Los Runrunes de Nelson Bocaranda

Los Runrunes de Nelson Bocaranda

ALTO – LA COVID-19 SÍ ATACA EL CEREBRO
El médico venezolano Alberto Paniz-Mondolfi, especialista en Microbiología y Virología, es el integrante de un equipo de médicos en uno de los más respetados hospitales del mundo, el Mount Sinaí de Nueva York, y quienes descubrieron y comprobaron que la COVID-19 ataca al cerebro de los infectados.

Este profesional, Paniz-Mondolfi, y sus colegas demostraron cómo el coronavirus llega a atacar el cerebro de los contagiados. En entrevista que le hice para mi programa en Éxitos 99.9 y para Runrun.es, donde esto escribo, pude dialogar con este gran profesional y de cuya familia soy amigo desde la infancia y la vecindad en la Alta Florida de Caracas.





Alberto está especializado en Microbiología y Virología y es director asistente del laboratorio de microbiología de la “Icahn School of Medicine” del Hospital Mount Sinaí de Nueva York. El equipo pudo observar y demostrar la presencia del virus en el tejido cerebral y cómo este accede “a través de las células endoteliales de la barrera hematoencefálica”.

En el diálogo que sostuvimos nos dijo que es la primera vez que se puede comprobar el virus Sars-CoV-2 (originario de China) en el cerebro.
Para el médico este descubrimiento “fue una mezcla de espionaje médico y un hallazgo afortunado, muy valioso e inesperado”. Leyendo en la Internet sobre el Sars-CoV-2 (Coronavirus 2 del Síndrome Respiratorio Agudo Grave) se dice que sería el causante de la enfermedad por coronavirus de 2019 (COVID-19). Este virus al inicio fue llamado 2019-nCoV (del inglés 2019-novel coronavirus). Hago esta acotación pues nuestro entrevistado se refiere varias veces al SARS.Cov-2.

Días antes, Paniz-Mondolfi escribió en la revista médica Journal of Medical Virology un trabajo donde indicaba que este último virus podía causar complicaciones neurológicas. Con frecuencia se pueden ver sus artículos médicos en las revistas especializadas. Aquí el último precisamente sobre nuestro país en pandemia:

“INFORME MUNDIAL DEL IMPACTO DE COVID-19 EN VENEZUELA”
Leímos con interés el “Informe mundial sobre el impacto de la enfermedad por coronavirus 2019 (COVID-19) en los migrantes venezolanos”:

“Estamos totalmente de acuerdo en que la pandemia de COVID-19 tendrá un impacto negativo en los venezolanos que se han refugiado en países vecinos. Se está desarrollando una situación desalentadora dentro de Venezuela, que merece atención internacional inmediata. Hace casi 2 años, después del colapso de los servicios de atención médica y los múltiples brotes simultáneos de enfermedades reemergentes, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE. UU. emitieron la recomendación actual de que los viajeros deben evitar todos los viajes no esenciales a Venezuela. La llegada del Coronavirus 2 del Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS-CoV-2) es por lo tanto un desafío importante para los sistemas ya frágiles del país.

El colapso económico en Venezuela y la falta de inversión en atención médica ha disminuido drásticamente la cantidad de camas de hospital para atender a su población de casi 30 millones de personas.
El inventario de camas hospitalarias (23.762 camas) publicado por el Gobierno venezolano el 23 de marzo de 2020 sobreestima la disponibilidad porque la mayoría de los centros de salud públicos están funcionando actualmente bajo cierre técnico, debido a la insuficiencia de equipos esenciales, consumibles, inventarios de medicamentos y escasez de calificados profesionales de la salud.

Estimaciones de la Encuesta Nacional de Hospitales Venezolanos y la Red -no gubernamental- de Defensa de la Epidemiología de Venezuela colocan el número de camas de cuidados críticos aproximadamente en 720 en todo el país. Los hospitales en algunos países de altos ingresos no han tenido suficientes ventiladores para apoyar a sus pacientes críticos. En Venezuela, conocemos a trabajadores de la salud en todo el país que están altamente preocupados por las dificultades desproporcionadas en la prestación de asistencia de ventilación para pacientes con COVID-19.

Para el 26 de febrero de 2020, solo había 102 ventiladores en los 23 estados y el Distrito Capital; la mitad de estos se ubicaron en hospitales de la capital, Caracas, y la otra mitad se distribuyeron de manera desigual en el resto del país. Está claro que la demanda de camas y ventiladores en los hospitales de Venezuela superará rápidamente la capacidad de los pacientes con COVID-19.

Trágicamente, el declive de los sectores industrial y de la construcción y el agotamiento de los recursos afectarán la capacidad de Venezuela para emprender la construcción temporal o aumentar las capacidades hospitalarias. La pobre infraestructura energética, que ha causado apagones sostenidos en todo el país, y una escasez generalizada de combustible complicarán aun más la capacidad de Venezuela para enfrentar la pandemia de COVID-19.

