Energía y Libertad: El Caso Venezuela

Una estación de servicio sin gasolina a la venta este mes en Caracas. Los automovilistas hacen cola con días de anticipación para tener la oportunidad de comprar combustible | Foto Adriana Loureiro Fernández para The New York Times

 

Sin un sistema energético fortalecido es imposible el desenvolvimiento de la actual sociedad desarrollada y urbanística. Muchas acciones se han realizado y se realizan para alcanzar un estadio sólido e integral que permita que más del 30 % de la población mundial tenga acceso a los servicios modernos.

Especial de Nelson Hernández @energia21 | Ingeniero Energista, Miembro Correspondiente de la Academia Nacional de Ingeniería y Hábitat de Venezuela





En los organismos internacionales y en sus reuniones desde hace más de 70 años, se ha tratado el tema del derecho a la energía. Sin embargo, aun no se ha logrado que explícitamente se considere ese derecho individual. De serlo, le proporcionaría al individuo más libertad y por ende mayor desarrollo social en todos sus ámbitos.

Ahora bien lo que está claro es que existe una relación directa entre el tener acceso a la energía, en calidad y cantidad, y la libertad de una manera holística.

Aun cuando en la constitución venezolana se indica: “toda persona tiene derecho a una vivienda adecuada, segura, cómoda, higiénica, con servicios básicos esenciales”, esto no ha sido honrado satisfactoriamente, y los servicios energéticos han sufrido un gran deterioro que ha obligado al gobierno a racionarlos.

Del análisis presentado en este documento, podemos concluir lo siguiente:

– Los venezolanos han perdido su libertad como consecuencia de la escasez de energía

– Los venezolanos padecen de una Pobreza de Combustibles, por razones achacables netamente al gobierno, al implementar políticas públicas erradas y utilizar a la energía como control político

El Caso Venezuela

Para las naciones en desarrollo, la garantía de un suministro fiable y asequible para satisfacer sus necesidades energéticas, promueve los cambios sociales dentro de un desarrollo sustentable para una mejor calidad de vida. La fiabilidad conlleva a una mayor diversificación industrial, una agricultura mas tecnificada, un aumento del comercio y un mejor sistema de transporte. Estos son los cimientos de un crecimiento económico que crea los empleos que ayudaran a las personas escapar de la pobreza y crearse un futuro mejor.

Por otra parte, los beneficios de la energía van más allá de lo que podemos ver en nuestro día a día. La energía que usamos diariamente – en nuestros hogares y en conducir los vehículos – es lo que podemos clasificar como el consumo personal o directo, y esto incluye el combustible utilizado para producir electricidad para el hogar. El uso de esa energía asequible y confiable es lo que permite que las personas gocen de libertad al no tener restricciones para obtenerla.

Venezuela es un caso atípico en cuanto a la triada energía – libertad – individuo, si partimos que la disposición de la energía lleva implícito la libertad del individuo.

 

 

La gráfica anterior muestra la potencialidad de los recursos energéticos que posee Venezuela para el año 2019. Estos recursos totalizan 305 GTPE (Giga toneladas de petróleo equivalente). Es decir, suficientes recursos para una población de menos de 30 millones de habitantes.

Solamente, los recursos renovables contabilizan 450 MTPE (3.3 GBPE), los cuales, teóricamente, pueden soportar holgadamente una demanda del mercado interno de 9 MBDPE. Vale acotar que la mayor demanda en la historia venezolana ha sido de 1.3 MBDPE, ocurrida en el 2008.

Lo anterior nos lleva a afirmar que los venezolanos no deben presentar Pobreza Energética. Si esta existiera sería por razones de índole político.

