William Anseume: El ministro anuncia… ¡Nuevos sueldos!

William Anseume: El ministro anuncia… ¡Nuevos sueldos!

El ministro se devana sesos y todo cuanto le queda que puede ser devanado. ¿Cómo? Pregunta. Se pregunta. ¿Cómo? Luego de leer el mensajito ése, el de WhatsApp que le indica que será él el encargado de anunciar el despropósito. Semejante despropósito. ¿Eso? Lee con mirada de quien observa algo insólito, como un microbio, como un virus con corona, sencillamente inexplicable. Calcula su sueldo mentalmente, claro, ajusta el porcentaje, suma el bono de alimentación y el “eso” se tornó prolongado. Tan prolongado como puede decir “eso” un ministro, como una cuarentena de prolongado.

¿Y Jorge? ¿Dónde anda Jorge? Pregunta. Se pregunta. ¿Y aquél? Pregunta viendo la foto en todas las paredes. Sin embargo se aclara. Aquel del precio en la cabeza. Costoso precio. ¿Y aquél? ¿Y el otro? ¿El del otro precio marcado en la frente? Sin descuento. Chin chin. En moneda extranjera. Tan nuestra. ¿Y por qué no aquél?

Lee en el teléfono el monto máximo. Suma. Multiplica. No puede creerlo. No puede imaginar la razón, el por qué fue él el escogido. Nunca ocurrió algo así. Tan desproporcionado. Nunca fue tan ministro. Ahora tendrá que dar la cara, como si fuera él. Cómo si de verdad Fuera el ministro ¿Dónde quedan los derechos laborales? ¿Cómo queda la Constitución, la bicha del muerto? Recuerda que según el texto del acuerdo nacional máximo, la educación y el trabajo son los fundamentos del Estado. Eso está en en el preámbulo. En el mero preámbulo. Lo recuerda bien y suda. Se restriega con el dorso húmedo de la mano. Va y orina. También lo otro. Nada. Me atengo a leer limpio el decreto. Sin pensar. Sin opinar. Cómo toca aquí, ahora. Dice. Se dice. Aceptó ya que es él. Que es el elegido. El otro anuncia los coronavirus diarios. No le toca. Suda. La otra anda de nuevo en Trinidad en plena pandemia. Sí viaja. La otra anda liberando delincuentes. Nada. Me toca. Se dice. Dice. Tiembla.





El ministro internaliza. Bueno, en fin: ¿Que importa el anuncio? La gente está ya amaestrada, como indica el libreto cubano. Traducido del ruso. La guerra económica. Eso. La falta de gasolina por culpa de Trump. A trompadas. El imperio que bloquea la comida, los medicamentos. La gente sabe. El máximo, el del precio en la cabeza lo ha repetido constantemente. Y el otro también. El del precio en el coco.

El ministro insiste. Se insiste. Lo anunciaré leyendo el decreto. ¿Será en cadena? Qué cómico. Anunciaré más cadena con la cadena. Ríe nervioso. ¿Qué más? Ahí está todo. Ya estoy más tranquilo. Se dice. Una burla así solo puedo anunciarla yo. Medio kilo de queso mensual. Jamás lo hubiera imaginado que me tocará a mí semejante anuncio. Olvidemos la OIT, olvidemos las organizaciones que hablan de derechos humanos. Total hay hambre en el mundo. Hasta Miguel Henrique lo dijo apenas ayer en su artículo. ¿O fue hoy? ¿Qué es lo que dicen? ¿Pobreza extrema? ¿Un dólar diario? Bah. ¿Más las condiciones de vida? Casa, servicios, atención. ¿Para qué? ¡Coño estamos hace años en pobreza extrema! Pero nada. Eso sólo le importa a la ONU; aquí nadie lo siente. Tampoco a toda la ONU, sólo a la traidora de Bachelet que ya no es ni comunista, ni nada. Claro abre y se llena la boca. Remeda: “Organización de Naciones Unidas”. ¿Cómo se dice en chileno? ¿En inglés?

El ministro ensaya el decreto. Recibe la llamada. ¿No? ¿Sin cadena? ¿Por Twitter? Ah. Olvidaba la vaina virtual. Hasta las universidades y los colegios andan en eso. No daré la cara ni nada. Voy. Tuiteo. Se obnubila. “Pobreza extrema prolongada. Maduro decreta. Yo no. Maduro decreta sonriente la prolongación del hambre en Venezuela 0800 y la muerte definitiva del trabajo 0800. Es todo. Regístrese. Publíquese”.