El misterioso pueblo colombiano donde “los muertos no quieren morir del todo” y se convierten en momias

El misterioso pueblo colombiano donde “los muertos no quieren morir del todo” y se convierten en momias

No hay una explicación clara del por qué los muertos en San Bernardo se momifica, pero estos cadávares son exhibidos en un mausoleo contiguo a la iglesias. Cortesía Gobernación de Cundinamarca.

 

En 2006 Jorge Cruz fue asesinado de una puñalada en el corazón en las calles de San Bernardo, un pequeño pueblo de Cundinamarca ubicado a cuatro horas y 99 km de Bogotá, la capital de Colombia. Catorce años después de su muerte el cuerpo de este difunto descansa en un mausoleo, junto a decenas de cadáveres más, todos momificados de forma natural, un fenómeno que hasta ahora nadie ha podido explicar.

Por infobae.com





A Jorge Cruz lo pasaron para ese mausoleo en 2017, cuando por fin su hija accedió a que fuera exhibido en la principal atracción turística de San Bernardo, un lugar donde los muertos reposan eternamente casi en perfectas condiciones y donde cada año son llevado nuevos cuerpos, porque lo que sea que pase en este pueblo colombiano de vocación campesina, no ha dejado de ocurrir, y las momias siguen apareciendo.

La historia de Jorge es fascinante, una de sus hijas, que nuca lo conoció y que vivía en Francia, decidió un día buscar sus orígenes colombianos, pues recurrentemente soñaba con un hombre flaco y descalzo, el cual creía que era su padre.

A través de redes sociales Leidy Heredia, logró rastrear a su familia, y conocerse con una media hermana, Joyce Cruz, que finalmente la llevó a conocer a su padre. Lo que nuca se imaginó Leidy era que lo encontraría convertido en una momia, preservado en un ataúd de cristal y exhibido en un mausoleo de un pueblito colombiano.

En ese mismo lugar descansan momias mucho más “viejas” que Jorge. Algunas tienen más de 50 años y fueron de las primeras descubiertas en San Bernardo, las que comenzaron a crear el mito de este pueblo donde los muertos se rehusan a morir del todo.

El cadáver momificado de Jorge Cruz. Cortesía Gobernación de Cundinamarca.

 

Todo comenzó a principios de la década del 60, cuando se empezaron a exhumar cuerpos para trasladarlos al nuevo cementerio, construido en 1956. El viejo cementerio estaba a orillas de un río, en la parte baja del municipio y cuando crecían las aguas la corriente arrastraba algunos cuerpos.

Eso motivó a cambiarlo de lugar, y el nuevo sitio escogido, dicen, tiene que ver con la momificación natural de los cuerpos.

En el mausoleo José Arquímedes Castro. (Cortesía Gobernación de Cundinamarca)

 

Entre 1963 y 1964 empezaron a aparecer las momias. Los cuerpos eran desenterraban para exhumaciones y aparecían secos, casi totalmente preservados, algo que fue ignorado en un primer momento, pero nunca más dejaron de aparecer al ritmo de unas 30 al año. Desde 1964 hasta la fecha son más de 350 momias las que han sido desenterradas y naturalmente conservadas.

Hoy en el mausoleo donde están exhibidos los cuerpos, hay 14, pues redujo su número por motivos de salubridad, pero en algún momento alcanzó a haber unas 180.

El “museo de las momias”

Partamos de un hecho: no se sabe por qué en San Bernardo los muertos se momifican.

Este es un fenómeno único, dicen las autoridades del pueblo, pues a diferencia de otros lugares donde hay momias, como las del antiguo Egipto, estas no han sido embalsamadas, no han sido cubiertas por vendas ni nada similar al imaginario compartido que tenemos de cómo las momias.

No, las momias de San Bernardo son distintas, los cuerpos son preservados naturalmente, su pieles se tornan blancas o cafés, se secan y no siguen descomponiéndose, como si se tratarse de un hechizo fantástico o místico.

Tal es el caso de la señora Saturnina Torres de Bejarano, una de las primeras momias que se ven al entrar al mausoleo José Arquímedes Castro, cuyas paredes de azul y salmón contrastan con las pieles decoloradas de los cuerpos, que son exhibidos con amplia luz, quitándoles a las impactantes imágenes el aspecto lúgubre que uno podría esperar de un recinto repleto de muertos.

Encima de la urna de cristal donde está Saturnina se le un letrero que cuenta un poco de su historia, dice que fue esposa de Ismael Bejarano, que tuvo 12 hijos y toda su vida la dedicó al campo. Cuando su cuerpo fue exhumado cayó a su lado una moneda de 500 pesos, cuentan sobre ella los habitantes del pueblo.

O el de Albertino Pabón, que fue un policía y ferviente conservador del pueblo, y cuyo cuerpo sigue incluso preservando el corte de cabello que mantuvo durante toda su vida, un pelo al ras y peinado hacia la izquierda.