Pasemos a analizar otro aspecto importante en este contexto de la energía y la libertad, como es la Seguridad Energética. La grafica a continuación muestra la evolución de esta para el periodo 1998 – 2019. Este índice es el resultado del análisis de un conjunto de parámetros y variables, y cuyo modelo pueden acceder en:  https://app.box.com/s/06dtqrfuu4d8hf3gytnns89huolkldd8 y los aspectos teóricos en  https://www.scribd.com/document/360667277/Seguridad-Energetica-Metodologia-de-Calculo-Caso-Venezuela

 

 

A partir del año 2012, se inicia un descenso del índice de seguridad energética, llegando a situarse, en el 2019, en la banda de seguridad baja con un valor de 832. Esta situación, ya sabemos que no es por falta de recursos energéticos, sino que obedece a otras razones, y que se analizan a continuación.

A partir de 1999, se inicia un proceso político de carácter socialista en Venezuela, y que aun está vigente, cuyo filosofía es el control del Estado (estatización) en todos los ámbitos del quehacer nacional. Lógicamente el área energética no escapo a ese control, originando a partir del año 2009 una crisis estructural en el sector energético, la cual se ha agudizado en el tiempo.

La aplicación de políticas públicas erradas, malas praxis gerenciales (… donde prevaleció la fidelidad política antes que el conocimiento y el profesionalismo), y el uso de la energía como control social y arma política, llevó al colapso de las empresas estatales: PDVSA (área de hidrocarburos) y CORPOELEC (área eléctrica).

Este colapso tiene implícito en el área de hidrocarburos:

– La pérdida de 2650 kBD en producción de petróleo con respecto al volumen producido en 1998 de 3300 kBD
– Baja en la producción de gas del orden de los 5700 MPCD, cuyas implicaciones se reflejan en la baja producción de GLP, el combustible utilizado por el 90 % de los hogares venezolanos para la cocción de alimentos.
Deficiencia en el suministro de electricidad desde el Sistema Eléctrico Nacional (SEN), afectando las operaciones propias de la industria de los hidrocarburos
– Infraestructura de refinación destruida, con la consecuente disminución en la producción de productos derivados, en especial diesel y gasolina, cuya importación se inicia en el año 2010 y se incrementa a raíz del accidente de la Refinería de Amuay en el 2012.
– Infraestructura de transporte, distribución y comercialización de combustibles líquidos deteriorada en más de un 50%, lo cual incrementa el tiempo de entrega (lo poco que hay), originando las colas en las estaciones de servicio para surtirse de gasolina y diesel, y las colas de las amas de casa para obtener el GLP.

En el sector eléctrico, el colapso está representado por:

– Inoperatividad del 70 % de las unidades de generación eléctrica, tanto térmica como hidroeléctrica.
– Fuerte deterioro, y continuo, de las líneas de transmisión por efecto de la sobre carga (sobre todo las líneas de 765 y 400 kV) para poder transmitir carga hacia las zonas donde la generación autóctona no puede suplir la demanda
– Colapso del sistema de distribución, producto de la sobre carga por no existir reemplazo de los que se dañan y de los que han cumplido su vida útil.
– Deficiencias en el suministro de combustibles (gas, diesel y fuel oíl) para la generación termoeléctrica.

Como corolario de lo anterior podemos decir que el gobierno no puede garantizar, a plenitud, las necesidades energéticas de la población, aun con la recesión económica por la que atraviesa el país. Para paliar la situación el gobierno ha recurrido al racionamiento de los energéticos, lo cual implica una menor cantidad y calidad de estos y un aumento en el tiempo de su consecución y una incertidumbre en que se tengan oportunamente. Todo esto se concreta en una pérdida de la calidad de vida del venezolano con la consecuente pérdida de la libertad individual y colectiva. El Estado ejerce el control social vía el suministro de la energía.

Ahora bien: Es esto al azar?. La respuesta es no… Esa insuficiencia de energéticos esta dentro del guión del gobierno para lograr el control.

