En una Cuba confinada, el futuro se sueña desde las azoteas

En una Cuba confinada, el futuro se sueña desde las azoteas

El violinista cubano William Roblejo ensaya en la azotea de su casa en La Habana, el 15 de abril de 2020. – En medio del aislamiento debido al brote de coronavirus COVID-19, músicos, atletas y bailarines practican sus rutinas en los techos de sus casas para quedarse dijo (Foto por YAMIL LAGE / AFP).

 

Son días de calor y poca lluvia en La Habana. Cuando el viento refresca la tarde, William desenfunda el violín, Leydi la espada y Adrián la colchoneta. Mientras la pandemia no los deje salir, ellos persiguen sus sueños a puerta cerrada.

La calle 3ra del barrio Playa está vacía. El mar y su arrullo son perceptibles desde la azotea del pequeño edificio donde vive William Roblejo, de 35 años. El aire le desestabiliza el brazo que sujeta el arco.





Violinista experimentado, está listo para un pequeño recital a cielo abierto, un bálsamo bendito durante el encierro. Interpreta temas clásicos, música celta, y luego improvisa una descarga de jazz.

Esta vez no lo acompañan el bajo ni la guitarra que completan su exitoso William Roblejo’s Trío. Y además lleva una mascarilla.

Me he sentido muy contento, llevo como 20 o 25 días encerrado y tocando solo en la casa”, dice a la AFP Roblejo, también profesor de violín y jefe de la cátedra de cuerdas frotadas en el Conservatorio Amadeo Roldán, de La Habana.

Su agitada rutina cambió del día a la noche. “Los músicos (…) estamos acostumbrados a entregar el arte en directo (…) A veces me aburro, a veces no tengo deseos de hacer nada”, explica.

Como alivio, sube su música a las redes sociales y profundiza en los estudios. “Tengo que agradecer un poco a esta cuarentena”, porque “he estudiado un poco más y creo que estoy avanzado en mi música. Ahora quisiera que esto acabara para poder demostrarlo”, añade.

– Piruetas al aire libre –
Cuba, que tiene más de 1.400 casos del nuevo coronavirus, mantiene en cuarentena sólo algunos barrios del país, pero hay un llamado al aislamiento social.

Con temperaturas que superan los 30 grados, escasez de agua en algunas zonas de la capital y largas filas para abastecer sus despensas, la ansiedad de los cubanos se multiplica durante el encierro.

El primer solista del Ballet Nacional de Cuba (BNC), Adrián Sánchez, teme sobre todo que su cuerpo, sometido a un entrenamiento de nueve horas al día en tiempos normales, pueda resentirse.

“Cuando todo esto pase tenemos que volver al ballet, y si volvemos desentrenados, eso sí va a ser muy duro”, advierte Sánchez, de 22 años y 1.80 de estatura.

A su azotea sube por una especie de claraboya. Desde allí, con vista a la emblemática Plaza de la Revolución, dedica “dos o tres horas” diarias a sus ejercicios y rutinas.

Así, también “se me pasa el tiempo más rápido, y no siento eso de estar trancado tanto tiempo”, asegura. Al igual que cualquier ciudadano, debe salir a buscar los alimentos y así evitar que lo haga su madre.

– El deporte “calma la ansiedad”-
Esta isla con 11, 2 millones de habitantes tiene figuras de la música, el baile y los deportes. Entre ellos están la pentatleta cubana Leydi Laura Moya, de 28 años y el luchador del estilo greco Daniel Grégorich (23), ambos con boletos para los Juegos Olímpicos de Tokio.

Moya, campeona olímpica de la Juventud en Singapur-2020 y triplemedallista panamericana en Lima-2019, cumplía una base de preparación en México cuando la situación comenzó a complicarse en la región con el coronavirus.

Llegó con gripe a la isla a mediados de marzo y debió cumplir 14 días de cuarentena. Al final su test dio negativo.

En un improvisado gimnasio sobre el techo de su casa, Moya practica esgrima, tiro con una pistola láser y ejercicios de fuerza, pero sabe que esa rutina dista de la que debe seguir para llegar en forma a Tokio, su “competencia mas importante del próximo año”.

“El rendimiento deportivo va a bajar”, admite, pero confía en que haya tiempo para revertir esa situación.

Por su parte, Grégorich (87 kg), campeón panamericano en Lima-2019, logró su boleto en el Preolímpico de Ottawa-2020, donde su compañero de equipo, el campeón olímpico Ismael Borrero, contrajo el coronavirus.

“Él está bien”, comenta Grégorich. También le preocupa que el distanciamiento de los colchones pueda afectar su “ruta hacia los Juegos Olímpicos, que es el sueño de todo atleta”.

“El deporte es salud, el deporte es vida y por lo menos a mi me calma la ansiedad”, afirma.

La psicóloga cubana Patricia Arés, invita en el diario Granma a colocar “luz larga para la esperanza y luz corta para la ansiedad”.

Hasta que la pandemia pase, dice, “habrá que aprender a enfrentar entre todos la adversidad y salir fortalecidos. No podemos evitar el viento, pero podemos construir molinos”.