Luis Barragán: Boliburgueses del mundo, ¡uníos!

Luis Barragán @LuisBarraganJ

Cierto, variados son los bemoles del socialismo, pero el protagonismo del proletariado es uno de los sellos inconfundibles de la propuesta que se ha realizado hasta el hartazgo, jurándole por siempre un extraordinario papel histórico de acuerdo al canon. Sin embargo, en Venezuela, empeorada la versión cubana, el proletario no sólo está relegado en la amplia escenografía de los artificios, sino que el régimen socialista lo ha pulverizado inmisericordemente.

El obrero calificado que, al comenzar el siglo, gozaba de una envidiable estabilidad laboral y vivienda propia, con seguridad social y posibilidades de ahorro para enviar a sus hijos a la universidad y hasta disfrutar de unas vacaciones en el exterior, hoy está sumergido en las áreas marginales de cualquier localidad, desempleado, médicamente desatendido y vapuleado por la hiperinflación. Chávez Frías y Maduro Moros, como pocos podían hacerlo, se encargaron de ello, negándole alguna defensa porque igualmente arrasaron con los sindicatos autónomos.

¿Habrá dudas al respecto?, pues, tras el saqueo sistemático de los recursos públicos, incursionando en otros ámbitos igualmente delictivos, emergió la clase conductora del socialismo del siglo XXI, quizá teniendo por origen el más burdo testaferrismo. Exactamente domiciliada en los paraísos fiscales, ha adquirido o dice haber adquirido una cierta autonomía respecto a los prohombres del régimen, extendiendo en lo posible sus intereses a los sectores de oposición para garantizar no sólo la propia supervivencia, sino condicionar cualesquiera transiciones que se planteen. Así de sencillo, por cierto.





En este Primero de Mayo, ya saben que no hay proletariado alguno que les reclame su ascendencia, protagonismo y, en fin, estelaridad. Y, en el supuesto negado de sobrevivir a la debacle, serán los campeones del libre mercado y de todas las libertades pendientes, pues, en la perspectiva marxista que les sirvió de tanto provecho, no habrá rivalidad histórica alguna que los conmueva. Excepto, un pequeño problema: el de las consabidas sanciones internacionales que operan como el mayor peligro para el exclusivo gremio que ha fallado en su unidad, compactación y solidez política, porque les está dando alcance la intransferible responsabilidad individual.

Desmentidas sus promesas históricas, el socialismo dejará como legado a un gremio que clama por la unión de todas sus fuerzas, ahora, preventivamente dispersas por el mundo, aunque posiblemente serán pocos los que quedarán en pie con sus fortunas mal habidas. Y, en el Día del Trabajador, temen a la peor de las marchas: a la cárcel.