Pedro Carmona Estanga: Educación y Covid-19

Pedro Carmona Estanga

La pandemia ha borrado un año casi entero de nuestras vidas, y continúa atacando en una segunda oleada, con igual o más fuerza que en la primera, especialmente a EE.UU., Europa, Brasil, India y México, con terribles secuelas en términos de destrucción económica, pobreza y desempleo. Pese a tan graves males, tratemos de ver otra cara de la moneda, como ha sido la aceleración de profundos cambios en las formas de relacionamiento económico y social del humanidad, tales como el comercio electrónico, el delivery, el teletrabajo, la reducción de reuniones físicas y viajes de negocios, las excelentes conferencias on line que se han multiplicado, los cambios en medios de locomoción, la valoración de la vida familiar, y la educación a distancia.

En este último aspecto, la educación, tan crucial para el futuro de las naciones, si bien los presupuestos domésticos se han visto afectados por la crisis, se ha generado un vuelco hacia el uso de las plataformas tecnológicas, sea en educación virtual, o presencial tecnológicamente asistida, y con ello un cambio en los métodos pedagógicos tradicionales, así como en el énfasis hacia programas o materias basados en las nuevas realidades: transformación digital, manejo masivo de datos, Gerencia 4.0, marketing digital, métodos ágiles, innovación, y educación por competencias.

En la Universidad Sergio Arboleda de Bogotá en forma general, y en la Escuela Prime Business School a la cual tengo el honor de pertenecer, se ha asumido la revolución 4.0 como un reto que no da espera. A manera de ejemplo, en pocas semanas se desplegó un intenso esfuerzo para certificar a más de 300 docentes como “Docentes virtuales exitosos”, se han reorientado los contenidos programáticos, y se han creado nuevos programas como una Maestría en Gestión de la Innovación y Emprendimiento Digital, y numerosos programas de educación continuada en temas como Transformación Digital y Negocios, Inteligencia Artificial, Internet de las Cosas, Publicidad Digital y muchos otros, amén de varias asignaturas electivas en las Maestrías, con certificación internacional. Son temas en los cuales hay que colocarse a la vanguardia, sin que ello suponga descuidar la misión y visión humanística de la Sergio.





Las experiencias recogidas en estos meses de confinamiento muestran que, contrariamente a lo que inicialmente se pensaba, en cuanto a que las clases remotas podrían recibir un cierto grado de rechazo, ha sido lo contrario, pues en tiempos de pandemia se han afianzado con una buena aceptación, tanto que muchos alumnos a los cuales se les consulta sobre su preferencia entre lo presencial, la alternancia y el método totalmente remoto, se inclinan mayoritariamente por esta última opción; y de otra parte, las evaluaciones de los docentes bajo esta metodología han sido crecientemente mejores, en algunos casos más que en lo presencial. Ya nada tiene que ver con métodos magistrales, o con un predominio del papel del docente, sino con el uso de casos de estudio, talleres, investigaciones, y el concepto afianzado de que el docente es un facilitador, pero que, por cada crédito académico de un programa, el alumno debe cumplir un intenso trabajo individual en horas fuera de clases, es decir de autoconstrucción del conocimiento. En adelante, los programas serán cada vez más combinados entre lo presencial y las clases a distancia (blended), y con un mayor énfasis en la educación por competencias, aterrizando en la capacitación en temas especializados y útiles a la vida laboral de los estudiantes, con la debida certificación.

Una de las preocupaciones en general en el sistema de educación superior en Colombia, pero que es común a varios países de la región, tiene que ver con la calidad de la materia prima que está saliendo de los colegios. Las pruebas PISA en Colombia revelan que el país obtuvo en 2018 resultados inferiores a los de Brasil, México, Uruguay y Costa Rica, y que mantuvo el último lugar entre los miembros de la OCDE. En comprensión de lecturas, solo el 1,5% alcanza el nivel 5, en la escala del 1 al 7 utilizada, y tristemente, el 40% de los alumnos no alcanza el nivel 2. En matemáticas, la brecha es amplia, pues Colombia obtuvo 391 puntos sobre 600, con una diferencia de 98 puntos con el promedio de países de la OCDE. Ambos datos llevan a la conclusión de la necesidad de reforzar el aprendizaje en matemáticas y ciencias, y de comprensión y asimilación de lecturas, indispensables en un mundo globalizado y en un entorno de desafiante transformación tecnológica que en estos tiempos se vive.

Al mencionar la parte humanística, debo previamente afirmar que no es válida la premisa de que “todo tiempo pasado fue mejor”, pues el mundo actual es maravilloso y sorprendente en progresos, pero no puedo dejar de recordar las épocas de mi bachillerato, muy basado en el baccalauréat francés, de otorgar primero una formación humanística y luego la formación especializada. Era así como, además de lo mucho aprendido en la educación primaria, en mi bachillerato vi tres años más de historia de Venezuela, historia universal, historia de América, literatura española, historia del arte, historia sagrada; geografía universal, de Venezuela y de América, latín y raíces griegas, formación moral y cívica, inglés, francés, sin perjuicio de las indispensables y variadas materias del área de las ciencias. Y luego, los dos años finales de la educación secundaria, se abrían en Ciencias Físicas y Matemáticas, Ciencias Biológicas, y Filosofía y Letras.

Considero lamentable que en Colombia se hayan eliminado del pénsum obligatorio la Historia de Colombia, tema que va a la esencia de la identidad ciudadana, así como la formación cívica, y que sea poca la literatura y las artes que se enseñan, lo que lleva a que las bases humanísticas sean débiles, dando como resultado ese balance pobre en lectura y comprensión que muestran las pruebas PISA. En definitiva, son bases fundamentales de cultura general con las cuales debe llegar todo estudiante a la educación superior, y a la formación en estos exigentes y revolucionarios tiempos de transformación digital, tecnológica y técnica, que asombran por su dimensión y celeridad.

Ojalá que junto a los grandes cambios que se avecinan en los sistemas educativos, y a su alta especialización, se fortalezcan las bases humanísticas en los jóvenes, pues son las que abren la mente a la cultura, y a la formación integral de las generaciones que tendrán la responsabilidad de la conducción futura de nuestras naciones. Es también lamentable, en un caso aparte y trágico como es el de Venezuela, que tanto esfuerzo que se realizó en el pasado en dotar de una educación de calidad a tantas generaciones de ciudadanos, en la actualidad, en manos del régimen primitivo que está enquistado en el gobierno, se haya arrasado con el sistema educativo nacional en todos sus niveles, y que los otrora excelentes liceos y universidades públicas que existían hayan terminado en la ruina, con un éxodo masivo de docentes al exterior, y con unas instituciones creadas, mediocres, politizadas y de carreras cortas, que están lejos de proporcionar cimientos sólidos a ciudadanos competentes y de bien. Adiós a los semilleros educativos del pasado, que estaban complementados con los programas de becas que existieron, para postgrados de alumnos destacados en las mejores universidades del mundo.