Así fue la extraña epidemia que mató a una Reina de España y dejó grave a Felipe II

Así fue la extraña epidemia que mató a una Reina de España y dejó grave a Felipe II

El banquete de los monarcas, en que aparecen varios reyes del siglo XVI entre ellos Carlos I y Felipe II

 

Felipe II no tenía el negro como su vestimenta predilecta por una cuestión de luto, sino porque aquel color tan difícil de obtener con los tintes de la época era, junto al rojo, la máxima expresión de lujo y poder. No lo hacía por una promesa, pero desde luego al Rey Prudente no le faltaban, en sus últimos días, razones para llorar por los que ya no estaban con él. El Rey quedó viudo cuatro veces, perdió a seis hijos y a la mayoría de sus hermanos, incluido a su hermanastro Don Juan de Austria al que sacaba 20 años.

Por ABC





A su primera esposa, la portuguesa María Manuela de Avís, la perdió cuando ésta dio a luz al Infante Carlos en julio de 1545. La segunda, la Reina de Inglaterra María Tudor, falleció en noviembre de 1558, después de encadenar un sinfín de embarazos psicológicos que la dejaron física y mentalmente exhausta. La tercera, la francesa Isabel de Valois, nunca se recuperó del todo de sus dos primeros partos y finalmente murió en el tercero, dando a luz a una niña que tampoco sobrevivió. En aquella época, los embarazos eran una cuestión de alto riesgo incluso para las reinas.

A la muerte de Isabel en 1568, Felipe II solo tenía dos hijas y la sucesión no estaba para nada garantizada. El hijo del primer matrimonio, Carlos, tan popularizado por la Leyenda Negra, había fallecido unos meses antes que su madrastra Isabel y, por descontado, su cuadro clínico no le hacían el heredero más deseado. Antes de perder la fe en las facultades de su hijo, el Rey Prudente planeó casar a su primogénito con Anna de Austria, la hija del Emperador del Sacro Imperio Germánico Maximiliano II.

El heredero se obsesionó con la que iba a ser su esposa, que también era su prima hermana. El príncipe guardó cual tesoro un retrato de su prima, y mostró una inesperada preocupación por los asuntos imperiales y por aprender alemán. No obstante, el hecho de que la hija del Emperador hablara el español de forma fluida ha planteado que tal vez lo que la mente trastabillada de Don Carlos ambiciona era ser el Emperador Carlos VI.

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