Julio Castellanos: Situarse en el contexto

La previsible victoria de las fuerzas democráticas en 2015 provocó que el régimen autoritario de Venezuela, que hasta entonces era lo que mis colegas denominan un “autoritarismo competitivo” (es decir, una dictadura con suficiente respaldo popular como para atreverse a competir electoralmente sin menoscabo de la utilización de sus inherentes arbitrariedades y su grosero ventajismo), derivara en un régimen autoritario con vocación totalitaria tras verse privado del respaldo de los ciudadanos. La elección de los “Magistrados Express”, el desconocimiento de la victoria de los diputados indígenas, la imposición de un “desacato” a la Asamblea Nacional, el establecimiento de una Constituyente sin observación de los requisitos constitucionales, la ilegalización de los partidos políticos, el posterior secuestro de sus tarjetas y la elección de un CNE sin los procedimientos constitucionales para tales efectos son todos capítulos del libro madurista del Golpe de Estado.

Frente a ese Golpe de Estado, América, Europa y algunas naciones asiáticas, todas democracias, decidieron desconocer al poder usurpado, es decir, al gobierno de facto. El Parlamento, asediado, con diputados presos, exiliados y perseguidos, pero único poder público legítimo, emprendió la tarea de la resistencia frente a la dictadura y desde el 2015 están evitando que se cierre la “bóveda del miedo”, es decir, que la dictadura logre controlar, con la letal combinación de miseria, represión y censura, todo vestigio de autonomía individual. Eliminar incluso el derecho a pataleo y solo dejar disponible el derecho al aplauso. Aprender a tener miedo de hasta lo que se piensa.

Este es nuestro contexto, nuestra realidad, nuestra verdad. Al momento de escribir estas líneas, todos los diputados están bajo la amenaza de ser violentamente desconocidos (y por tanto objeto de una intensificación de la persecución en su contra) tras la celebración de unos comicios totalitariamente controlados, sin oposición real, que nos conducirán, de efectuarse, al completo aislamiento internacional y, aún peor, reducirnos a la condición de satélites extracontinentales de Rusia y China.





Pero los desubicados de siempre, los frívolos acomodados, los militantemente apolíticos, los inquebrantables indiferentes al drama que vive el 80% de los ciudadanos empobrecidos, insisten en evaluar a la resistencia dirigida por Juan Guaidó y al G4 con los estándares de la normalidad institucional propia de contextos más propicios y al régimen militar, reo de las peores violaciones de DDHH de la que se tengan memoria en el continente, los juzgan con la benevolencia de ser solo un gobierno malo. Insisten hasta en equipararnos moralmente con las generalizaciones del tipo “de lado y lado” jugando a la comedia de la objetividad y la ecuanimidad en un contexto dónde es imposible ser indiferentes, entre la civilización y la barbarie, entre el oprimido y el opresor.

No insistiré en criticarlos o denunciarlos porque tales nulidades políticas, pese a su importancia mediática, no tienen la reflexión y la meditación entre sus fortalezas. Pero es claro que nadie se salvará si el régimen militar logra cerrar la bóveda del miedo. Nadie. Ni los colaboracionistas, ni el empresario concentrado en el negocio, ni el estudiante concentrado en estudiar, ni el trabajador concentrado en trabajar, ni todos los que repiten, como mantra, “sino trabajo no como” porque incluso trabajando no comerán sino lo que el régimen este dispuesto a dar como limosna.

La resistencia frente al Golpe de Estado puede que no sea corta, puede que el fracaso total esté a la vuelta de la esquina y puede que termine siendo esta la causa que a muchos nos llevará a la tumba sin reconocimiento, en el olvido y en el silencio. Ese riesgo no nos debe hacer retroceder a los que actuamos conforme a lo que pensamos. Es preferible estar lejos del martirio, pero a veces, como la presente oportunidad, los pueblos que le huyen al sacrificio son perseguidos por este, cuál fantasma, para darnos todos sus castigos y ninguno de sus premios.

Pero, incluso si ver posibilidades de triunfo, con la espesa niebla que nos impide distinguir entre el camino certero y el abismo que tenemos a solo pasos, la resistencia continuará su lucha, la lucha nacional, por la liberación y la democracia. Si otros decidieron ver este drama como espectadores espero que, al menos, disfruten la función.

Julio Castellanos / [email protected] / @rockypolitica