Ángel Lombardi: China desafía a los Estados Unidos (+ El miedo a la historia)

Ángel Lombardi: China desafía a los Estados Unidos (+ El miedo a la historia)

China desafía a los Estados Unidos

Siempre ha existido un conflicto inter-imperial por la hegemonía, siempre ha sido así y es lo que llamamos usualmente historia universal.

Desde el siglo XV en adelante la “supremacía” era disputada básicamente entre España/Francia/Inglaterra y en el siglo XIX se incorporó Alemania y Rusia.





Prevaleciendo el imperio británico que terminó siendo realmente el primer imperio global ya que estableció su dominio e influencia en todos los continentes y océanos y mares del mundo.

En el siglo XX el relevo lo toma Estados Unidos y el desafío lo asume Rusia ya convertida en Unión Soviética (URSS). Conocemos el resultado.

El siglo XX fue calificado como el siglo de los Estados Unidos, como potencia dominante y hegemónica desde 1990, una vez que colapsa o implosiona la Unión Soviética. El comienzo de una “nueva” (?) etapa histórica sin fin predeterminado, y sin un “ganador” anticipado. VERO IPSUM FACTUM (la verdad siempre se sabe “después”, como escribía Juan Bautista Vico). Como siempre cada bando tendrá sus seguidores y sus opositores y el argumento emocional: “porque YO lo creo”.

La historia nunca es de ciclo corto y menos la geopolítica y la historia universal. Nuestra impaciencia siempre es de “ciclo corto” porque es existencial, “somos tiempo que se acaba”, pero la historia social y económica y cultural es tan larga como la especie y la necesidad y circunstancias “exijan”. En este conflicto en curso, el “caso-venezolano” está en primera línea, por nuestro valor estratégico y recursos y particularmente por ser la “primera reserva mundial” de petróleo en el hemisferio occidental. Para Estados Unidos es vital “regresarnos a su bando” (no hablo de invasión) hay muchas maneras, la están buscando y creo que al final lo van a lograr, como siempre en la historia “con aliados internos” (ese es el simbolismo político del caballo de Troya) al enemigo siempre se le derrota, contando con aliados internos. Un ejemplo venezolano reciente, el “golpe” fallido de 1992 y la “entrega” del país en 1998. Democracia débil con instituciones frágiles y liderazgos desgastados y cómplices (pero ya eso es historia local), pero igualmente la historia enseña que política interna y externa se retroalimentan orgánicamente tal como está establecido en cualquier manual de teoría política, hay una complementariedad necesaria entre los intereses internos de cada país y sus intereses externos que en el fondo vienen a ser los mismos, y de allí la frase, repetida tantas veces, los países no tienen amigos sino intereses.

El miedo en la historia

No hablo del miedo personal, todos en algún momento lo conocemos y padecemos, sino del miedo colectivo. Tiempos y épocas de miedo. Todas sociedades, pueblos y naciones lo han conocido en algún momento, de ahí salió la “muralla china” e igualmente el “muro de Trump”. En Venezuela lo hemos conocido también como sociedad en su conjunto, cuando el temor al “indio” se apoderaba de los poblados o a los esclavos cimarrones o a los piratas de nuestras costas y ríos. En el siglo XIX a la “pardocracia” levantisca y anárquica y las endémicas guerras de caudillos. Así como en la guerra de “emancipación” colonial y la “guerra federal” en ambas con sus “banderas color de miedo”. Después, comenzando el siglo XX, al país pacificado a sangre y fuego por J.V. Gómez (el país puesto en cintura, como escribió Pino Iturrieta), llegó la gripe-española, “cuando se acabaron las urnas y la gente era enterrada en petate” según el decir popular de la gente de la época. Después vino la prosperidad petrolera, el “bonche” nacional “bailando con la Billo”, la Venezuela urbana se abre paso con sus clases medias con “vida de ricos”. Y sus “clases altas”(?) al amparo del estado y gobierno de turno, sus hábitos de “nuevos-ricos” (de la época del Tropicana y Copacabana, diría nostálgico Oscar Yanes, en Maracaibo con su Acrópolis y “clubes” en todas partes). Venezuela feliz, un siglo de “vacas-gordas”. Y en el siglo XXI, volvió el miedo al país, la CRISIS, que a mi juicio “ocurrió” y se anunció en “cámara lenta” con fiebres leves, pero en la “resaca” no lo vimos (con excepción de muy pocos, los despectivamente calificados profetas del desastre). Creo que la mayoría sigue sin entender. Sintomatología evidente para una sociedad “más despierta” y unas élites menos satisfechas y autosuficientes: 1983 Viernes Negro, 1992 conspiración militar que venía desde 1983 y golpes fallidos en febrero y noviembre de 1992, y en 1998 la elección del mesías (56% votantes y 40% abstención). El resto es historia reciente, 21 años fallidos del siglo XXI. Pobreza generalizada, frustración y desorientación colectiva, un “modelo” (?) petrolero rentista populista por cambiar, los que saben, saben cómo, pero los grupos políticos que toman las decisiones, no se ponen de acuerdo y seguimos en la incertidumbre y la necesidad de una transición democrática que no logramos definir ni en el “cuándo ni en el cómo” de manera plural. Cada uno con su “receta” y su “aspirante” a cacique. Nos guste o no, el miedo colectivo regresó al país. Terminaron los “100 años de soledad” feliz. Los “generales siguen en su laberinto” institucional de “patria o negocio”. Los venezolanos atrapados en este infeliz 2020, con nuestro miedo doble: el socialismo del siglo XXI (invento triste de un intelectual alemán mexicano), locura y ansia de poder de unos aventureros audaces e ignaros “que tiraron la parada” y arrastraron a muchos, cansados de la prosperidad fácil, querían más y una “pobrecía” harta de tener su “rancho” al lado de la “quinta” y entre tantos; buscando el “paraíso cubano”, unos y otros, “ser ricos”. Aquí estamos, asustados la mayoría, unos por el temor a “ir presos” por pensar diferente, otros porque no tienen qué comer y nos racionan “agua y luz” y nuestros hijos y nietos “se quedaron sin futuro”. Otros se “fueron o los fueron”, y para remate el coronavirus, cuyo miedo psiquiátrico nos desequilibra hasta niveles de “manicomio” y de aceptar la “casa por cárcel” como una protección necesaria que los poderes aprovechan, para acentuar sus tiranías y autoritarismos. El ser humano sometido al instinto, a la necesidad de sobrevivencia y al miedo, garantía segura de pérdida de la libertad.