Abraham Sequeda: Delito de lesa educación

Abraham Sequeda: Delito de lesa educación

De permitirse a los administradores de la miseria en Venezuela continuar violentando el derecho a la vida, valga decir, a través del hambre que padecen todos los días los niños, ancianos, jóvenes, mujeres y hombres; además por falta de asistencia médica y medicamentos accesibles o bajo la acción de cuerpos represivos y de exterminio, sin más remedio, traerá como consecuencia, la desaparición física del individuo, de ese ser humano.

Cuando el mal que impera en Venezuela, a su vez, atenta contra la educación, desaparece la República. No hablemos siquiera del “derecho” sino más bien de la realidad cotidiana: un número no determinado de niños y jóvenes que no van a la escuela, liceos y menos a la universidad. Solo falta cuantificar esas víctimas y la rapidez con la cual cada mecanismo cumple su misión destructiva y cualificar el tipo de sufrimiento.

Como ventaja sobre la propia idea de superación sin libertades, se desestima cuando una tiranía, actúa para “oxigenarse” en el poder; siendo el primer recurso disminuir la autoestima y la preparación para generar seres humanos inseguros, inconsistentes, dependientes y con miedo de tomar decisiones.





No es un secreto que las universidades nacionales autónomas tienen al menos un lustro decayendo progresivamente en la producción de profesionales. En los últimos dos años, esta situación ha aumentado exponencialmente y, luego exacerbada con la pandemia, hasta una condición de cero actividades que han generado lagunas; es decir, períodos de tiempo donde no se gradúan profesionales por lo que no se “nutre” el mercado laboral

Con respecto a la educación media, los bachilleres egresados poseen serios, graves e imperdonables deficiencias académicas. Sobre los niños de primaria pesa y carcome las ilusiones y sus capacidades, el hambre y la soledad muchas veces porque sus padres han emigrado. Es imposible que con la inercia impuesta a estos mecanismos devastadores, una población con un daño físico, intelectual, espiritual, pueda sacar materialmente al mal de raíz.

¿Podemos los ciudadanos honestos perdonar estos crímenes? ¿Podemos pensar que los culpables van a restaurar los pasillos destruidos y las bibliotecas quemadas de universidades, sabiendo que su mecanismo de permanencia en el poder es a través de la subordinación de toda una población?

La única oportunidad que se le puede ofrecer a Venezuela para frenar y hacer retroceder la maldad y sus mecanismos, es desarrollar efectivamente la conciencia ciudadana, y dirigir esfuerzos, en este caso a la educación, pero no como un simple derecho sino transformando este reclamo social en una acción política eficaz.