César Pérez Vivas: El documento de los Obispos

César Pérez Vivas: El documento de los Obispos

EL pasado martes 11 de agosto de 2020, la presidencia o mesa directiva de la Conferencia
Episcopal Venezolana hizo público un comunicado, con ocasión de la convocatoria formulada
por el régimen a elecciones de la Asamblea Nacional.

El comunicado generó una oleada de opiniones en diversos sectores de nuestra sociedad.
No es para menos. Los venezolanos, en su inmensa mayoría, somos miembros de la iglesia
Católica. Los obispos, sacerdotes y religiosos de nuestra iglesia se han ganado, por su obra,
trayectoria, conocimientos y comportamiento, el respeto y afecto de nuestra sociedad. Una
opinión, una recomendación y/o un reclamo de un prelado o de su institucionalidad, siempre
merece y debe ser oído con atención. En el caso presente estamos en el deber de examinar
su contenido para tomar todo lo positivo que el contiene, así como expresar nuestra
conformidad o desacuerdo, en caso de existir alguna.

En el caso que nos atañe con mayor razón estamos en el deber de hacerlo, pues no se trata
de una individualidad sino de la directiva de la conferencia. Si bien la materia objeto del
comunicado no está referida a los dogmas de la fe, caso en el cual, para los políticos cristianos,
sería de obligatorio acatamiento; si son temas concernientes a la vida social y política
frente a los cuales es legítimo disentir. Bien lo señaló en un mensaje Monseñor Ubaldo Santana:
“El comunicado de la Presidencia de la CEV ha provocado disensos. Algo legitimo porque se trata
de materia política no doctrinal.”





Este comunicado debemos examinarlo, en concordancia con los demás documentos que sobre
la crisis venezolana, ha producido el episcopado. También debemos estudiarlo a la luz de la
rica doctrina social de la iglesia, que nos ofrece elementos fundamentales para orientar
nuestro quehacer político. Ello no quiere decir que en un momento dado, no podamos tener
una interpretación o lectura distinta, cuando por conocimiento o interpretación de un hecho
político o social, lo consideremos pertinente.

La diversidad de opiniones suscitada fue tal, que desde el aparato de propaganda de
la dictadura en TV y radio, las cuentas oficiales de redes sociales del PSUV, hasta otros
pastores y teólogos, produjeron declaraciones, comentarios u opiniones relacionadas
con el mismo.

Ello nos indica que hubo temas o ideas que no quedaron claras en dicho comunicado. El
epicentro de la tormenta está en el punto 4 de dicho documento, que textualmente expresa:

“Ante esto, un grupo importante de líderes y de partidos políticos ha expresado su voluntad
de no participar en las elecciones parlamentarias. Esto no basta, deben asumir la
responsabilidad de buscar salidas y generar propuestas para el pueblo que durante años
han creído en ellos, pues la sola abstención hará crecer la fractura político-social en el país y
la desesperanza ante el futuro. Esta decisión de abstenerse priva a los ciudadanos
venezolanos del instrumento válido para defender sus derechos en la Asamblea Nacional.
No participar en las elecciones parlamentarias y el llamado a la abstención lleva a la
inmovilización, al abandono de la acción política y a renunciar a mostrar las propias fuerzas.
Algo semejante pasó en diciembre de 2005, y no tuvo ningún resultado positivo. A pesar de
las irregularidades, la participación masiva del pueblo es necesaria y podrá vencer los
intentos totalitarios y el ventajismo de parte del gobierno”.

Debo expresar los puntos donde tengo una lectura política diferente a los de la directiva de la
Conferencia. En primer lugar. Respecto de la tesis de que la abstención “priva a los ciudadanos
venezolanos del instrumento válido para defender sus derechos en la Asamblea Nacional” es
absolutamente valida, si estuviésemos en una democracia que respete las competencias de los
poderes del estado. En una dictadura, como la que padecemos, eso no es posible.
Por el contrario los ciudadanos se frustran al ver que el poder legislativo no es acatado, ni
respetado, pues los diputados no pueden ejercer sus funciones. Lo que realmente priva a los
ciudadanos “del instrumento válido para defender sus derechos en la Asamblea Nacional” es la
soberbia conducta autoritaria de quienes usurpan el poder, imponiendo por la fuerza un sistema
contra la constitución y la justicia.

En segundo lugar debo expresar que esta elección parlamentaria, en lo particular, por la forma como
está ya diseñada, y por la situación política existente, no van a permitir “mostrar las propias
fuerzas”, como se afirma. Estamos frente a un plan expresamente diseñado para que esa fuerza
no se pueda mostrar, mucho menos se pueda hacer valer, ya en el campo de la conducción del
estado. Por la misma razón, entonces, “la participación masiva del pueblo” NO “podrá vencer los
intentos totalitarios y el ventajismo de parte del gobierno”, pues ya no son intentos totalitarios, ya
es totatilitario; y ya no estamos frente a un “ventajismo”, estamos frente al fraude abierto y
declarado. Son situaciones, evidentemente diferentes.

