Manuel Barreto Hernaiz: El lecho de Procusto

Manuel Barreto Hernaiz: El lecho de Procusto

Dice la leyenda que cuando Procusto fue tomado para medirlo en su lecho, él tampoco daba la medida

Los mitos griegos están más vivos que nunca en este insólito, vertiginoso y ahora pandémico siglo XXI. El conocerlos, más que entretenernos, nos permite entender lo absurdo de nuestro presente. Procusto – a quien también se le llamó Damastes- era un terrible y sanguinario personaje de la mitología griega, maniático de la uniformidad y de las dimensiones humanas. Le molestaba que los hombres no fuesen todos iguales. No toleraba ni los enanos ni los altos. Él quería imponer la igualdad. Era una especie de comunista utópico de su época y nunca llegó a comprender el viejo proverbio: No se es superior porque se tiene más inteligencia, sino porque se sabe emplearla.

Nos narra el mito que viajero que transitaba los caminos de Eleusis y caía en manos de Procusto era primeramente desvalijado -una primera forma de imponer la igualdad, muy vigente en estas latitudes nuestras- y luego acostado en un catre, que pasó a la historia con el nombre de el “lecho de Procusto”. Si el desdichado cabía exactamente en la cama, podría dejar de serlo y retirarse felizmente. Pero si resultaba más “cunene” era dolorosamente estirado hasta alcanzar el tamaño del famoso lecho (en griego antiguo la palabra _Prokustes_ significaba “alargador”) y si era más alto, se lo emparejaba serruchándole las piernas, buscando la justa dimensión. Todo terminó cuando Teseo, quien viajaba por ese camino de Atica, fue invitado por Procusto. Al acostarse en el lecho, Teseo se colocó de través, en lugar de hacerlo a lo largo como todo el mundo. Esto desconcertó tanto a Procusto que Teseo pudo atacarle con su espada, partiéndolo en dos mitades exactamente iguales. Procusto se ha convertido en un símbolo de conformismo y uniformización. Una cama o lecho de Procusto es un estándar arbitrario para el que se fuerza una conformidad exacta. Este mito es muy utilizado por distintas ciencias, que lo aplican con el fin de ejemplificar el uso arbitrario, sesgado y autoritario de la información con que se trabaja, en función de aceptar ciertas hipótesis. Por ejemplo, una teoría procustea deforma los hechos para hacerlos encajar, aún forzando su naturaleza, en un cierto patrón ideológico. Esta alegoría se aplica principalmente a aquellos dogmáticos que se empeñan en ajustar de un modo forzado y violento una idea determinada a su propio criterio o a una norma preestablecida. La propia definición del síndrome de Procusto ya deja claras sus negativas consecuencias: “lo padecen aquellos que cortan la cabeza o los pies de quien sobresale”.





Los estudiosos de estos asuntos nos hablan, por ejemplo, de la _Falacia ad hominem_ : se ataca a la persona en lugar de rebatir sus argumentos.

Así como también nos hablan de la _Falacia ad populum_ : apelar a las emociones de una multitud. Una vez más se escuchan los desentonados cantos de sirena que entonan una perversa melodia: Ya el encanto de Juan Guaido se acabó. Ya tratan de acomodarle su lecho de Procusto tropicalizado. Lamentablemente caen en la juegarreta del régimen y sienten próximo el momento de desplazar a Juan Guaido. Se empeñan en no reconocer su gallarda trayectoria, su compromiso y su comprobado coraje; y el reconocimiento logrado por más de sesenta paises y organismos internacionales. ¿Por qué dudar de su sincera rectificación ante los fracasos que se le han presentado?
¿Acaso no ha dado muestras de humildad, mucha humildad, para reconocer los desaciertos?
Sin embargo, nuestros emulos de Procustos se empeñan en buscar una artimaña, un subterfugio, para enlodar la tenaz y perseverante labor que viene realizando.
Parecen olvidar que el régimen no descansa en su maldad. Como tambien parece que olvidan que es la Asamblea Nacional la institución legitimada para guiar esta dura lucha que se está librando para salir de esta tiranía y rescatar nuestro carajeado país.

Por eso se suele decir el lecho de Procusto, cuando alguien pretende forzar la realidad para que quepa en su modelo. Más específicamente se habla del lecho de Procusto en relación con la inescrupulosa conducta de quienes pretenden acomodar la realidad a la estrechez de sus intereses. Intereses que no les permiten ver ni la grandeza ni la dimension de este hombre, que logro mantener viva y altiva la esperanza de toda una nacion.
Atacar Juan Guaidó en la víspera de unas fraudulentas elecciones parlamentarias es un acto injusto e inaceptable y una canallada, después de tanto sacrificio…

Manuel Barreto Hernaiz