Luis Barragán: A la deriva

Luis Barragán: A la deriva

Luis Barragán @LuisBarraganJ

¿Qué podemos esperar, si no conocemos el más elemental boletín epidemiológico? La desinformación es la pieza estelar de un régimen que procura encontrarse a sí mismo, en medio de una pandemia que celebró como su mejor aliada para el urgido control social por siempre deseado.

La situación aparentemente escapa de todo cálculo político, deslizándose hacia una irracionalidad algo más que perturbadora. El dirigente de hoy, vapuleado por las circunstancias como el que más, debe apelar a una suerte de ética de la cordura política, capaz de procesar aquellas convicciones e intuiciones, incluyendo la propia perspectiva existencial, para contribuir a la orientación ciudadana.

Percepción personal, en el medio urbano luce como tendencia dominante la del relajamiento de las medidas de precaución frente al coronavirus, donde la autoridad policial que ejerce o ha de ejercer la representación del Estado, economizando esfuerzos, ya es indiferente al descuido de las personas que transitan la vía pública, y viceversa. Más allá de una cierta ansiedad por regresar a la normalidad perdida, simulándola, aún antes de la cuarentena, sentida y presentida la desasistencia de un Estado exhausto, el nivel alcanzado de auto-disciplina, la mejor prevención, está cediendo poco a poco a una silenciosa anarquía que, valga la acotación, puede equipararse a las improvisadas o demenciales medidas de la usurpación contra las Empresas Polar, aunque – ambos casos de desorientación – no guardan correspondencia con las espontáneas y naturales protestas suscitadas en todo el territorio nacional en firme reclamo de las más básicas provisiones y servicios.





Puede ocurrir que, al tercer o quinto día, sólo sepamos que el ocupante de Miraflores se escabulló y, desde alguna latitud, se digne en justificar la huida. O que el atrincheramiento mismo en la ciudad capital, aislándola desavisadamente de las entidades vecinas, sea para evitar el escape: cualesquiera conjeturas las hace posible esta sensación de desbrujulamiento del poder sometido a las constantes presiones y tensiones de sus camarillas.

El huésped peligroso, únicamente ha puesto el acento a una realidad incubada desde mediados de la presente década. Creído y aplaudido como el aliado inesperado, el COVID19 también abre otras fauces.