Pedro Carmona Estanga: La pauperización de Venezuela

Pedro Carmona Estanga: La pauperización de Venezuela

 

Inevitable dedicar esta entrega a comentar los resultados de la Encuesta Nacional sobre Condiciones de Vida en Venezuela (ENCOVI) 2020, elaborada por el Instituto de Investigaciones Económica y Sociales (IIES) de la Universidad Católica “Andrés Bello” de Caracas (UCAB), mi Alma Mater, pues es necesario que sus documentadas y dramáticas revelaciones sobre la situación de la pobreza en Venezuela, sean más conocidas urbi et orbi.





En primer término, desde el punto de vista demográfico y social, la disminución de la población venezolana, que debería ser de 32,6 millones de acuerdo con las proyecciones, es de solo 28,4 millones, como consecuencia de la diáspora de 5 millones de habitantes. El 19% de los hogares revela que al menos uno de sus integrantes debió emigrar entre 2014 y 2019. Al perderse parte importante de la población en edades activas (15 a 39 años), se ha producido un envejecimiento de la población, junto a retrocesos importantes en la tasa de mortalidad infantil, que pasó de 12 a 26 por mil; en la esperanza de vida al nacer, la cual retrocede en 3,7 años para los nacidos entre 2015-2020; hacinamiento en las viviendas, enormes limitaciones en el acceso y calidad de los servicios públicos esenciales: agua, electricidad, aseo urbano y cloacas, y un incremento significativo de familias de carácter monoparental, con mayor grado de feminización en la jefatura de los hogares.

En lo referente a la pobreza y desnutrición, la encuesta nos muestra que Venezuela se encuentra en los rangos de países de Centroamérica, el Caribe y África, ubicándose como el país más pobre, y el segundo más desigual de América Latina detrás de Brasil. Pero al considerar factores como la inestabilidad política, el PIB y la pobreza extrema, Venezuela ocupa el segundo lugar entre 12 países encabezados por Nigeria, y seguidos por Irán, Chad, Congo y Zimbabue. El 96,2% de los hogares sufre de pobreza de ingresos, 54% de ellos en pobreza reciente y 41% en pobreza crónica. La pobreza multidimensional (educación, estándar de vida, empleo, servicios públicos y vivienda) afecta ya al 64,8% de los hogares, y creció en 13,8% solo entre 2018 y 2019. El índice de pobreza alcanza 75,8%, y el de pobreza extrema a 54,6%, un nivel superior al de Haití, que se suponía ser el país más pobre de América Latina, y el índice de desigualdad (Coeficiente de Gini), es solo comparable al de Nigeria.

Luce inconcebible cómo, de acuerdo con el estudio, el 79,3% de los venezolanos no recibe ingresos suficientes para cubrir la canasta básica de productos alimentarios, ya que el ingreso diario promedio es de US$ 0,72, amén de que, en la medición de la fragilidad política, Venezuela ocupa tristemente el segundo lugar en la región. El desempleo creció en 6,9% en el último año, llegando al 52,6% en el caso de las familias más pobres, con un 44% de la población mayor de 15 años, en situación de inactividad. El 13% de los niños en edad escolar no asiste a las escuelas, producto de la precaria situación del país, y de la pésima situación que experimenta el sistema educativo nacional, con grandes disparidades en contra de los estratos menos favorecidos, los cuales no llegan a completar los niveles la educación obligatoria, con un 27% de rezago educativo severo, factores que acrecientan aún más la pobreza entre las actuales y futuras generaciones. Entre los jóvenes de 18 a 24 años la asistencia escolar bajó de 48% en 2016 a 25% en 2019, quedando por fuera de ella 2.282.000 jóvenes. Del total de estudiantes, solo el 15% puede acudir a instituciones de educación privada, dada la grave reducción de los ingresos de los hogares, ya comentada.

En cuanto a la desnutrición infantil, terrible mal que compromete a varias generaciones, un 30% de los niños menores de 5 años presenta desnutrición crónica (por talla o estatura) y 8% muestra desnutrición global (por indicador peso/edad). Venezuela se ubica así en este aspecto en el segundo peor lugar de América Latina después de Guatemala, y en una posición inferior a la de Haití, equiparándose a algunos países africanos muy pobres, como Zambia, Nigeria y Camerún.

Las referencias anteriores son tan solo una síntesis de los principales aspectos analizados por la encuesta, cuyas evidencias están asociadas al nivel de destrucción institucional, política, económica y social que ha sufrido Venezuela en los últimos 20 años, entre ellos el desempleo ocasionado por la drástica reducción del número de empresas industriales, comerciales y agropecuarias, el clima de desconfianza prevaleciente para la inversión privada en función de las erróneas políticas públicas aplicadas, y por la intervención generalizada e ineficaz del Estado en la economía, amén de la generalizada corrupción prevaleciente, y el absoluto irrespeto al Estado de Derecho y al régimen de libertades. La caída del PIB en un 70% en los últimos cinco años, con previsiones este año de una nueva contracción del 25%, revela las causas de la dramática pauperización en el país, que incluye la virtual desaparición de la otrora próspera clase media, con una clara intencionalidad de nivelación hacia abajo, pues no se ha buscado que los pobres mejoren, sino que todos sean igualados en la miseria, como otra forma más de dominación o subyugación de la población venezolana.

Al respecto, es del caso recordar cómo en las prioridades del modelo castrochavista seguido por el régimen que secuestró a Venezuela, no ha estado precisamente la superación de la pobreza, sino que esta sea una herramienta para distraer al pueblo de los grandes temas políticos, ya que debe centrar su atención en la supervivencia, en el día a día, empleando su tiempo en colas y esfuerzos para adquirir gasolina y otros bienes de primera necesidad, o en tener que inscribirse en el carnet de la patria para obtener las migajas de las cajas de alimentos “CLAP”, o en cualquier programa asistencial del gobierno, permeado por el ventajismo y la corrupción. Hace algunos años, el ministro Jorge Giordani, en ese entonces mano derecha de Hugo Chávez, le manifestó al General Guaicaipuro Lameda, expresidente de PDVSA, para su mayor perplejidad, lo siguiente: “Mire, General, usted todavía no ha comprendido la revolución. Se lo explico: esta revolución se propone hacer un cambio cultural en el país, cambiarle a la gente la forma de pensar y de vivir, y esos cambios sólo se pueden hacer desde el poder. Así que lo primero es mantenerse en el poder para hacer el cambio. El piso político nos lo da la gente pobre: ellos son los que votan por nosotros, por eso el discurso de la defensa de los pobres. Así que, los pobres tendrán que seguir siendo pobres, los necesitamos así, hasta que logremos hacer la transformación cultural. Luego podremos hablar de economía de generación y de distribución de riqueza. Entretanto, hay que mantenerlos pobres y con esperanzas”.

Razón tiene el Rector de la UCAB, el Jesuita Francisco Virtuoso al referirse a los resultados de la encuesta ENCOVI, al expresar: “Lamentablemente, no somos portadores de buenas noticias: la situación de Venezuela clama al cielo y exige cambios”. Los datos revelan “la destrucción acumulada en la calidad de vida de los últimos años”. “Las universidades, academias, sociedad civil y toda la ciudadanía deben convertir este drama en exigencia de cambio con propuestas serias y realistas; no podemos conformarnos con sobrevivir, y ver partir a nuestros jóvenes”. Moraleja: América Latina, y en particular Colombia, deben abrir los ojos y mirarse en el espejo del vecino. Allí está, con datos incuestionables, una clara muestra del trágico y depredador balance del Socialismo del Siglo XXI.