Todo está inmerso en un Plan de Destrucción Nacional. Nada es al azar. Si quisieran resolver, por ejemplo, la crisis eléctrica (data desde el 2009) han tenido tiempo y dinero suficiente y no lo han hecho, es más, no lo han intentado a ciencia cierta. Todo obedece a: “la manera más fácil y expedita de controlar a una sociedad es racionándole la electricidad… Sin electricidad no es posible realizar ninguna actividad económica, educativa, etc., del mundo moderno”

La gráfica a continuación muestra la evolución del consumo de energía per cápita en el mercado interno venezolano. Este consumo está representado por los derivados del petróleo, los derivados del gas y la hidroelectricidad.

El consumo per cápita tuvo su máximo histórico en el año 2008 de 19.6 BPE (2666 KgPE), valor correspondiente en el umbral de un país desarrollado.

 

 

El valor estimado para el 2020 (con una recesión económica interna, menor población y una paralización que ya va por 3 meses debido al COVID19) es de 6.3 BPE/hab (857 KgPE). Esto representa una caída de 13.3 BPE/hab. Este valor representa el 43 % del promedio mundial.

La gráfica muestra claramente el deterioro de la calidad de vida del venezolano, situándose en un umbral de pobreza energética mediana.

Esto corrobora una vez más la pérdida de libertad del venezolano. Si consideramos que el valor del 2008 es equivalente al 100 % de libertad, podemos decir que el venezolano ha perdido un 68 % de su libertad asociada a la energía entre el 2008 y el 2020.

Otro aspecto a analizar es lo concerniente a la Pobreza de Combustibles (PC). Recordemos que esta pobreza está relacionada con la capacidad de pago de la factura energética. En Venezuela los energéticos se pueden considerar que tiene un valor oficial de cero (0). En otras palabras, la PC existente no es consecuencia del precio oficial, sino más bien de los precios del mercado informal por la escasez del energético, y por el bajo ingreso de la población donde el sueldo base es de 2.1 US$ mensual. Por ejemplo, una bombona de GLP de 10 Kg se vende en el mercado informal en 0.25 US$, por lo que ese ciudadano de bajos recursos invierte para cocinar en un mes el 36 % de su ingreso. Es de acotar que aun le faltaría cancelar la electricidad y el combustible asociado al transporte.

Un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) de hace 2 años indican que el promedio de gastos directos en energía con respecto a sus ingresos, en 13 países latinoamericanos, es de 8.2 % total. Donde la electricidad representa el 3.3 %; el gas doméstico 2.0 % y el combustible para el transporte de 2.9 %. La diferencia estriba en el poco ingreso base que hoy tiene el venezolano, como ya fue mencionado.

Concluyendo, podemos inferir que el venezolano tiene Pobreza de Combustible, y que la misma es consecuencia de la escasez de los energéticos, el precio en el mercado informal y los bajos ingresos como consecuencia de sueldos deprimidos. Por ende tiene cercenada su libertad.

¿Cómo afecta al venezolano esa pérdida de libertad?

Las políticas que operan desde los cuatro pilares de la libertad económica: estado de derecho, gobierno limitado, eficiencia regulatoria y mercados abiertos, hacen más que estimular el crecimiento económico y la innovación. Amplían el acceso a la energía y mejoran el medio ambiente. En tal sentido, la libertad, la oportunidad y la prosperidad de una sociedad civil fuerte requiere de una energía segura y asequible.

En la Venezuela de hoy, el sector energético está estatizado lo que le permite al gobierno el control monopólico de la energía y por ende de la sociedad. Esta condición ha traído como consecuencia un enorme deterioro de los servicios modernos con la consecuente pérdida de calidad de vida que esto conlleva.

