William Anseume: ¿Como denominar a un conglomerado criminal?

William Anseume: ¿Como denominar a un conglomerado criminal?

Ante el conglomerado criminal que sostiene de manera fraudulenta y tenaz (por la vía armada y otros mecanismos de coerción-dominacion) el poder en Venezuela, surgen dudas permanentes al momento de denominarlo, bien sea en los más altos, medios o bajos niveles. No debemos albergar dudas de que hay que marcar lingüísticamente la notable diferencia, la extrema diferencia, que existe entre esto que usurpa poderes y el respeto, la dignidad en el tratamiento que merecen en el resto de los países, y en nuestra historia republicana, quienes orgullosamente han llevado la dirección de la nación que representan, representaron, o de cargos menos ampulosos.

En el decálogo, al final de su análisis respecto al derrocamiento de Marcos Pérez Jiménez, Óscar Centeno Lusinchi señala, entre otros aspectos, en su emblemático libro, certeramente denominado ¿Cómo tumbar un dictador?, que a los dictadores hay que perderles definitivamente el respeto. De eso se trata y más.

Últimamente, ante las dudas que a todos nos acosan con esto al escribir o hablar publicamente (yo mismo he caído en deslices posteriormente increpados con justa razón, por otros o por mí mismo). Lo primero es partir de que no merecen respeto alguno. Puede usted, por consideración a sí mismo y/o a los demás, evitar términos malsonantes o extremadamente vulgares, groseros, dependiendo del contexto siempre, obviamente. Un alto representante del gobierno estadounidense decía hace poco que no puede llamárseles siquiera dictadura, cuando se trata de un conglomerado criminal. Y de eso tratamos, de un pegoste de asesinos. Ya “dictadura” ni siquiera les calza, es suave y hasta generosa palabreja, resulta dúctil, humana, en comparación, a pesar de sus múltiples excesos también condenables.





Escribo esto por mí y porque últimamente en el gremio mayor al que pertenezco han surgido hasta ofuscadas, por la otra parte, diatribas al respecto, a propósito de una comunicación pública y oficial en la que yo solicitaba que no se apelara como ministro al sátrapa que rige de manera impuesta los “destinos” universitarios. Accedió nuestra colega a modificar, de mala gana, que aún perdura, el texto. Más recientemente le hice sugerencia similar a quienes acuden a ministerios a dar reclamos; antes lo hice con los estudiantes. Eso significa “reconocerlos” injustamente para nuestra poblacion, para nosotros mismos y para quienes en otras latitudes y en nuestra accidentada historia (creo que todos los países la tienen así – accidentada-, pero tal vez no todos tanto como nosotros).

Si el mundo civilizado, democrático, no reconoce al conglomerado criminal, si juramos, incluso, públicamente, desconocerlo y luchar por la libertad (aunque algunas veces se olvide esa jura, a propósito), si tenemos a bien exaltar la existencia de otros en esos altos cargos, ¿por qué endilgarles una dignidad tan inmerecida que nos lesiona?

Las cosas y sujetos por su nombre, por lo que los define y clarifica ante los demás, ante el mundo y nosotros, lo que verdaderamente son, sin ambages ni ocultamientos. Nada de presidente, nada de ministros, nada de alcaldes o gobernadores. Sino: “quien usurpa”, “quien está arbitrariamente ahí”, por la fuerza, porque unos militares así lo quieren, con apoyo foráneo, el mínimo e indeseable, pero suficiente para atarugarlos ahí.

Conglomerado criminal, régimen, tiranos, asesinos, criminales, sátrapas, además de muchas otras formas lingüísticas apelativas: “quién detenta malamente”, “quién funge de”, y así, varias maneras de apelar a ellos marcando, señalando, el hecho de que los desconocemos, o que los reconocemos como lo que son: asesinos y cómplices de asesinos. ¿Acaso no leímos el informe ONU y conocemos muchos otros casos vívidos de todos estos años? Las cosas y seees por su nombre, para no confundir (nos).