Ángel Lombardi: “El mundo que era ayer” seguido de “Ahí vienen los chinos”

Ángel Lombardi: “El mundo que era ayer” seguido de “Ahí vienen los chinos”

 

“El mundo que era ayer”





No conozco mejor definición de historia. Nuestra necesidad de conocer el pasado, aunque nuestra vida personal y colectiva es un presente en movimiento permanente, obliga a “pensar” en el cambio, es decir, el futuro. En términos humanos, no otra cosa somos.

Un pasado que nos define. Un presente que nos hace y deshace y un futuro probable sobre el cual proyectamos deseos y proyectos, pero que nadie conoce anticipadamente, por lo menos en términos racionales. Sobre este tiempo humano se escribe la historia (historiografía). En la tradición intelectual del llamado occidente hay seis nombres fundamentales de la historiografía. Hesíodo (para la versión mítica y mitológica), Homero (para la versión histórico-literaria), Heródoto (para la versión geográfica y antropológica de la historia). Tucídides, en Grecia, realmente el “primer” historiador que trata de comprender la historia desde la propia historia. Tácito en Roma, en la misma línea de comprensión historicista y por último, Polibio, greco-romano que intenta el primero, de una “mirada” universal (?) de la historia, entendiendo por universal el espacio conocido (ecúmene) en aquel su tiempo, que se reducía fundamentalmente al mundo helenístico y romano, con sus periferias bárbaras (los que no son como nosotros) muy precariamente conocidos y “vistos” más en la perspectiva de “mitos y leyendas”. Esta tradición historiográfica tiene un eje comprensivo-temático, la historia del PODER, es decir, la historia de la política; la guerra y sus protagonistas y héroes (?).

En el siglo XX se intentó ampliar esta perspectiva en términos racionales y el desarrollo de las ciencias sociales, pero a nivel de consciencia histórica colectiva, en todos los pueblos y sociedades y grupos humanos del mundo, la historia-historiográfica sigue siendo dominante la historia de “héroes y tumbas”, la historia política y militar (en el fondo es lo mismo), la historia del poder, la historia del conflicto y la violencia en torno a quién prevalece y manda (gobierna) y cuáles son grupos e intereses dominantes, en lo interno de cada país (política y economía-política) y a nivel internacional (geo-política) que desde 1492 en adelante se hizo global (economía-mundo). Y en eso estamos en este desafiante comienzo del siglo XXI. En la historia de la lucha cainítica por el poder mundial. Entre el siglo XVI y XX fueron algunos países europeos en intentarlo, en pugna entre ellos mismos, cinco siglos de guerras incesantes, que culmina en 1945, cuando surgen las dos primeras superpotencias con poder atómico y nuclear: Estados Unidos (USA) y Rusia (URSS) en competencia despiadada por el poder y la hegemonía. La guerra cambia de naturaleza con la energía nuclear (siempre ha sido así, tecnologías de la destrucción creciente), pero la esencia del conflicto no cambia, la historia cainítica. Ahora se agrega China a la competencia por el “imperio universal” y esto del coronavirus es apenas un capítulo inicial de la evolución del conflicto inter-imperial con nuevas tecnologías de guerra, la única “novedad” que no podemos ignorar es que anteriormente, no importa quién ganara, la “historia seguía”, hoy no, en cualquier conflicto, con armas las disponibles, nadie gana y todos perdemos, como humanidad pasamos del canibalismo cainítico a la autofagia (devorarnos a nosotros mismos). Antes, de manera cínica, la paz era definida como un periodo entre dos guerras, en el siglo XXI, si no creamos un mundo (y en cada país) sociedades en convivencia y paz, la destrucción generalizada de la CASA COMÚN será cosa segura y la distopía (la anti-utopía) será progresivamente real. El triunfo de Caín (y ni tiempo habrá para arrepentirse). En términos simbólicos, la figura de Abel representa la agricultura, el trabajo, la convivencia ciudadana, el estado-gobierno para progresar juntos. Una nueva ética se impone, de responsabilidad con toda la humanidad.

“Ahí vienen los chinos”

Es vieja tradición universal de “identificar” al enemigo. Usualmente se resolvía el problema en la tradición judía con “el chivo expiatorio”. En otras culturas con la tradición del “maligno” y otros demonios y en las culturas patriarcales y machistas, con Eva. En épocas más recientes y “racionalistas”, usualmente agnósticas, el enemigo es “objetivado” e identificado, política y sociológicamente. Y la lista es larga: los masones, los jesuitas, los judíos, el radical, los capitalistas, el yidhaista, los “raros” y disidentes en general. Siempre hay un enemigo que conspira, para Bush hijo, el eje del mal. Para Chávez y herederos, Bush (“huele a azufre”) y el imperio y así la lista crece. Lo importante es que pensemos o creamos en la “responsabilidad” de los “otros” como causa de nuestros males, personales y colectivos. Ahora le tocó a los “chinos”, al régimen chino, proyecto totalitario e imperial, sin lugar a dudas, pero que están actuando como es tradicional en estos proyectos hegemónicos. Que el coronavirus sea virus-chino, pudiera ser, pero con certeza nadie lo sabe, pero ya millones lo “creen”. Y es lo que preocupa, una vez más se está preparando a “las masas” para la guerra. Identificado el “enemigo” hay que combatirlo, derrotarlo, exterminarlo. ¿No fue ese acaso el “clima” psicológico y cultural que llevó a Europa a dos guerras mundiales con el horror de cincuenta millones de muertos? El enemigo era el judío, la burguesía, el proletariado, las razas inferiores, ¿y cuál fue el resultado?, la destrucción cainítica de lo “humano”. Toda guerra es una guerra civil (o mejor sería decir, in-civil) y cuando en un país, cualquiera, a un compatriota, a un con-nacional, a un con-ciudadano, se le persigue porque disiente o piensa diferente, se le hostiga, maltrata y persigue, ¿no es acaso una agresión y una guerra para anularlo, destruirlo, etcétera?

Que denigrante cuando te ubican, identifican y clasifican como inferior o diferente y “causa del mal”. Aquí tuvimos al “chinito de Recadi” señalado por los mismos beneficiarios de Recadi. Todos los “males” nuestros culpa de la “cuarta” o de Colón, o del “gringo malo” y sus “aliados” internos vende-patria-traidores. El “huevo de la serpiente” lo llamó Bergman en una de sus películas. El clima del odio y el rencor, del miedo y la frustración siempre preceden a los grandes males y horrores de la historia. Ahora le tocó a China. No simpatizo y rechazo categóricamente el régimen comunista chino. Inhumano y cruel, pero respeto la gran cultura y pueblo chino, como toda cultura y pueblo. Somos una sola humanidad y en una Casa Común, lo entendemos o nos seguiremos destruyendo de manera fratricida. Que Caín no siga asesinando a su hermano, es el desafío de una ética a escala global, única posibilidad de avanzar en humanidad y civilización.