Además, la ausencia de agua corriente para el 20 % del país y el suministro irregular para el 70 % afectarán severamente las medidas de higiene necesarias para la contención del SARS-CoV-2. El impacto de la crisis humanitaria en curso en la fuerza laboral de atención médica de Venezuela amplifica la incapacidad del país para hacer frente al COVID-19.

La Federación Médica Venezolana (FMV) ha declarado que al menos 30.000 profesionales médicos han abandonado el país en la última década, lo que contribuye a la escasez de especialistas. Además, el Gobierno venezolano continúa amenazando a los médicos y trabajadores de la salud con represalias si hablan públicamente sobre los casos de COVID-19.

El primer caso de COVID-19 en Venezuela fue reportado el 13 de marzo de 2020. Hasta el 28 de abril de 2020, ha habido 329 casos confirmados, informados a través de fuentes gubernamentales; sin embargo, este número podría subestimarse debido a las pruebas insuficientes y también a reportes insuficientes.

La situación empeorará si el gobierno venezolano continúa suprimiendo los datos epidemiológicos pertinentes, prohibiendo las iniciativas de control de enfermedades y obstaculizando el apoyo humanitario internacional. A medida que la capacidad de atención de salud se reduce, el país continuará enfrentando una crisis epidemiológica en la que la mayoría de los venezolanos soportarán un escenario invencible de epidemias concurrentes”. Fin del informe.

LÁGRIMAS DE CONTAGIO
Otro hallazgo importante es el de los investigadores del Imi Spallanzani de Roma, Italia. Pues aislaron el coronavirus en las lágrimas de una paciente, comprobando así que el virus está presente y es potencialmente infeccioso en las secreciones oculares de los infectados.

La publicación se hizo en la revista Annals of Internal Medicine. Allí se explica cómo utilizaron un hisopo ocular en un paciente que había dado positivo y que también tenía conjuntivitis general luego de pasar 3 días en el hospital. “El virus fue detectado en hisopos oculares días después de que fuera indetectable en los hisopos nasales”.

Del mismo modo los investigadores confirmaron a través de pruebas de laboratorio que la muestra del virus obtenida de los ojos de la paciente estaba replicando, por lo que representaba un foco de infección. Luego de realizar los estudios y hacer oficial el descubrimiento se le comunicó a la Organización Mundial de la Salud.

Los científicos explican en el artículo que “los fluidos oculares de los pacientes contagiados por coronavirus pueden contener virus infecciosos” por lo que pueden ser una fuente potencial de infección. Esto invita a los oftalmólogos a utilizar el equipo de protección adecuado cuando realicen los exámenes.

También refuerzan la importancia de las medidas de control: evitar tocarse la nariz, la boca y los ojos y lavarse las manos con frecuencia, ya que la mucosa de los ojos -además de ser una entrada del virus- puede ser fuente de contagio. “Se necesitarán más estudios para verificar cuánto tiempo continúa activo el virus y si es potencialmente infeccioso en las lágrimas”. Además, solo el aislamiento del patógeno en un cultivo celular puede demostrar su capacidad infecciosa, dijeron los expertos.

MEDIO – PA´ LANTE Y PA´ TRÁS
Quizás es una de las características más relevantes del presidente estadounidense Donald Trump, quien trata por todos los medios de sobreponerse a la crisis de la COVID-19 teniendo en la mira su reelección presidencial en los comicios del próximo noviembre. Esta fecha aún pendiente hasta que se disminuya, controle o se descubra la vacuna para el virus de esta pandemia.

Por estos días las encuestas no lo han favorecido al analizar su comportamiento frente a la COVID-19. Desde presentarla como solamente una gripe más, al comienzo de los casos, hasta ordenar una tardía cuarentena. Ambos factores inciden en los estudios de opinión. Sus peleas o discrepancias con el equipo gubernamental de salud o el grupo de acción más cercano en torno al virus, han contrastado. La última fue la destitución de Rick Bright, un funcionario del área gubernamental de vacunas, quien era el director de la Autoridad de Investigación y Desarrollo Avanzado Biomédico.

El funcionario alegó que fue degradado porque planteó preocupaciones de salud por un medicamento promovido repetidamente por el presidente Trump y otros funcionarios de la administración como una posible cura para el coronavirus.

Era la hidroxicloroquina y, según Bright, el presidente quería que atendiera a un amigo suyo de un laboratorio que la producía. El afectado señala que lo sacaron por darle prioridad a la salud y a la ciencia.
Otro escritor, Mark Thiessen, señalaba en The Washington Post: “Sin embargo, esta semana, Estados Unidos alcanzó un hito sombrío cuando el número de muertes por la pandemia de coronavirus superó los 75.000. Ahora que una pandemia mucho peor, por varias veces, que los atentados del 11 de septiembre ha sucedido en la nación, debemos preguntarnos: ¿por qué siempre tiene que aparecer una tragedia para despertarnos al peligro?

