Luis Alberto Buttó: Tiempo de Adviento

Luis Alberto Buttó: Tiempo de Adviento

Luis Alberto Buttó @luisbutto3

Siempre es necesario un alto en el barullo de la cotidianidad para reflexionar sobre lo trascendente. Por ejemplo, adentrarse en el significado de la celebración cristiana del Adviento, el período que comprende las cuatro semanas que preceden a la llegada de la navidad. Significado éste que, al abarcar todo aquello indisolublemente ligado a lo verdaderamente humano, va más allá de las fronteras del credo religioso que lo ha inspirado. El Adviento no es de una fe; es Adviento del hombre y para el hombre. Tiempo de reencuentro entre el uno y los otros que le rodean para crear la magia transformadora que suma y genera la fortaleza del nosotros.

Es tiempo de la mejor y más hermosa oración, aquella que se materializa por encima de la individualidad y de las palabras y alcanza el carácter de acción práctica a través de las expresiones concretas del amor filia, del amor ágape. Es tiempo de darle al otro no desde los espacios de lo que sobra o abunda, sino desde el universo de lo que, aunque sea poco, debe compartirse. Es tiempo de tender las manos en dirección al hermano necesitado, adelantándonos al hecho de que él tenga que extender las suyas implorando ayuda.

Es tiempo de socorrer, de aliviar la pena del que está a nuestro alrededor sin esperar a cambio agradecimiento ni reconocimiento alguno. Es tiempo de auxiliar de corazón; es decir, sin que el otro sepa lo que ello nos cuesta para no generar compromiso ni ofender haciendo demostración de lo que se tiene, lo cual de por sí implica la bendición que hemos recibido. Es tiempo de la bondad per se, la bondad que jamás debe transformarse en intercambio. La contraprestación de ofrecer es una sola y descansa en la certeza de que se ha honrado el compromiso que nace en la conciencia.





El Adviento debe tener una sola consigna: ayudar al otro con respeto para enaltecer su condición humana. Al hombre se le auxilia no porque su situación genere lástima sino porque es hombre y como tal siempre debe ser objeto de la solidaridad de sus hermanos que, en caso de ir aquí y allá proclamando su creencia en Dios, están de buena manera obligados a creer primero en quienes se encuentran a su lado. Si la lástima es el punto de partida del socorro, éste arrastrará el vicio de no comprender que todos formamos parte de una realidad superior que solo es posible cuando se desmontan los esquemas limitantes del egoísmo insano.

En síntesis, Adviento es tiempo para aminorar el sufrimiento que a nuestros hermanos los ha extraviado del camino de la esperanza. Siempre hay una lágrima que puede secarse. Siempre hay una sonrisa que puede brindarse. Siempre hay un “me importas” que puede pronunciarse. Siempre hay un abrazo con el cual entrelazarse. El calor humano frente al frío más cruel, que es el de la indiferencia. Y no es solo lo material. Es el acompañamiento. Es hacer desde nuestra trinchera, aunque ésta sea la más pequeña, lo conducente para que la paz y la justicia alcancen a todos. Callar cuando al ser humano se le persigue, se le maltrata, se le acorrala, se le humilla, es ser cómplice de esas abominaciones. Entender esto es entender a cabalidad la verdad que subyace en la proclamación del Adviento.

Ojalá el Adviento no fuesen solo semanas. Ojalá abarcase cada hora de nuestro paso por la existencia. 

@luisbutto3