto la policía como la población a menudo no son conscientes de la situación.





“Aunque hemos puesto un cartel en la planta baja avisando de las necesidades de Olivia y estando ella sola en un jardín con las flores, unos (vecinos) han llamado a la policía, otros nos han gritado, le han tomado fotos…”, dice Cristo, de 36 años, cuando describe las veces que ella y Olivia, de cuatro años, se han aventurado en el jardín de su edificio de apartamentos en Madrid.

El estímulo físico es vital para el bienestar y el desarrollo cognitivo de las personas con autismo, que tienen dificultades para captar conceptos simbólicos e imaginarios.

“Es muy difícil porque el autismo es una discapacidad invisible”, dice Beatriz García, técnica de comunicaciones de la Confederación Española de Autismo. “La gente no cree que puedas andar por ahí por razones de salud”.

España, que desde hace un mes ha aplicado una de las cuarentenas más estrictas de Europa, comenzó el lunes a suavizar las medidas al permitir la reactivación de parte de su industria ante la disminución en el ritmo de nuevas infecciones, pero la población sigue confinada.

España ha registrado más de 18.000 muertes por el coronavirus, con una de las tasas de mortalidad más altas del mundo.

RUTINAS INTERRUMPIDAS

Se estima que en el país hay 450.000 personas con autismo.

“Una mujer nos gritó desde su balcón que a ella también le gustaría pasear con su novio”, dice Irene Donoso, de 22 años, que ahora tiene miedo de acompañar a su hermano menor Marco, autista, en sus paseos diarios por su barrio de Madrid.

“Marco es alto, de aspecto saludable. Con mascarillas, no se ve necesariamente que somos hermanos, y que él es diferente”, dijo Donoso, que explica que las alteraciones de su rutina pueden hacer que las personas autistas se replieguen en sí mismas.

La Confederación Española de Autismo lanzó el 26 de marzo una plataforma en la que las personas autistas, sus familiares y cuidadores pueden informar de los incidentes derivados del estado de alarma.

Casi el 40% de los incidentes registrados hasta el momento se refieren a autoridades que interrogan o multan a personas autistas por estar al aire libre, así como al acoso de civiles.

Las restricciones de movimientos han interrumpido — y pueden haber puesto en peligro — el progreso del aprendizaje de los niños pequeños con autismo.

Gracias a la terapia en persona, Olivia pasó de tener dificultades para comunicarse con gestos a decir sus primeras palabras, y de un sueño desordenado crónico a dormir 10 horas todas las noches.

Ahora, con el confinamiento, han vuelto las dificultades para dormir.

Susana Cristo Anzola juega con su hija Olivia, una niña de 4 años en el espectro del autismo, afuera de un patio cerrado durante el encierro en medio del brote de la enfermedad del coronavirus (COVID-19) en Madrid, España, 9 de abril de 2020. Fotografía tomada en abril 9, 2020. REUTERS / Susana Vera

 

“Este confinamiento está arruinando el fruto de años de trabajo, terapia, esfuerzo y recursos”, dijo Cristo.

“Para Olivia es fundamental procesar el mundo de forma sensorial: el tacto, el olor, el gusto, es su forma de conectar con el mundo. Le abro la ventana y saca los bracitos”.

Marco Donoso, de 20 años, asistió con entusiasmo a un curso de integración profesional en la Asociación de Síndrome de Down de Madrid, pero las reuniones online no le llaman la atención, según su hermana.

Para los familiares, el confinamiento está obligando a tomar decisiones difíciles entre continuar la actividad profesional y preservar los progresos tan difícilmente conseguidos en las capacidades cognitivas de sus seres queridos.

“Aguantaremos tanto tiempo como sea necesario”, dijo Cristo. “Si tres niños dejan de ser víctimas de acoso porque la gente ha leído nuestra historia, yo estaré feliz”. Reuters