La escasez de energía ha transformado negativamente la vida del venezolano, teniendo que cambiar hábitos y estilo de vida para “cabalgar” la crisis energética. Dentro de las afectaciones podemos mencionar las siguientes:

– Pago de un precio más elevado que el establecido para los combustibles líquidos (gasolina, diesel, GLP), producto de la comercialización por canales informales, afectando grandemente el presupuesto familiar
– Competencia (… a menudo violenta) con otros ciudadanos por la adquisición del combustible líquido, creando caos en el área donde será distribuido.
– Discriminación social, política y de género en la adquisición de los combustibles líquidos. Preferencia por los adeptos al gobierno y la discriminación por parte del estamento militar a los ciudadanos civiles
– Hacer colas desde tempranas horas de la madrugada con la esperanza de comprar el combustible, esperanza que la mayoría de las veces no se cristaliza, y tener que regresar al siguiente día. Una pérdida de tiempo productivo, individual y colectivo
– Limitación en el volumen de combustible a adquirir, lo cual hace repetitivo y continuo el proceso de adquisición del combustible. – – – Parte de la vida del ciudadano está dedicada a la obtención de la energía. En el caso del GLP, además de la limitación volumétrica, está el déficit de bombonas lo que obliga a esperar que se vacíe para poder buscar una llena, lo cual implica incertidumbre en cuando volver a cocinar con GLP. Anteriormente, cada usuario disponía de al menos 2 bombonas
– Regreso al uso de la biomasa para la cocción de alimentos (cocinas sucias) para solucionar el déficit del GLP, con las implicaciones de salud que esto implica. Esto ha originado en las ciudades la tala en las aéreas verdes, parques y plazas. Otros han emigrado a la cocción de los alimentos con cocinillas eléctricas Aunque este servicio también falla, pero al menos tienen la seguridad de que en algún momento vendrá, y no tiene la emergencia de pasar por el karma de conseguir GLP
– En lo atinente a la electricidad es una ruleta conocer cuando se tendrá. Su presencia es fortuita, lo cual ha obligado a cambiar hábitos como el de cocinar, bañarse, estudiar, etc. Son ya comunes apagones diarios de más de 4 horas, inclusive de días.
– El servicio del agua, aunque también presenta fallas de cantidad y calidad, se afecta grandemente en las ciudades por las fallas eléctricas sobre todo en las viviendas multifamiliares. Los inmuebles se han convertido en depósitos de bidones y botellones de agua para afrontar la falla del servicio de agua o el de electricidad o ambos a la vez.
– Fuerte alteración del presupuesto familiar motivado a la reparación y compra de equipos electrodomésticos dañados por la mala calidad de la electricidad (altos y bajos voltajes). Aunque está en la legislación vigente, el Estado no cumple con la indemnización de estos daños
– Afectación individual y colectiva por fallas eléctricas en servicios públicos como: bancos, colegios, transporte, clínicas, hospitales, etc.
– Producto de la escasez de combustibles, el ingenio venezolano ha desarrollado, empíricamente, equipos que permiten el uso de combustibles alternativos, lo cual no deben utilizarse por no tener las especificaciones de seguridad requerida, por lo tanto evite accidentes lamentables.

Como corolario podemos indicar que: el venezolano ha perdido su libertad por no tener un suministro de energía asequible, accesible y oportuna en calidad y cantidad. Dedica gran parte de su tiempo en obtener la energía que requiere para sus actividades habituales, limitando su libre albedrio. Es más, en cada familia hay un integrante dedicado a la obtención de la energía, y generalmente son los niños y/o los ancianos. Esta incapacidad para acceder a la energía causa pobreza e impide el desarrollo individual y colectivo

Finalmente, esta situación de la pérdida de libertad del venezolano no es al azar. Obedece a un plan establecido, desde hace más de 20 años, por el gobierno para el control social, y la energía es uno de los medios (quizás el principal) para lograrlo. La reversibilidad de esta situación pasa por un cambio en la gestión política que hoy impera en Venezuela. Y ese cambio, cuanto antes mejor.


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Lea a continuación completo el análisis del ingeniero Nelson Hernández “Energía y Libertad: El Caso Venezuela”

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