Antes del 11 de septiembre, teníamos muchas señales de advertencia de que nuestra patria estaba en peligro. Los terroristas habían lanzado una serie de ataques cada vez más intensos: el ataque de 1993 contra el World Trade Center; el ataque de 1996 contra las torres Khobar en Arabia Saudita; los bombardeos de 1998 a las embajadas estadounidenses en Kenia y Tanzania y el ataque del 2000 contra el navío USS.Cole en Yemen. A pesar de las advertencias, no tomamos el peligro que se avecinaba lo suficientemente en serio, y fuimos sorprendidos sin preparación el 11 de septiembre.

Lo mismo es cierto con la COVID-19: el brote de SARS de 2002; el resurgimiento de la gripe aviar H5N1 en 2003; el brote de gripe porcina H1N1 2009; el brote del 2012 MERS; el brote del Ébola de 2014. A pesar de las advertencias, no tomamos el peligro lo suficientemente en serio, y fuimos atrapados sin preparación para este COVID-19. Al menos el 11 de septiembre teníamos excusas para sorprendernos. Pocos podrían haber pensado que los terroristas armados con cortadores de cajas de cartón convirtieran los aviones en misiles y los usaran para atacarnos aquí en casa. El hecho de no anticipar el 11 de septiembre fue, como Pearl Harbor, un fracaso de la imaginación. Pero no se requería imaginación para prever la pandemia de coronavirus de hoy.

En noviembre de 2005, después de los brotes de SARS y gripe aviar, trabajé en un discurso que pronunció el presidente George W. Bush que describía nuestra estrategia nacional de pandemia. Advirtió: ‘Los científicos y los médicos no pueden decirnos dónde o cuándo ocurrirá la próxima pandemia, o qué tan grave será, pero la mayoría está de acuerdo: en algún momento, es probable que enfrentemos otra pandemia. Nuestro país ha recibido una advertencia justa de este peligro para nuestra patria y tiempo para prepararse’.

Sin embargo, aquí estamos, casi 15 años después, atrapados sin preparación por la pandemia que todos sabíamos que se avecinaba. Entonces, ¿cómo fallamos tanto? Muchos culpan a la lenta respuesta inicial de la administración Trump, pero al igual que con el 11 de septiembre, las fallas se extienden mucho más allá.

En 2003, se creó la Reserva Estratégica Nacional para tener suministros listos de respiradores, máscaras, equipos de protección, ventiladores y camas de hospital. Pero las existencias nacionales se agotaron en 2009 durante el brote de H1N1 y nunca se reabastecieron por completo. ‘No recibimos fondos para reemplazar esas máscaras y los equipos de protección que utilizamos para la gripe H1N1’, dijo el exdirector de Arsenales Greg Burel a CBS News, dejando hoy a todos los hospitales en apuros.

La historia detrás de la escasez de ventiladores de hoy es aun más irritante. El New York Times informa que, en 2008, la administración Bush lanzó un proyecto para almacenar ventiladores para una pandemia, y en 2009 la administración Obama contrató a una compañía de California para proporcionar 40.000 de ellos. Pero en 2014, la compañía se retiró del contrato sin entregar un solo ventilador. Entonces el gobierno comenzó de nuevo con un nuevo contratista.

La Administración de Drogas y Alimentos tardó otros cinco años en firmar un nuevo diseño de ventilador, y el gobierno no hizo un pedido de 10.000 ventiladores hasta diciembre de 2019, el mes en que comenzó el brote de COVID-19. Perdimos más de una década debido a la incompetencia del Gobierno y su burocracia.

Las preguntas necesitan respuesta: ¿Por qué fallaron nuestros sistemas de alerta temprana, permitiendo que el virus ingresara a nuestro país y se propagara más rápido que nuestra capacidad de contenerlo? ¿Por qué la FDA no tenía un sistema para desarrollar y desplegar rápidamente los elementos (kits) para pruebas inmediatas, lo que nos costó seis semanas críticas durante las cuales el virus pudo haber sido contenido? ¿Por qué no reponemos ya nuestra reserva nacional de esos elementos? ¿Y por qué permitimos la externalización de cadenas de suministros médicos críticos, dejándonos sin la capacidad doméstica de producir rápidamente equipos de protección personal, hisopos de prueba y ventiladores? Una recomendación que hacen varios analistas de la crisis. Cuando la pandemia finalmente pase, sin duda habrá una comisión para examinar estas y otras preguntas.

Repararemos tardíamente los agujeros en nuestro sistema, tal como lo hicimos después del 11 de septiembre. Pero en este momento, el número de muertos continúa aumentando. Como explicó Bush en 2005: ‘Una pandemia es muy parecida a un incendio forestal: si se detecta temprano, podría extinguirse con daños limitados; si se le permite arder sin ser detectado, puede convertirse en un infierno que se extiende rápidamente más allá de nuestra capacidad de controlarlo’. Debido a una década de fracasos, ahora estamos en medio de ese infierno, esperando que el fuego se apague solo. Y no hay excusa para ello”.

En esta columna citamos hace unas semanas el discurso de G. W. Bush y las razones burocráticas que hicieron que tras el 11S se dedicaran fondos y esfuerzos a la lucha contra el terrorismo islámico y se olvidara la debilidad presente en materia de asistencia de urgencias médicas nacionales.

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