Régimen de Maduro no tiene cómo responder a clamor de dolarizar los salarios y las pensiones

Régimen de Maduro no tiene cómo responder a clamor de dolarizar los salarios y las pensiones

Un vendedor cuenta bolívares venezolanos mientras vende hielo granizado durante una protesta de trabajadores del sector de la salud debido a la escasez de medicamentos y por salarios más altos, fuera de un hospital infantil público en Caracas, Venezuela. REUTERS / Marco Bello TPX IMÁGENES DEL DÍA

 

Nadie quiere al bolívar. Los billetes soberanos quedaron para artesanías y confeti. Hasta el mismo régimen de Nicolás Maduro, que por tantos años despotricó contra el dólar, usó la moneda estadounidense como referencia cuando fijó los precios de 27 productos básicos en abril.

Por: Carlos Seijas Meneses | Tal Cual

La apertura cambiaria, que inició con la derogación de la Ley de Ilícitos Cambiarios en 2018, aceleró un proceso de dolarización de facto que ya venía gestándose por la hiperinflación, que este noviembre de 2020 cumple tres años machacando el valor y la confianza en el bolívar.

Hoy, al menos la mitad de las transacciones se hacen en divisas. Cuando alguien recibe bolívares rápidamente busca cambiarlos por algún producto o por dólares. Incluso puede perder si espera hasta la tarde del mismo día. En supermercados, farmacias, panaderías, tiendas de ropa, peluquerías, ventas de electrodomésticos y aparatos electrónicos, bodegones, restaurantes, y hasta en los buhoneros se paga con verdes.

Pese a esta realidad, el régimen de Maduro ha dejado claro que no está en sus planes renunciar al bolívar y dolarizar oficialmente la economía, el clamor de trabajadores públicos y de pensionados, los más golpeados por la crisis hiperinflacionaria y el fenómeno de desigualdad que ha generado el creciente uso del dólar.

«¡Dolarizaron todo menos mi sueldo! ¡Menos mi sueldo!», gritaba una educadora ante guardias nacionales en una protesta el 21 de octubre. «Un mes de aguinaldo fue 1.500 bolívares (1,5 millones de bolívares). ¿Qué compré? ¿Ah? ¿Qué compré? Medio cartón de huevos, una harina y media mantequilla. No es justo, no es justo. Y no me voy a ir de aquí de mi país. ¡Quiero comer bien! No es posible que todas las mañanas me levante y no tenga qué darle a mis hijos. ¡No es posible! ¿Hasta cuándo?».

Lee la nota completa en Tal Cual.

 

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