Albertino murió en 2005, y fue exhumado unos cinco años después. Cuando sacaron el cuerpo estaba congelado, tenía un manto de hielo que lo recubría, por lo que decidieron volver a enterrarlo; dos años después volvieron a desenterrarlo pero esta vez lo encontraron húmedo, casi nadando en la bóveda donde reposaba. Para poder exhibirlo tuvo que durar unos cinco meses secándose antes de que fuera trasladado al mausoleo.

De las 14 momias exhibidas en mausoleo actualmente, 10 son desconocidas y 4 tienen historias. Cortesía Gobernación de Cundinamarca.

 

¿La comida o el suelo?

Todos los cuerpos que han pasado por el mausoleo, han contado con el consentimiento de sus familiares para que sean exhibidos, pero ninguno de ellos se ha molestado por tratar de descubrir qué es lo que produce este extraño fenómeno natural.

Las explicaciones que se dan en el pueblo son algo simples, la gran mayoría está convencida de que tiene que ver con la alimentación, en especial con el consumo de Guatila y Balú.

A estos alimentos, parte fundamental de la alimentación de los sanbernandinos, se les atribuyen las propiedad que causarían la momificación.

La Gualita (Sechium Edule) es una planta enredadera o trepadora que tiene propiedades medicinales y es abundante en frutos verdes y blancos que suelen ser voluminosos, la consumen en sopas, cocidos o tortas; el Balú (Erythrina Edulis), también conocido como chachafruto, se le dice “el árbol que nunca muere”, tiene como fruto un frijol gigante que se usa para preparar jugos, hacer dulces, o como acompañamiento de las comidas.

En San Bernardo también hay momias bebés. Cortesía Gobernación de Cundinamarca.

 

De acuerdo con el alcalde del pueblo, Jesús Hernando Ávila, aunque esta es la explicación en la que más cree la gente, no hay evidencia científica que la soporte y afirma que en pueblos cercanos donde nuca ha habido momias también consumen estos alimentos.

También señala que otra explicación tendría que ver con el lugar donde está ubicado el cementerio, pero que tampoco hay evidencia que lo demuestre, haciendo que el misterio de las momias de San Bernardo persista.

“Es un fenómeno único en el mundo, se observa que el cuerpo de la persona que usted puede visitar y detallar, no se logra descomponer”, afirma el alcalde.

“Es lo que nos representa al municipio, muchos turistas llegan al pueblo solo por visitar las momias”, dice por su parte la secretaria de Cultura Dora Romero Yolan.

Momias naturales: más común de lo que crees

Lo que pasa en San Bernardo es extraño, sí, pero no es algo único. Aunque todas las momias son distintas, y ciertamente no todas son como las egipcias, el fenómeno de la momificación natural tiene en los contados lugares donde sucede algunos puntos comunes que ha logrado explicar la ciencia.

La momificación se refiere explícitamente al proceso mediante el cual los tejidos blandos del cuerpo se conversan después de la muerte. Esto puede pasar premeditadamente -como lo hacían los egipcios- o de forma natural, como sucede por ejemplo en Guanajuato (México).

Momias de Guanajuato (Foto: Twitter@Percepcioon)

 

Cuando morimos el cuerpo empieza un proceso de descomposición natural que nos deja en los huesos, pero, en más ocasiones de las que creemos, esto no ocurre, haciendo que los cuerpos queden en estado de momificación.

Este fenómeno es tan común que en Italia existe una legislación para disponer de los cadáveres a los que les sucede. Dice la norma que si alguien es momificado naturalmente debe ser desenterrado y vuelto a enterrar con químicos que garanticen su descomposición.

De acuerdo con un artículo publicado por la BBC, para que este proceso ocurra se requiere de ambientes extremos: o muy calientes, o muy secos, o muy fríos.

En temperaturas muy altas o muy bajas, las enzimas que produce nuestro cuerpo cuando las células empiezan a romperse tras la muerte, no alcanzan a entrar en acción, pues el cuerpo se deshidrata antes de que pueda empezar el proceso de descomposición.

También se inhibe la actividad de las bacterias, los hongos, y demás sustancias que contribuyen a descomponer los cuerpos y que requieren de un ambiente acuoso para trabajar.

Oetzi, un hombre de hielo que vivió hace 5.300 años en los Alpes suizos, es considerado el caso forense de momificación natural más viejo de la historia.

Lo que llama la atención del caso de San Bernardo es que tampoco cumple con esta condición de extremo frío o extremo calor, ya que su clima es templado, ideal para el cultivo de todo tipo de alimentos, por lo que su vocación económica es campesina y se ufana de ser “la despensa agrícola de Cundinamarca”.

En el pueblo sigue faltando un estudio arqueológico serio y profundo que determine de una vez por todas qué pasa allí y cuál es la razón detrás de sus momias. Mientras esto sucede una tercera explicación es barajada por los sanbernandinos y es la fe.

En este pueblo completamente católico y devoto dicen que las momias suceden como un premio a la fe de los muertos, que son preservados por la gracia divina.

Por eso en la entrada del mausoleo reza: “Si conocemos mejor la muerte, no nos desvelaremos más por huir de ella y ocultarla, apreciaremos mejor la vida y respetaremos antes que nada la de los otros”.