El régimen monto su gran trampa electoral y jura que sale ileso. Quemó centenares de cohetones para hacerle creer al país algo distinto a lo que realmente aconteció: el rotundo fracaso que el parapeto electoral no logró disimular. Por cierto, me ha llegado información que buena parte de los fuegos artificiales, lo escondieron los tales colectivos armados para tratar de revenderlos el 24 y el 31 de diciembre: total, ¿quién contó el lanzamiento de ellos, diurno y nocturno? Y si lo hizo, fue después de haberse robado la mitad para constatar que a otros grupos, noble hubiese suministrados más cohetones.
Sin embargo, es la costumbre del diablo en pagar mal, aunque les pagaron antes muy bien con plática constante y donante, a muchos alacranes y colaboracionistas les pagaron mal políticamente. No les dieron las curules prometidas o, lo que es igual, los dejaron con los crespos hechos. E, incluso, unos reaccionaron telefoneando al CNE para sugerir delicadamente una revisión de los resultados, mientras otros – irremediable – callan temerositos, aunque contentazos porque tienen de sobra para las hallacas de diciembre. Y los hay, es necesario decirlo, gatos o demasiados gatos, apelando al archiconocidos argumento, descubriendo el agua tibia: una minoría decidió por la mayoría. Por favor, no tienen otra cosa que decir.
La reacción alacranezca y colaboracionista, es la de creer que el régimen seguirá haciendo negocios con ellos, cuando ya no valen medio. No todos tienen la suerte de caer simpáticos, como Ricardo Sánchez, hoy delgadito y glamouroso, con los bolsillos inflados, listo para juramentarse en la Asamblea Nacional fraudulenta. Hay que tener suerte también para la traición, de modo que les sale más barato a los traidores de la oposición a los que el diablo les pagó sólo politicamente mal, irse a disfrutar los reales en casa y, si está abierto, a Disneylandia. Aunque mañana quieran volver, haciéndose pasar como campeones de la oposición de acuerdo al modelo de negocio que aprendieron.