Ofenderse por todo: reflexiones sobre la piel fina

 

Ofenderse es una elección

 

Ofenderse por todo es la norma de los últimos tiempos. De hecho, está de moda.





Chistes, chalequeos, dichos, maneras de hacer ironía, incluso artes escénicas, son cuestionadas como graves ofensas. Día a día lo vemos en los medios de comunicación y las redes sociales. Hasta la justicia a veces tiene dudas a la hora de definir dónde están los límites de la ofensa y de la libertad de expresión.

Por: larazon.es

Todos nos hemos sentido ofendidos en algún momento de nuestra vida por un familiar, nuestra pareja, alguien del entorno cercano o incluso un desconocido.

Se trata de un sentimiento que pone a prueba el equilibro emocional y al que se puede reaccionar de diferentes maneras: no inmutarse, ponerse a la defensiva, contratacar, dejarlo pasar, victimizarse o culpabilizar al otro de su desaprensión, entre otras.

Carmen Medrano, psicóloga Especialista en Psicología Clínica del Grupo Laberinto Psicoterapia para la Salud, nos aclara las cuestiones psicológicas de las personas que permanentemente se sienten ofendidas por todo.

 

Ofenderse, ¿síntoma psicológico?

Es probable que la facilidad para ofenderse conlleve alteraciones en el estado de ánimo (sentirse más triste o irritable, baja autoestima) tendencia a adoptar una postura defensiva o falta de sentido del humor con respecto a uno mismo.

Las dificultades para mantener relaciones interpersonales satisfactorias son frecuentes ya que este tipo de reacciones suelen ser interpretadas por los demás como actos egoístas e inmaduros. Este sentimiento puede convertirse en un problema psicológico si no se elabora adecuadamente.

¿Pero cómo pueden explicarse estas reacciones? Como sucede en todo comportamiento humano, las causas son complejas.

Entre otras características, generalmente este tipo de personas presentan dificultades para comprender las verdaderas intenciones de los otros y reaccionan ante sus comentarios como si de ataques o humillaciones se tratasen.

Peter Fonagy, psicólogo y psicoanalista inglés, introduce el concepto de “mentalización” o “función reflexiva” para definir la capacidad de interpretar el comportamiento propio o el de otros a través de la atribución de estados mentales. Esto quiere decir que detrás de nuestra conducta subyacen creencias, intenciones, sentimientos y deseos

Luego de ofenderse, en momentos de alta activación emocional, como cuando se percibe una ofensa, resulta complicado construir representaciones exactas del mundo mental de los demás.

Razonamos centrándonos en el comportamiento del otro sobre la base de lo que parece obvio, de lo que es visible para nosotros, obteniendo como resultado una explicación parcial e inexacta de la verdadera intención del otro.

Pongamos un ejemplo:

Imaginemos que en el pasado te dijeron “bruto” y aunque no lo tengas presente, esta etapa tuvo un gran impacto emocional sobre ti.

Un día cualquiera, durante una discusión, tu pareja te dice “no seas tan bruto” con el propósito de que disminuyas tu tono de voz y reaccionas exageradamente poniéndote a la defensiva y culpándole de tu malestar.

Probablemente la activación emocional que provoca el significado que esa palabra tiene para ti, el no ser capaz de reflexionar sobre el contexto y la intención del otro al hacer ese comentario, provoca que automáticamente decidas dejar de hablar con tu pareja durante tres días.

Como puede extraerse de este ejemplo, las vivencias, valores, necesidades y recursos de los que dispone una persona y su capacidad para reflexionar sobre ello influyen en la probabilidad de sentirse ofendido y la intensidad de su respuesta ante la ofensa percibida.

 

Ponerse a la defensiva es una elección personal

 

¿Qué se puede hacer? No podemos elegir la emoción que sentimos ante determinada situación, pero sí decidir que hacer con ella.

Reaccionar poniéndose a la defensiva o atacar al otro es una elección personal.

Es frecuente que las personas que se ofenden con facilidad justifiquen el malestar externamente: “nunca estaré bien si no dejan de ofenderme”.

Esta actitud de responsabilizar a los demás dificulta la posibilidad de cambio, ya que al sentir que no se tiene poder de actuación se fomenta la pasividad.

Sin embargo, es posible cambiar las cosas y el primer paso para mejorarlas es darse cuenta de que esto está ocurriendo y aprender a hacerse cargo de las propias emociones.

Ser capaz de identificar la emoción que se ha desencadenado ante una situación concreta y los pensamientos que han aparecido ligados a ella puede ser de ayuda para fomentar la introspección.

En ocasiones, resulta aconsejable consultar con un profesional que pueda guiarte.

¿Cómo saber si se es excesivamente susceptible?

A continuación mostramos algunas señales que pueden estar sugiriendo este tipo de dificultades:

 

-Cuesta reconocer tus errores y no encajas del todo las críticas, aunque sean constructivas.

-Te sientes frecuentemente inseguro, enfadado o a disgusto.

-Tiendes a colocarte en el rol de víctima y te quejas más de la cuenta.

-Sueles responsabilizar a los demás de tus propios sentimientos o acciones.

 

Es importante valorar hasta que punto estos sentimientos están interfiriendo en tu día a día y si se trata de un rasgo de carácter o es reactivo a determinadas circunstancias vitales. Cuando atravesamos momentos difíciles (peor estado de salud, dificultades económicas, problemas familiares, etc.) este tipo de reacciones pueden aparecer con mayor frecuencia.

Lea la nota completa: “Relacionarse con personas que se ofenden fácilmente y ¿Qué está ocurriendo con las redes sociales? en La Razón