Mireya Segovia: Los venezolanos queremos despertar de esta pesadilla

Pareciera que los vientos de esperanza se hubiesen disipado, ya no hay rumores, solo de la enorme dilación que se ha dado al régimen, la muerte circunda, da una prueba de las consecuencias que veríamos, de un proceso de elecciones descerebrado y de una consulta que llevó a tener claro que todo fue extensión de tiempo para que el “mal extremo” haga de las suyas, con sarcasmos y risas de Guasón, como la observada en un personero del gobierno, recientemente, cuando se anunció la tragedia de Güiria,  el naufragio de más de  28 venezolanos, buscando una esperanza de vida,

Continúa el miedo, continua el temor a ofender, dado que éste pudiera ser más fuerte que el miedo al dolor. La actitud asomada por un dirigente venezolano al referirse a la tragedia de Güiria, demuestran el “gélido dominio interior” que un inhumano puede llevar consigo, no hay remordimiento alguno de las atrocidades dejadas a cada paso de esta anarquía, es un desequilibrio mental que asusta, frente a quien observa perplejo (a) una realidad, siendo manipulado y usado, hasta que desaparece la esperanza en su ser 

Venezuela se desvanece frente a quienes exceden las normas de lo natural y de lo convencional, es una historia que no sabemos cómo terminará, pero que, buscando en las profundidades, lo real asusta y nos llena de una impaciencia y de una “calma desesperante”.





Hay lamentablemente una inversión social instigada desde la cúspide del estado, que lleva a los seres humanos, como personas comunes y corrientes a convertirse en seres cohabitantes y auspiciadores del daño que día a día sufrimos cada uno de los venezolanos. Es decir, un común mortal se ve arrastrado a participar y ser cómplice de todo el daño que se le hace al país, no hay dolientes, no hay quien prohíba, ni se haga solidario ante nada, pareciera más bien instigarse a llevar un daño continuado, sin precedentes.

Es como si estuviésemos viendo un mundo en reverso, se celebra el “mal ajeno”, la violencia, la mentira es aceptada como la expresión valiosa de cualquiera, mientras que desaparece la verdad, hay una competencia por llegar al poder, y se expresa el poder autárquico “se pierde el poder del amor” y se convierte en “el amor al poder”; la sociedad toma el sendero del mal, a tal punto que escuchamos mentes ilustradas y bien cultivadas hablar de “cohabitar con un narco régimen”  como si todo fuera un proceso normal y conveniente, pero que todo resalta de forma inconcebible, para un ser humano normal, sano de mente y espíritu.

Venezuela cae precipitadamente hacia un abismo de consecuencias irreparables, si a tiempo no se busca una salida que nos lleve a evitar una desgracia que no será perdonada, ni por nuestros hijos, ni por nuestros nietos.  Las responsabilidades se evaporan, todo aquel venezolano normal se le cercena el espacio  para pensar y actuar, cada día es más evidente celebrar la violencia y condenar el convivir; se encuentra en juego algo más profundo, buscar intereses personales a costa de los más vulnerables, y nada se evita, porque detrás de toda la “maldad” hay un abanico de posibilidades para actuar según la Ley y bajo el amparo de que todo va a ser normal. 

Cada venezolano, siente su país, pero unos, menos que otros. Existe una falta de empatía. Es cierto que ya nadie quiere recurrir a actos violentos. Por otra parte, ese gran número de personas que sienten a su país, estamos esperando que se materialice un deseo anhelado, salir ya de esta pesadilla,  buscar neutralizar este mal que a todos nos lleva al abismo.

Necesitamos el uso de una fuerza, dentro de un ámbito social, institucionalizada y regida por la Ley, una fuerza que nos lleve a que haya una pluralidad de los pocos seres humanos conscientes y equilibrados que quedamos en este país, para que actuemos concertadamente, que haya una manifestación de poder, para  acabar con toda esta tragedia  en Venezuela, y esa salida no es otra cosa que la OPE, Operación de Paz y Estabilización, es la ruta, es el camino.  No contemos más naufragios.