Luis Alberto Buttó: Cierto cambio necesario

Luis Alberto Buttó @luisbutto3

Hoy, la frase es lugar común, mantra colectivo podría decirse: “el mundo cambió, debemos reinventarnos”. En horas como las actuales, gustan de pasearse las conversaciones por escenarios vinculados a la “nueva normalidad”. Para no quedar fuera del cotarro, muchos se empeñan en evidenciar sintonía con lo ventilado en medios y redes, con lo sentenciado por los generadores de opinión pública. Como para no dejar morir la tradición, la mayoría se afana por estar a la moda y repite el discurso en boga. Por supuesto, los que se jactan de aferrarse a su estilo particular en todo lo que han de hacer adaptan el rezo gregario a su especial manera de andar. En síntesis, el palabreo en torno a la “realidad emergente” se ha erigido en ritornelo por excelencia del momento.

En el caso concreto de la sociedad venezolana, quizás lo más importante a cambiar no sea lo expuesto o, cuando  menos, a la par de adelantar modificaciones en el espacio de la generalidad que enlaza con el resto del mundo, debería entenderse que de igual o mayor trascendencia sería superar, transformar, dejar atrás, algo que luce descuidado, insuficientemente tratado, o deliberadamente dejado de lado, por lo políticamente incorrecto que implica el hecho de ventilarlo públicamente. Ese “algo” que con demasiado tiempo acumulado viene luciendo conducta característica dispuesta para asumir la existencia en ciertos sectores de la población. 

El asunto tiene que ver con determinados patrones de entendimiento de la vida misma y del rol que se juega en los estancos de comportamiento cotidiano. En concreto, el asunto es de mentalidad. De la mentalidad, por ejemplo, de aquel que por sustentadas razones socioeconómicas no requiere recibir ninguna bolsa o caja de alimentos “subsidiados” por ente gubernamental alguno, pero que cada mes, o cuando toca, se alista a hacer la cola para recibirla (eso sí, escondiéndola en carritos o bolsas grandes de las que se utilizan para ir al supermercado), en tanto y cuanto le sirve para regalarla a quien, desde su enano punto de vista, sí la necesita. Sin duda alguna, insana intención de practicar a menor escala el populismo ramplón y la manipulación desvergonzada que tanto critica cuando no lo escucha quien se encarga de organizar la entrega de tales bolsas o cajas. Una muy singular y desviada manera de querer igualarse con la Madre Teresa de Calcuta sin desprenderse de nada que valore, para así ir lavando la mala conciencia de ser parte del mecanismo que hace posible la ignominia que se vive en estas latitudes.          





Es la mentalidad, por ejemplo, de quienes van acortando paulatina y progresivamente la dimensión con que miden las supuestas ventajas que disfrutan. Así, con frecuencia creciente, el intercambio verbal se adereza con expresiones satisfactorias del tipo: “por lo menos aquí ponen el agua una hora diaria y me da tiempo de llenar los peroles, fregar los corotos y bajar la poceta” o “ya me acostumbré, cuando la señal de internet llega aprovecho de mandar todo lo que tengo pendiente”. Es la mentalidad, por ejemplo, de aquel que repite como loro enseñado “yo no sé cuánto más va a aguantar la gente de este país”, navegando en la contradictoria condición de que, precisamente, él es uno de los tantos y tantos que aguanta sin rechistar, sin hacer absolutamente nada al respecto. Es la mentalidad, por ejemplo, de los que gustan lucirse haciendo análisis del porqué el cambio ahora sí es definitivo y jamás han puesto un pie en la calle para protestar por lo que corresponda. ¿Quién sabe? Hay gente que se olvida que las cosas de los hombres las resuelven los hombres y no la voluntad divina.     

¿Conformidad, conveniencia, sumisión, adaptabilidad, complicidad, resignación? ¡Vaya usted a saber la diferencia! Lo que sí es cierto es que con tales creencias nada va a cambiar.

@luisbutto3