Víctor Jiménez Ures: La culpa es de todos, no solo de la dictadura

Un axioma del (mal) hacer en la política venezolana (y de la vida en general) es el de la “necesaria” transferencia de la culpa, según esto: de alguien tiene que ser la culpa. Propuesto por Goebbles hace casi 90 años, y puesto de moda en Venezuela por el chavismo, en la actualidad es casi una institución colectiva. Acá podrán faltar la comida, la cultura ciudadana y la moral, pero nunca a quien echarle la culpa.

En un país donde nada funciona, todo sale mal y la escasez es lo único que sobra, lo más fácil es culpar a alguien. Tristemente, el discurso de buena parte de nuestra población es el de transferir la culpa: acá culpamos a Maduro, a Guaidó, a Leopoldo, y hasta a Henry Falcón, en Venezuela todos culpan a alguien de algo, pero pocos están dispuestos a asumir su propia cuota de responsabilidad en este desastre de país, y muy particularmente en el manejo de la crisis provocada por la Pandemia.

¿Qué el régimen no dota a los hospitales? Cierto… y también es cierto que, cuando se les asignaban los recursos, alguna mano peluda se los robaba, y posiblemente si los volvieran a dotar, otra vez se los robarían, y ya veríamos, como hemos visto antes: ventas por internet del materia quirúrgico a precios más “convenientes”… claro, el que los está vendiendo se los robó, no tuvo que pagar impuestos, ni hacer ninguna inversión… para el que vende algo robado todo es ganancia. Y ese mismo ejemplo es aplicable para los docentes que se robaban las cajas de lápices y las carpetas de los colegios públicos (conozco dos) y también para los funcionarios que se “palean” las engrapadoras de sus oficinas. Desde luego… no es lo mismo llevarse una cajita de clips de una oficina publica que extorsionar 250.000$ valiéndote de una posición de poder, pero el punto al que quiero llegar es que se trata de un asunto cultural, y sobre eso hay mucha tela que cortar.





Es verdad, no tenemos agua, tampoco comida, y la plata no rinde, eso ya lo sabemos, y sin dudas, el génesis de todos eso lo encontramos en la pésima (o mal intencionada) gestión realizada por Maduro. Es verdad, sí que lo es, nuestra Emergencia Humanitaria Compleja, nuestra versión patriótica del infierno de Dante, es una creación maligna de la dictadura, nadie debe ni puede negarlo… aunque ellos, fieles a Goebbels, culpen al Imperio.

Pero hay algo que tampoco se puede negar: a pesar de la escasez de agua, cada quien se las arregla, aunque sea para conseguir un botellón, o tiene su tanquecito en su casa; el gel antibacterial no es tan caro; y los tapabocas se pueden fabricar con casi cualquier tipo de tela. De hecho, en la actualidad casi todo el mundo tiene el suyo…. Y ojo, que lo anterior no sea mal interpretado como una oda a la mediocridad y el conformismo. (Lo correcto, en un país con tantas reservas hídricas como el nuestro, es que a todo el mundo le llegue el Agua a su casa los 7 días de la semana.)

Entonces… sí… definitivamente, sufrir la pandemia con Maduro es mucho más difícil que sufrirla en los países del primer mundo… pero no necesariamente menos seguro, y los cientos de muertos que llevan EEUU y Europa Occidental dan fe de ello. Sucede que hay un elemento que ningún gobernante, por bueno o malo que sea, puede controlar: La conducta individual de los ciudadanos ante la pandemia.

Estimados lectores… los hospitales podrán estarse cayendo, puede que no haya trabajo ni recursos, pero que usted decida bajarse el tapabocas en la calle para rascarse la nariz no es culpa de Maduro, ni de Guaidó, y ni siquiera de Dios (que al fin y al cabo respeta su libre albedrío).

Mientras la gente no deje de bajarse el tapabocas para tomarse “un cafecito cheeco” nadie estará a salvo. Lo ha visto quien suscribe: Les da calor, se quitan el tapabocas… están “asfixiados”… lo usan con la nariz por fuera. ¿Les provocó un cambur? Se bajan el tapabocas. Ah… les pican los ojos… una rascadita no mata a nadie… ¿cierto?.

Caramba… no es nuestra intención reproducir las innumerables advertencias sobre el buen uso del tapabocas, las diferentes formas de mantener limpias las manos, lo importante de no tocarse las mucosas y la necesidad de quitarse la ropa y los zapatos apenas llegar. Acá lo que Usted sí me tomaré el atrevimiento de decirle, estimado lector, es una sola cosa: La responsabilidad es individual, y en su defensa (ante el virus) no podrá alegar su propia torpeza. Es su decisión, y si no lo hace por usted, hágalo al menos por sus seres queridos. Ya llegarán tiempos mejores.

Dios bendiga a Venezuela.

Víctor Jiménez Ures.