Érase una vez en Venezuela: Congo mirador, por Ángel Lombardi

Esta película documental debería verla todo el país y, particularmente, los sectores dirigentes y en especial la clase política. Una historia neo-realista en la mejor tradición del cine-ojo-cámara.

Una historia desde los humillados y abandonados. Los “olvidados”, diría Buñuel. Los “descartables”, diría el Papa. Todo un símbolo del eterno retorno del fracaso. La “era petrolera” en nuestro país empezó en dictadura y terminó en dictadura. De casas muertas a casas y pueblos abandonados. Algo no hicimos bien. En algo fallamos como sociedad y gobiernos. No pudimos escapar al fatalismo fantasmagórico y trágico de los pueblos mineros. Apenas nos quedó una gran clase media urbana, medianamente educada, próspera y hoy arruinada y muchos en forzada y difícil emigración, la mayoría.

El país vitrina, atractivo para emigrantes y de prosperidad y confianza en sí mismo, hasta de exagerada vanidad y ostentación, apenas duró escaso medio siglo. Los bárbaros asechaban. Siempre están allí, cuando no hay verdadera y consolidada democracia y real desarrollo, no desarrollismo y modernización de fachada o de algunos enclaves urbanos en una decena de ciudades.





En 1899, Cipriano Castro asaltaba el poder con su montonera y en 1998, un siglo después, otra montonera de uniforme y símbolos rojos gana una elección con “olor” a multitud. Hugo Chávez Frías gana con el 56%, su contendor Henrique Salas Römer un 40% aproximadamente, y una alta abstención, de indiferencia y fastidio frente al futuro.

El Congo Mirador, al sur del lago de Maracaibo, una maravilla natural, de grandes ríos y selvas y el maravilloso y reconocido, mundialmente, fenómeno del Rayo del Catatumbo. Todo debería ser un Parque Nacional protegido y preservado, empezando por sus pobladores, en la gran tradición lacustre palafítica del lago y su entorno. Todo lo contrario, abandono total, sobre la promesa vacía del gobernante de turno. La maestra y su familia, en “resistencia” humilde, la escuela en abandono y los pobladores yéndose, reitera la desesperanza de los habitantes de Ortiz en Casas Muertas, casi un siglo después, a pesar de la lotería petrolera y el despilfarro y la corrupción conocida, impune, repetida y multiplicada.

Érase una vez Venezuela nos toca volver a soñarla y rehacerla.