La verdadera vida de los Warren, el matrimonio que inspiró “El Conjuro” y que cazaba demonios

La verdadera vida de los Warren, el matrimonio que inspiró “El Conjuro” y que cazaba demonios

Ed y Lorraine Warren se conocieron en un cine. Tenían 16 años.

 

Esta es una historia de amor. Una historia excepcional, entre personas excepcionales, con un esquema muy viejo, casi primitivo: chico conoce chica, chico y chica entienden que tienen mucho en común, chico y chica se casan y viven felices hasta morir de viejos. Solo que en este caso la pareja tiene una profesión particular: combate demonios ancestrales, realiza exorcismos, funda una sociedad psíquica e interviene en juicios penales con pruebas sobrenaturales.

Por clarin.com





En 1942, el chico, al que vamos a llamar Ed Warren, trabajaba de acomodador todas las noches en el Teatro Colonial de Bridgeport. Tenía dieciséis años y era alto y algo corpulento. Por razones que se verán más adelante, no destacaba por su sociabilidad.

En una ciudad grande y populosa como Bridgeport, la más habitada del estado de Connecticut, se había labrado la fama de “raro” entre sus compañeros de secundaria, y pasaba solo la mayor parte del tiempo. Le gustaba el cine. Le gustaba la oscuridad de ese viejo lugar. Le gustaba ir de acá para allá con su linternita, indicándole a las señoras el mejor lugar disponible para sentarse.

Le gustaba, en especial, la hija de una de esas señoras, que tenía su misma edad, y un día se armó de valor para hablar con ella. Se llamaba Lorraine Rita Moran y, hablando, pronto descubrieron que tenían mucho en común.

Él le dijo que le gustaban los filmes de vaqueros y de terror. A ella también. Él le dijo que su vida era una película de terror. La de ella también.

Él le dijo: desde que tengo seis años me pasa algo raro. Le daba vergüenza confesarlo. Pensaba que la chica se iba a asustar. Pero no parecía asustada. Estaban sentados en un café, a las afueras del cine, mientras la madre de Loraine los vigilaba atentamente unos metros más allá.

Ed le contó entonces que la casa donde nació estaba embrujada. Que cuando tenía cinco años, estaba acostado, muerto de miedo, y las puertas del armario de casa se abrían solas, y de la oscuridad interior emergían caras que lo miraban, que le hacían gestos, que le hablaban. La peor de todas era la cara de una anciana, muy enojada, vaya a saber por qué. Que sus padres no le habían creído, que probablemente ella tampoco le creería, pero que era su verdad.

Lorraine sonrió. Dijo que a ella le pasaba lo mismo. Desde pequeña veía cosas que no estaban ahí. Veía, por ejemplo, el aura de las personas. Eran bolas luminosas que cambiaban de color con cada uno, con el estado anímico de cada uno. Dijo que las monjas del colegio al que iba la habían amonestado por mentirosa y que ella calló durante mucho tiempo ese don, lo mantuvo en secreto. Dijo que estaba viendo su aura en ese momento y que era un ser puro, de luz blanca. De inmediato supieron que eran el uno para el otro, se enamoraron, comenzaron a salir.

Un oficio del más allá

Pronto estalló la Segunda Guerra Mundial, y Ed fue llamado a filas. Desde el frente de batalla, se escribían cartas apasionadas, secretas, donde hablaban del futuro y trataban de entender el porqué de sus dones. Poco después, el barco donde iba Ed se hundió, y él sobrevivió y fue enviado de vuelta a Bridgeport, con un brazo en cabestrillo y un principio de pulmonía. Entonces se casaron y poco después tuvieron una hija a la que llamaron Judy. Tenían 17 años.

En los primeros tiempos, Ed se dedicó a la pintura. Tenía talento para eso, pero no pintaba modelos ni naturalezas muertas, sino casas encantadas. El método era el siguiente: Loraine salía a caminar por los alrededores de Bridgeport, los viejos caserones victorianos que daban a la costa, y “marcaba” aquellas casas que percibía con una energía especial.

Patrick Wilson y Vera Farmiga interpretaron a los Warren en cine.

 

Entonces Ed iba con su caballete y sus óleos, los disponía en la vereda de la casa y la retrataba. A veces, en las ventanas, sumaba las figuras fantasmales que Lorraine era capaz de ver.

Eso llamó la atención, naturalmente, de los habitantes de las casas, que salían a ver qué estaba pasando. Ed se los explicaba. Les vendía el cuadro, y después él y su esposa eran invitados a entrar. De ese modo comenzó lo que sería su verdadera vida: la de cazafantasmas, la de investigadores de fenómenos paranormales. Y con eso, una aventura que los acercaría a la demencia.

En 1952 fundan la NESPR, New England Society for Psychic Research, Sociedad para la Investigación de Hechos Paranormales de Nueva Inglaterra, una entidad sin fines de lucro que no cobra por sus servicios. ¿Y en qué consisten esos servicios? Bueno: ante una denuncia o un pedido, los Warren se dirigen a la casa en cuestión, entrevistan a sus habitantes, evalúan el caso y deciden tomar cartas en el asunto.

