Luis Alberto Buttó: Los caminantes

Luis Alberto Buttó: Los caminantes

Luis Alberto Buttó @luisbutto3

Sin duda alguna, es inmenso el grado de desesperación que empuja cada día a miles de personas a dejar atrás el techo donde se cobijan, la cama donde duermen, la mesa donde se sientan, los afectos que les rodean, para lanzarse a caminar, por momentos sudorosos, por momentos ateridos, pero siempre cansados, en la persecución de un destino que, por más incierto que sea, están convencidos tiene que ser mejor que el que les condena en su propia tierra. Emprender la marcha para cruzar fronteras es una acción que habla por sí sola de la obligada preferencia que sienten por las lágrimas que derramarán en el camino a las muchas o pocas sonrisas con que se topan en casa. A partir de las primeras, ellos esperan poder comer. Con las segundas aprendieron que no pueden hacerlo.

Las imágenes de los ahora llamados caminantes venezolanos proporcionan una nueva lectura de los versos de Antonio Machado que hacen referencia a la construcción del camino que nace del andar. Lectura, por cierto, nada bonita, nada poética. Así, más allá de la interpretación conceptual que se le pueda dar al fenómeno, más allá de los diagnósticos sociales que con propiedad explican sus magnitudes, causas y/o consecuencias, la verdad que estalla frente a los ojos del que no quiera dárselas de idiota o indolente, es el doloroso drama humano que decide manifestarse a como dé lugar, en igual proporción al hecho de que no puede ser escondido por quienes desde la ideologización de la realidad pretenden hacerlo. En esto último, mientras los más sufren, porque es lo único que les queda, los menos mienten, porque es lo único que saben.

Es una desgracia cuya intensidad se incrementa cuando se comprende a cabalidad las motivaciones que la generan. Al final del día, si de algo están convencidos estos hermanos lanzados a deambular en medio de la extrañeza de la vía que recorren, es que malviven en una sociedad por completo desmembrada, razón por la cual la esperanza que abrigan se reduce al conteo de los días que les faltan para materializar el escape que sueñan. Hermanos que en su abrumadora soledad no tienen nombres a ser reseñados en medios de comunicación y redes sociales, quizás porque su partida no califica para la espectacularidad. Cosas de la vida, otra manera de negarles visibilidad.





Visto el asunto en su particularidad, quizás sobren los esfuerzos intelectuales por dar a conocer la tragedia a la que han reducido a la sociedad venezolana la perfidia y la incompetencia. Los expertos en el tema alertan que la diáspora nacional constituye el flujo migratorio más importante del continente y se cuenta entre los primeros del mundo. Es el reflejo de gente que, con sobrada razón, siente que allí, donde sea, encontrarán las posibilidades de vida que aquí se les arrebataron. El país se les volvió una pesadilla y tratan de despertarse sin que las carencias les marquen las horas siguientes. Si algo ilustra la crisis nacional son los bolsos echados en la espalda de nuestros caminantes. Sí, nuestros, no de más nadie. Aclaratoria pertinente porque si algún compromiso se desprende al contemplar tan entristecedora película debería ser el de pintar un horizonte emergente. Un horizonte que no se imagine a lo lejos. Un horizonte que termine en las calles que los caminantes se vieron impelidos a abandonar.

Un país que no sea puerta de escape. Con eso me conformo.        

@luisbutto3