Y en tercer lugar mi diferencia con el comunicado está en la homologación que hacen de la
abstención ocurrida en las elecciones parlamentarias de diciembre del 2005 (donde efectivamente
fue un error nuestra no participación), con la situación actual. Son dos momentos distintos, dos
situaciones diferentes. Por lo tanto la respuesta ante la presente situación debe tener en cuenta esa
realidad. En mi columna del pasado 5 de los corrientes, titulada “La circunstancia electoral”
desarrollé en detalle ambos casos, resaltando las diferencias entre ambos escenarios políticos.
A ella me remito para no agotar mi espacio de esta nota.

Ciertamente como lo ha señalado el teólogo Rafael Luciani, en escrito posterior, “en ningún
momento el comunicado habla de ir a “votar o no”. Luciani tiene razón en su afirmación, y en su
referencia a lo que él estima medular del comunicado: “la celebración de elecciones libres, justas e
imparciales con participación de todos los partidos y movimientos políticos….” El teólogo afirma en
su escrito: “los obispos no plantean el dilema entre el voto y la abstención. Sería una posición
simplista.” Lamentablemente esta idea medular no quedó clara del referido comunicado.

A mi modo de ver la dirigencia democrática opositora, en general, y los demo cristianos, en
particular, debemos oír el llamado de nuestros obispos a un mayor compromiso con el pueblo
que sufre los estragos de la tragedia humanitaria. También debemos atender la observación de que
nuestras decisiones no signifiquen una renuncia a la lucha política pacífica para lograr el cambio y la
restitución de la democracia.

El mensaje de que la sola abstención “NO BASTA”, es cierto. Representa una exigencia de
una acción más enérgica, más eficiente y creativa en el campo de la política.
Reiterando una doctrina tradicional en la iglesia, insisten en soluciones pacíficas, en respuestas
políticas a la grave tragedia que vivimos los venezolanos. En esa dirección se inscribe nuestro
entusiasta respaldo a la tesis de exigir una “consulta plebiscitaria” alternativa al fraudulento evento
anunciado.

Más allá de estas observaciones es importante ratificar nuestra valoración altamente
positiva de la orientación y de la palabra de nuestro episcopado. Son venezolanos
honorables, auténticamente angustiados por el destino de nuestra nación.

Por ello es menester, al rescatar la esencia de su mensaje, rechazar el extremismo
y el oportunismo de quienes solo quieren que la iglesia se haga eco únicamente de sus
opiniones; o de quienes se agarran de una expresión o frase, fuera del contexto general,
para justificar censurables conductas.

El extremismo evidencia fanatismo e inmadurez. Acusar a nuestros obispos de “claudicación”,
de ingenuos que “caen en la maniobra de la tiranía” para llevarlos a producir “un cambio total
en la posición de la CEV” , no hacen un justo examen de la trayectoria de nuestra iglesia, y abonan a
generar un clima nada propicio al diálogo y respeto que debemos tenernos, todos los venezolanos
amantes de la paz y promotores de un cambio, para el rescate democrático de nuestra patria.

El oportunismo también saltó tras el documento. Personajes ya conocidos, por sus deleznables
contubernios con la dictadura, salieron de inmediato a celebrar como si la iglesia les estaba
aprobando su conducta de operadores de la dictadura. Nada más lejos de esa manipulación es el
comunicado. Al contrario el mismo es claramente condenatorio de esas conductas.

El llamado de la iglesia a no abandonar la lucha política, a participar en ella, así como su
interpretación de la significación de la abstención, no representa para nada un aval a los
diputados que se confabularon con el régimen para asaltar la Asamblea Nacional e instalar,
por la fuerza, una directiva espuria.

Tampoco es un aval para los actores políticos que vienen, desde hace algún tiempo,
sirviendo de agentes divisionistas y colaboradores en la estrategia continuista de
la dictadura. Varios de ellos ofrecieron declaraciones, escribieron artículos o enviaron sus
cartas a los obispos “felicitándoles” por su acertada decisión de llamar “a participar y a votar
en las citadas elecciones parlamentarias.”

En conclusión debemos rescatar los elementos claros y puntuales de dicho documento.
Por lo tanto estamos en el deber de denunciar el fraude en marcha. Denunciar, no solo a
la dictadura que diseña ese fraude según sus intereses, sino incluir en la denuncia a
quienes están ejecutándolo. No solo funcionarios del TSJ y del CNE, sino los agentes
políticos, que presentándose como “dirigentes de la oposición”, son en verdad operadores
de Maduro y su camarilla en la implantación de dicho fraude.

A la par, debemos diseñar y ejecutar la hoja de ruta, para movilizar al país frente al fraude.