Ed le contó que la casa donde nació estaba embrujada. Lorraine le dijo que veía el aura de las personas y que la suya era la de un ser puro, de luz blanca.

En la mejor de las opciones la casa está, simplemente, embrujada, con los fantasmas de sus antiguos habitantes, que se niegan a abandonarla. En el peor, no son fantasmas, sino entidades demoníacas. Ahí la cosa se vuelve mucho más pesada. Ed y Lorraine se dedicaron a eso hasta el final de sus vidas.

“No hay nadie más escéptico que yo”, afirmaba Ed. Lo primero que hacían, entonces, antes de tomar un caso, era mandar a sus potenciales pacientes a la consulta del psiquiatra.

Solo cuando no quedaba más opción, cuando todas las explicaciones racionales habían fracasado, los Warren tomaban sus cámaras, sus equipos de grabación de audio, sus sensores de movimiento y de temperatura, y se internaban en una locura nueva.

Dignos del cine

Hay varias adaptaciones cinematográficas de su historia, por lo que el nombre de sus casos le resultará, seguramente, familiar, a cualquier habitué del cine de terror. La (quizás justificadamente) poco vista The Haunting in Connecticut (1992), que cuenta uno de sus casos más notorios; la más conocida The Amityville Horror, de 2005, en la que Loraine fue consultada para escribir el guión; la más reciente y famosa El conjuro, de 2013, dirigida por James Wan y quizás la mejor en términos estéticos, donde Ed y Lorraine son protagonistas (incluso hay un cameo de Loraine); y Anabelle, de 2014, más acorde al cine de terror pochoclero y adolescente. Todas tienen una base real: la de las investigaciones que los Warren llevaron a cabo a lo largo de sus vidas.

En los años ‘60, Ed y Lorraine viajaban por todo el país dando conferencias. Ya se habían, digamos, especializado: Ed era un conocido demonólogo, uno de los pocos laicos expertos en demonios de la Iglesia Católica, al que se le permitía realizar exorcismos por su cuenta. Lorraine era medium: podía ver y comunicarse con fantasmas.

En el sótano de su casa tenían resguardados tesoros, objetos fetiches que iban acumulando en el curso de sus aventuras, y que no tardaron en erigirse como un pequeño museo, el “lugar más demoníaco de la Tierra”, según sus propias palabras, que un sacerdote bendice tres veces por semana.

El objeto más preciado, el más controvertido, es la muñeca Anabelle, que dio pie a la película, y está rodeada de muchísimas leyendas, desde su origen hasta los males que les causa a los que se burlan de ella. Lorraine afirmaba que la había visto levitar en su caja de cristal.

En 1977, el fantasma que habitaba la residencia de la familia Smurl, estranguló a Ed durante el exorcismo, y éste tuvo que ser hospitalizado.

El caso sucedió en 1968. Dos enfermeras, que alquilaban juntas un departamento, los llamaron. Creían que la muñeca de una de ellas estaba poseída por un espíritu. Los Warren les explicaron que los espíritus no pueden poseer objetos, y que la entidad que estaba dentro de la muñeca era, en realidad, un demonio. Fue uno de los innumerables casos que trabajaron a lo largo de esos años.

El caso de la familia Perron, la base real para El conjuro, donde un grupo de antiguos fantasmas enloquecen a una madre y sus hijas, es de 1971. Los objetos cambiaban de lugar, las camas se sacudían, en algunas habitaciones era imposible estar debido al olor a carne podrida.
Bill Ramsey era un hombre que se creía lobo y atacaba y mordía a la gente: los Warren consideraron que era necesario un exorcismo. En 1976, George y Kathy Lutz, una pareja de Nueva York, acudieron a ellos para denunciar la presencia de seres sobrenaturales en su casa. Los Warren descubrieron que, allí, Ronald DeFeo había asesinado a su familia años atrás: cinco personas en total.

Cada caso los dejaba exhaustos, atormentados, con pesadillas, incluso con problemas de salud. En 1977, el fantasma que habitaba la residencia de la familia Smurl, estranguló a Ed durante el exorcismo, y éste tuvo que ser hospitalizado. No fue la primera ni la única vez que los Warren vieron amenazadas sus vidas en el fragor de sus visitas.

Fueron, sin embargo, una pareja feliz. La rutina, el tedio, el aburrimiento no eran para ellos, que mes de por medio estaban gritándoles a antiguos demonios en habitaciones donde las sillas se levantaban solas y se ponían a girar en el aire, con niños que hablaban en diferentes lenguas, mujeres abusadas sexualmente por entidades invisibles y antiguos moradores que no descansaban en paz.

Una noche, Ed se levantó para abrirle al gato, que hacía sus necesidades en el patio. Apenas tocó el picaporte, su mano se contrajo y cayó redondo al piso. Había sufrido una embolia cerebral.

Pasó los últimos cinco años de su vida sin poder hablar, y murió el 23 de agosto de 2006. Lorraine lo acompañó el 18 de abril del 2019.