El triste secreto sexual que avergonzó a Napoleón Bonaparte hasta su muerte

El triste secreto sexual que avergonzó a Napoleón Bonaparte hasta su muerte

Foto: Archivo ABC

 

Cuenta la tradición (a caballo entre la realidad y la leyenda) que, cuando Napoleón Bonaparte dejaba a un lado las batallas y regresaba a su hogar, solía enviar una carta a su todavía esposa Josefina de Beauharnais pidiéndole algo más que repugnante, pero que satisfacía sus más bajos instintos: «Vuelvo en tres días. ¡No te laves!». Esta no es la única cruz (verdadera o ficticia) con la que carga a día de hoy el «Pequeño corso». De él se ha afirmado que era un adicto al sexo oral, que era un inepto en la cama (esta última afirmación, realizada por el popular historiador Andrew Roberts) o que carecía de la virilidad necesaria para satisfacer a su esposa en la cama.

Por ABC





A día de hoy resulta difícil saber hasta dónde llegan los tentáculos de las falacias. Sin embargo, en lo que al tema amatorio del Sire se refiere, existe una duda que sobresale por encima del resto y que trae de cabeza a los expertos: ¿Perdió Napoleón Bonaparte la virginidad con una prostituta? La cuestión navega en la incertidumbre por culpa de una carta fechada en noviembre de 1787. Una brevísima misiva en la que el «Pequeño corso» narra el encuentro que mantuvo con una meretriz en París. «Este texto es tomado por la mayoría de los historiadores al pie de la letra, pero es posible que el relato sea ficticio, solo un ejercicio de imaginación de la pluma», explica el profesor de Historia Moderna Philip Dwyer en su obra «Napoleon: The Path to Power 1769 – 1799».

Triste infancia

Nacido en Córcega en 1769, Napoleón Bonaparte tuvo la suerte (y la desgracia) de ser un niño brillante y un verdadero amante de la lectura. Gracias a ello se versó durante años en los clásicos y logró una cultura mucho más elevada que la de cualquiera de sus compañeros de clase.

Pero, por pasarse horas disfrutando de los textos, adquirió una cierta timidez que, posteriormente, le pasó factura en su vida sexual. Estos problemas se acrecentaron, tal y como afirma Albert Manfred en su obra «Napoleón Bonaparte», por su escaso talento natural para las relaciones sociales: «Su pobreza, su falta de soltura en el mundo y su torpeza provinciana parecían neutralizar sus talentos naturales». El autor se atreve, incluso, a afirmar que el «Pequeño corso» estaba «lejos de tener éxito en casi todo».

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