En un cementerio de Lima las cremaciones no se detienen tras el Covid-19

En un cementerio de Lima las cremaciones no se detienen tras el Covid-19

 

Mientras millones de peruanos pasan las noches confinados en sus hogares por el nuevo coronavirus, los empleados del crematorio del cementerio El Ángel de Lima no descansan, pues deben convertir en cenizas los cuerpos de víctimas de la pandemia.





Una chimenea de siete metros de alto expulsa el humo marrón de las víctimas, cuyos cuerpos comienzan a ser cremados al anochecer en las lenguas de fuego del horno de este cementerio situado en la zona central de la capital peruana.

“Las cremaciones demoran entre una y dos horas de acuerdo al biotipo del cuerpo”, indica a la AFP Wilmer Aguilar, de 44 años, y con cuatro meses en el crematorio, precisando que el horno funciona con “gas licuado de petróleo”.

Al lugar llegan a diario en una camioneta media docena de ataúdes de víctimas de COVID-19, en promedio. Son introducidos en un contenedor blanco para su refrigeración hasta que son llevados al horno.

Perú es el segundo país latinoamericano -detrás de Brasil-, con mayor número de contagios de coronavirus, con 58.526 personas, y más de 1.600 personas han fallecido por esta enfermedad respiratoria, incluyendo 94 en las últimas 24 horas. Ante la emergencia, en el país rige desde el 16 de marzo y hasta el 10 de mayo una cuarentena nacional con toque de queda nocturno.

Los muertos por COVID-19 son cremados de noche, sin ceremonias fúnebres, un servicio que puede costar a las familias desde unos 480 dólares. Durante el día, son incinerados los fallecidos por otras causas.

“El proceso ahora [en la noche] es para el servicio de las víctimas de covid”, afirma a la AFP Manuel Vásquez, otro empleado del crematorio, indicando que algunos cuerpos son enviados por el Ministerio de Salud y otros por sus familiares.

Antes de la pandemia, era usual que muchas familias peruanas velaran a sus fallecidos en casa y luego acudieran en masa a los cementerios, acompañados hasta con orquestas tradicionales andinas. Nada de esto se puede hacer ahora.

– “Familias no pueden verlo” –
Una directiva sanitaria publicada por el Ministerio de Salud el 22 de marzo dispuso que los fallecidos por COVID-19 deben ser cremados, salvo en las ciudades o pueblos donde no hay crematorios. En ese caso son enterrados.

El 13 de abril la orden fue modificada, estableciéndose que en caso de que se saturen los crematorios, se optará por los entierros, pero las autoridades señalan que esa situación no ha ocurrido por ahora.

Los seis empleados del crematorio en El Ángel trabajan con trajes negros, mascarillas y guantes celestes y para no contagiarse del virus recibieron capacitación de profesionales de Argentina, Uruguay y México, cuenta Vásquez.

“Una persona fallecida no te contagia de covid porque es inmediatamente forrada y puesta en una bolsa hermética y totalmente descontaminada”, explica.

Su trabajo antes podía consistir en manipular el cuerpo para vestirlo “o sacarle líquidos o gases”. “Ahora esto puede generar que se propague el virus” y está prohibido.

Las limitaciones para las familias de los fallecidos también son estrictas.

“Los familiares no pueden ver el rostro ni tener contacto con las víctimas”, aclara Vásquez, recordando la resolución del ministerio de Salud que dispuso que “el velorio del cadáver está terminantemente prohibido” en caso de muerte por covid-19.

Las autoridades sanitarias dispusieron que el cuerpo sea introducido primero en una bolsa cerrada herméticamente y desinfectada con hipoclorito de sodio o lejía. Solo después debe ser colocado en un ataúd que, por ningún motivo, puede ser abierto.

A la cremación pueden asistir hasta dos familiares, también con implementos de protección.

La incineración debe realizarse dentro de las 24 horas después de certificada la muerte y las cenizas son entregadas en una urna sellada a los familiares, en caso de que lo soliciten.

Los seis crematorios de Lima reciben unos 30 cuerpos diarios y están al borde del colapso, según medios locales.

Son dos los crematorios públicos, el de El Angel y otro en Chorrillos, al sur de la ciudad. Cobran unos 485 dólares por su servicio.

En los cuatro crematorios privados los precios oscilan entre los 529 y 1.148 dólares.

AFP