José Ignacio Moreno León: Construir ciudadanía para enfrentar la pandemia económica producto del virus chino

José Ignacio Moreno León: Construir ciudadanía para enfrentar la pandemia económica producto del virus chino

Mucha discusión se ha generado a nivel mundial y en diferentes foros -ahora básicamente virtuales forzados por las circunstancias- y en los cuales han estado participando expertos médicos virologos, políticos, académicos y muchos curiosos interesados en el tema planteado con la sorpresiva aparición de un virus Chino, catalogado como COVID- 19 para hacer honor a la fecha de su aparición a finales del año pasado. La primera controversia surge en relación al origen de dicho virus, entre quienes señalan que el mismo podría ser el resultado de una mutación al azar y quienes, con argumentos científicos y razonamientos de estrategia de guerra psicológica, afirman que se trata de un virus diseñado en el laboratorio P-4 de Wuhan, provincia de China. Este último criterio está respaldado por Luc Montagnier, médico virolo francés, premio Nobel de medicina 2008 y descubridor del VIH en 1983 y por V. Kvachkov, Coronel ruso y reconocido agente del servicio de inteligencia de ese país, quien en reciente entrevista de prensa hizo interesantes consideraciones sobre las intensiones geopolíticas del gigante asiático que pudieran estar detrás de la creación y expansión de esa virus básicamente hacia los Estados Unidos y Europa. Lo cierto es que, a la fecha, las autoridades chinas han sido renuentes a que se haga una investigación internacional sobre el verdadero origen del virus y la supuesta negligencia para alertar oportunamente sobre el peligro de su expansión.

La cifra de fallecidos como consecuencia del COVID-19 supera los 250 mil y el mismo ha afectado a más de 3.2 millones de seres humanos. El impacto de esta llamada pandemia ha variado según los países, con notables contraste como el caso de Taiwán que con 23 millones de habitantes solo ha tenido 23 contagiados y apenas 5 fallecidos. En Europa ha sido importante el eficiente manejo de la crisis que han hecho los países nórdicos, con modelos de economía social de mercado y sociedades con altos niveles de capital social (disciplina ciudadana). Es así como en Noruega solo se registran 103 fallecidos, 220 en Finlandia, 900 en Suecia, 6 en Islandia, y solo 273 en Dinamarca. Podemos además resaltar el contraste entre Alemania que, con 83 millones de habitantes, registra una cifra de 6000 fallecidos y España, cuyo gobierno social-comunista ha hecho el peor manejo de la crisis, lo que ha generado como consecuencia una cifra de fallecidos por encima de los 25 mil, con una población de 47 millones de habitantes.

El concepto de pandemia es definido como “una enfermedad epidémica que se extiende a muchos países o que ataca a casi todos los individuos de una localidad o región”. Por otra parte en su segundo significado la epidemia del se define como “el daño o desgracia que afecta a gran parte de una población y que causa un perjuicio grave”. De lo anterior se deriva que la pandemia puede igualmente referirse a un “daño o desgracia” y no necesariamente a una enfermedad. Hacemos estas aclaratorias para sustentar nuestra afirmación de que la verdadera pandemia está por venir y será la derivada del largo confinamiento a que ha sido sometida más de la mitad de la población mundial para evitar la expansión de la plaga del COVID-19. Este mega encierro humano ha paralizado todas las actividades vinculadas al desarrollo contemporáneo, con dramáticas consecuencias económicas, sociales y políticas. Ya instituciones como el FMI prevé una caída de la economía global del 3% que representa una caída superior a la de la crisis de 1930, con una contracción en el crecimiento estimada en -6.1% ,en contraste con el 2.3% del año pasado. Para America Latina, las primeras estimaciones de la CEPAL señalan una contracción de la economía del 5.2% y de 1.8% del PIB, con dramático incremento del desempleo que acumulará para este año 35 millones más de pobres, y la consiguiente crisis social y política





Los datos señalados nos permiten considerar que no es por el número de muertos que el virus Chino ha sido causante de una pandemia -especialmente si lo comparamos con los 50 millones de muertes producidos por la gripe española de 1918 o por los más de 70 millones que causó la peste negra en el siglo XIV- sino por las terribles consecuencias que se avisoran derivadas del prolongado congelamiento de la economía global, aplicado como barrera para evitar la expansión del virus y por los retos que a las sociedades del planeta se le presentan en defensa frente a las tendencias totalitarias y populistas que seguramente surgirán en muchos gobiernos para el manejo de esas nuevas y terribles realidades.

Yuval Noah Harari, el reconocido historiador y escritor israelí, asoma dos posibles opciones para la colectividad humana en los tiempos por venir: el ser sometida a una vigilancia totalitaria o promover un gran esfuerzo de empoderamiento ciudadano y de solidaridad para realizar esos cambios en libertad. Al apostar por esa última estrategia, Harari expresa profundas reservas sobre el liderazgo actual para impulsar dichos cambios; y en ello coincide con el Papa Francisco quien igualmente expresa sus reservas sobre el liderazgo político contemporáneo cuando señala que “la grandeza política se muestra cuando en momentos difíciles, se obra por grandes principios y pensando en el bien común a largo plazo…al poder político le cuesta mucho asumir este compromiso con esa visión de largo plazo”.
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En America Latina, con sus dramáticos niveles de pobreza y desigualdad social, sus débiles instituciones democráticas, limitado liderazgo político y pobrísimos indicadores de cultura ciudadana, no hay dudas que se impone la perentoria necesidad de promover el empoderamiento ciudadano, para erradicar esas rémoras al proceso de desarrollo y, sobre todo, para superar en condiciones democráticas los terribles efectos de la pandemia económica que se avecina. Construir ciudadanía debe ser entonces la consigna y el objetivo prioritario. Y debe sustentarse en un gran esfuerzo educativo orientado por una pedagogía de educación en valores, como compromiso de todo el conglomerado social -y especialmente de las universidades que no pueden ser convidados de piedra en ese empeño- para impulsar principios éticos y morales, impulsar el capital social en términos de fomento de la solidaridad, de la asociatividad, del sentido de la obligación, de la confianza interpersonal y de la cultura cívica, como garantes de una Democracia de Ciudadanos y de un desarrollo humano sustentable.

Para lograr esa Democracia de Ciudadanos se requiere además un liderazgo renovado y con visión de futuro que no se conforme con pregonar los principios del pluralismo, la tolerancia y la alternancia, sino que además combata activamente los abusos antidemocráticos y autoritarios, defienda las instituciones y su funcionamiento autónomo, promueva el respeto a la propiedad privada y su libre disposición, y el derecho a exigir cuentas de la gestión pública. Y sobre todo un liderazgo que entienda su quehacer político como un servicio público con absoluta transparencia en su gestión y no con objetivos crematísticos y corruptos, y que valore el reconocimiento del pueblo como conglomerado de ciudadanos capaces de labrarse su propio destino y no como súbditos o reclutas manipulables por un Caudillo de turno o por una cúpula castrense.