Salario integral en Venezuela solo sirve para gastarlo en uno o dos alimentos básicos

Una mujer cuenta bolívares en efectivo en un mercado popular, el 30 de julio de 2020, en Caracas (Venezuela).  EFE/ Rayner Peña R

 

Un salario mínimo no aguanta ni para un solo producto de la canasta básica: un capítulo de decadencia del ingreso del venezolano, que desde hace cinco años ha seguido un camino en pendiente y que en este fin de año repercute en los otrora esperados aguinaldos, pues la equivalencia de 4 veces la mensualidad, este año se mantuvo.

Por Freddy Omar Durán / lanacionweb.com





Para Gloria Martínez, docente jubilada, “ya casi me olvidé de lo que me están depositando, aunque lo engordo un poco con lo de los bonos, que es un poco más y me da alivio cuando alcanzó a completar para un kilo de carne”.

Agregó que sus gastos personales los cuadra con los pesos que recibe por otro trabajo. “Tengo una nevera dañada por los bajonazos de luz, mi carro parado, y arreglos en mi baño pendientes, y hasta allá no llego, porque encima de todo. a los técnicos les da por cobrar en pesos lo que les provoca”, dijo.

Llegado octubre, Martínez recuerda con nostalgia esos tiempos en que ser trabajador público era un privilegio, y eso se sentía especialmente en las épocas decembrinas, cuando ella pasaba por las grandes tiendas y los vendedores, con una sonrisa en la cara, le preguntaban “¿usted es trabajadora del Ministerio, verdad?

—Hace seis años -dice Martínez-, me acuerdo, con mis dos primeros meses de aguinaldos pude adquirir una cámara Samsung, una bicicleta de ejercicio y una tablet, y me quedó dinero para los estrenos de diciembre. Todavía tengo las facturas que así lo corroboran. El comercio estaba pendiente de que llegaran los profesores a comprar, y le preguntaban a uno: “¿les llegaron los aguinaldos?; vengan para acá, les ofrezco algo más económico”.

En su relato, narró que si de casualidad le faltaba algo de dinero, lo cargaba a las tarjetas de crédito, que las iba pagando con los bonos que llegaban después.

“Hoy en día, las tarjetas de crédito las tiene uno de adorno, en la billetera. Otros profesores acumulaban, que les cayera todo el aguinaldo, para en diciembre cambiar de carro, o una nevera o una cocina; quien no tuviera carro, con un sacrificio a lo largo del año podía obtenerlo”, declaró.

Aunque le adelantaron las Navidades por orden presidencial, esa noticia la recibió sin emoción y, simplemente, fue a una tienda a agotar lo recibido.

—Ahora me adelantaron un mes, que me alcanza para un kilo de arroz y 800 gramos de carne; o una harina y un cartón de huevos. Actualmente, mis colegas se mantienen con tareas dirigidas o con remesas familiares -aseguró-.

Todo costoso

Tomando exclusivamente el sector alimentación, y teniendo en cuenta que el salario mínimo se mantiene desde mayo en 400 mil bolívares, tenemos que un paquete de harina Pan ya lo ha superado, a 500 mil bolívares; igual como lo ha hecho la harina de trigo en su presentación de un kilo, o un cuarto de kilo de café; una mayonesa, o medio kilo de margarina, ya lo han duplicado a 800 mil; una pasta de medio kilo se le empareja a 400 mil, y a este valor se equiparan dos kilos de sal, un kilo de azúcar o un frasco pequeño de salsa de tomate.

En términos de artículos de limpieza, por ejemplo, un salario mínimo en Venezuela alcanzaría para tres jabones chinos, litro y medio de cloro, pero no para un kilo de detergente.

Precios que, expresados en pesos, nos hablan de una inflación estabilizada, al menos en lo que a víveres y verduras se refiere, y que por lo tanto puede solventar una entrada en divisas, suerte que al menos por vía laboral no a muchos tachirenses toca.

En el Táchira, gracias a una economía subterránea fluyen pesos, lo cual no significa una posibilidad de enriquecerse, menos de ahorrar, menos de darse algunos gustos: solo se trata de sobrevivir, solo de trata de no tener razones para acompañar la romería de venezolanos que se precipitan sobre suelo extranjero.

Esa decadencia del salario mínimo se puede medir por múltiples parámetros, el más usado es la comparación usando como base el dólar: en octubre alcanzó el triste récord de ponerse por debajo del dólar, es decir, ya hay que hablar del salario mínimo en términos de centavos de dólar; mientras que hace 10 años se situaba en 213 dólares, una inflexión hacia abajo que venía desde el 2006, donde se alcanzó el tope de 237 dólares, aun con un clima político conflictivo en el país, y en recuperación de unos años atrás, de un paro petrolero.

Pero no es el único marco de referencia para evaluar la rodada por el abismo económico, pues hay otros menos “abstractos” y que pueden ser cotejados directamente por el consumidor.

Las quejas de la clase trabajadora y de los analistas nos pueden dar un baremo válido. Una revisión, por ejemplo, a Diario La Nación, y otros diarios de circulación regional y nacional, puede dar fe del declive, pues si bien siempre han existido quedas respecto a la insuficiencia del salario mínimo, al menos se le confiaba años atrás, al menos, la adquisición de un humilde mercado.

Eran tiempos en que hablar de transacciones en pesos o dólares era anatema, pues se estaba exponiendo a la economía a la manipulación externa, entre otros argumentos.

Año 2015

Para 2015 se desató una polémica alimentada por la declaración oficial de que Venezuela gozaba del salario mínimo más alto de Latinoamérica, mientras la oposición afirmaba que era uno de los más bajos del mundo, y efectivamente, la idea se sustentaba con la existencia de productos subsidiados, distribuidos a través de la red Mercal y Pdval. Con un salario mínimo, por ejemplo, según reporta El Confidencial, se podía adquirir 148 kilos de pollo regulado, y 18 kilos en la mayoría de las carnicerías; con alrededor de 2 salarios mínimos se podía cancelar un arriendo de un apartamento, mientras que hoy en día, con 50 no sería suficiente.

Año 2016

En 2016 los billetes inundaron al país, y en un mes se podía pasar de ser clase media a pobre; el bono de alimentación duplicó al salario mínimo y marcado fuertemente por la escasez de muchos productos que ni el bachaqueo podía cubrir, y tenía que contarse con lo importado a alto precio. Aun así, con dos días de salario mínimo se podía comprar un paquete de harina Pan, una mantequilla y un paquete de arroz, a montos muy encima de los regulados.

Año 2017

En 2017, la quimera de los productos subsidiados estaba casi extinta, y el fantasma de la escasez superado; pero una semana de salario mínimo apenas si alcanzaba para una harina Pan, un arroz, un azúcar y un kilo de pasta.

Año 2018

Mientras que en 2018, en una economía ya dominada por divisas, la mensualidad en bolívares perdía su capacidad de ser siquiera un patrón de la calidad de vida del venezolano.