Nunca lo imaginamos, pero está pasando: Por qué extrañamos tanto ir a la oficina

La pandemia del COVID-19 borra las fronteras entre el trabajo y la vida para quienes pueden desarrollar sus ocupaciones desde sus casas. (REUTERS/Bernadett Szabo)

 

Nadie nunca propuso “cierra los ojos e imagínate que estás en la oficina…” como modo de relajar la mente pensando en algo agradable. “Escucha las burbujas subir en el dispenser de agua, el tecleo frenético de veinte computadoras a la vez, el ocasional estornudo…” Y sin embargo, a medida que la pandemia del COVID-19 borra las fronteras entre el trabajo y la vida para aquellos que tienen la posibilidad de conservar sus empleos y cumplir con ellos desde sus casas, el recuerdo de la oficina comienza a parecerse a un paraíso.

Por infobae.com





“Muchos ven la oficina como lo que realmente fue: un escape de la vida doméstica que ayudó a definirlos más plenamente”, sinceró el fenómeno The Wall Street Journal (WSJ). “Incluso si el trabajo propiamente dicho se puede transferir a un escritorio hogareño, los trabajadores dicen que se sienten perdidos sin los elementos que hacen a sus identidades de la oficina”.

Según una encuesta que YouGov realizó entre más de 2.000 empleados del Reino Unido, reproducida por Insight, el 57% de las personas extraña las conversaciones en persona con sus compañeros y colegas; el 49% extraña las relaciones que había creado con ellos y el 10% recordó con nostalgia los snacks, el gimnasio del trabajo y las escapadas para tomar un café.

En el futuro inmediato la oficina ha muerto”, argumentó The New York Times. “Google y Facebook han dicho a sus empleados que pueden trabajar de manera remota hasta 2021. Twitter permite que sus empleados trabajen desde casa ‘para siempre’. Varios bancos grandes consideran la posibilidad de nunca volver a llenar de gente sus torres de oficinas en Manhattan”.

Los niños juegan, los perros ladran y la gente trata de concentrarse —y vuelve a intentarlo, y otra vez— en una planilla de excel. “Uno no se puede escapar de la familia y tampoco del trabajo”, sintetizó al WSJ Leslie Perlow, profesora de liderazgo en la Escuela de Negocios de Harvard. “No tienes excusas, nunca. ¿Dónde más podrías estar?”. El estrés agregado por el temor al desempleo, dada la crisis económica global que desató el nuevo coronavirus, empeora las cosas.

“Incluso aquellas cosas que los trabajadores solían odiar de pronto parecen revelar su propósito. Esos minutos robados que se pasan esperando un ascensor son una pequeña oportunidad para descomprimirse entre reuniones; el viaje hasta el centro de la ciudad fue un buen intermedio entre darle el desayuno al hijo y tener que encontrarse con el jefe”, siguió el periódico. Padres y madres sienten que, 24/7, tienen un niño o la laptop sobre el regazo. O las dos cosas. Y en ocasiones el niño ha tomado el teléfono para mirar videos de animación y ha rechazado llamadas de trabajo.

Para los que no tienen hijos las cosas son también difíciles, aunque de otro modo. “Ahora la expectativa es todo trabajo, todo el tiempo”, explicó WSJ. “Así como el trabajo traía un respiro a las responsabilidades del hogar, el hogar también traía un respiro a las del trabajo. Ahora no hay forma de esconderse del jefe. ‘La gente sabe que no puedes hacer otra cosa. Estás en tu casa los fines de semana, estás allí todos los días’, dijo Obi Eneli, empleado de PricewaterhouseCoopers”.

Con la oficina se perdieron también los beneficios intelectuales de los encuentros fortuitos, los intercambios casuales de los que surgen ideas, la serendipia que enciende la chispa de los nuevos proyectos. “El trabajo remoto deja un terrible vacío de retroalimentación. La comunicación con los colegas ya no es casual sino esforzada”, siguió el Times. “No importa cuánto lo intentemos, vamos a tener menos contacto —en particular del tipo casual— y con menos gente”.

Aun si —como citó PR Week— algunos empleadores intentan aprovechar plataformas como Zoom para tener “charlas de café” o “happy hour” de los viernes con los trabajadores, el resultado no es óptimo, y mucha gente ni siquiera quiere participar.

Dado que la pandemia ha borrado los límites que segmentan y ordenan la vida contemporánea, WSJ propuso cuatro maneras de reinstalarlos: 1) separar horas del día para destinar al trabajo y horas del día para destinar a la familia o la vida personal, tal como se hacía cuando uno debía transportarse físicamente a la oficina; 2) crear un ritual que subraye el fin de la jornada laboral; 3) desarrollar un “tercer espacio” en la casa, que no sea ni para el trabajo ni para la familia, un sustituto del café donde pasar un rato a solas; 4) programar los tiempos de trabajo, para coordinar con los colegas con los que el trabajo requiere que se colabore o para ayudar a los que requieren cierta flexibilidad horaria porque, por ejemplo, tienen que ayudar a los hijos durante los meses de la escuela en el hogar.

The Muse sumó otra estrategia, para padres: crear claves visuales que indiquen a los niños cuando mamá o papá necesitan calma y silencio y cuándo están disponibles. Cerrar una puerta, ponerse auriculares o simplemente un cartel de que diga “Ocupado” y se pegue a la parte trasera de la laptop. Inclusive se puede sumar a los niños y pedirles que lo dibujen, lo cual reforzaría el mensaje de respetarlo. También quitarlo cuando termina la videoconferencia o la tarea que requería concentración mayor para que los niños confíen en que tendrán, también, su tiempo de atención.