La venezolanidad y el venezolano, por @ArmandoMartini

La venezolanidad y el venezolano, por @ArmandoMartini

Armando Martini Pietri @ArmandoMartini

Si la existencia de un conjunto humano se llama Venezuela, existe venezolanidad. ¿Qué nos hace ser venezolanos? ¿Qué tenemos en común? Somos ciudadanía con defectos, viveza criolla y mentalidad del mínimo esfuerzo. Pero salimos adelante, abrimos horizontes, nos superarnos, somos solidarios de gentilicio social y carismático. Sin embargo, víctimas de un sistema educativo deficiente, que en el siglo XIX y comienzos del XX fue denso, pero limitado a minorías; diseñado después para mayorías, pero mediocre. Un ejemplo, el endiosamiento de Simón Bolívar dejando en la penumbra a destacados próceres militares, civiles e intelectuales que protagonizaron e hicieron nuestra historia.

Tolerantes con el hecho familiar como núcleo de sociedad y desarrollo, hicimos lugar común e incluso chiste del hombre con hijos en diferentes mujeres. Fueron años de diferenciación entre clases sociales; extensiones de tierras y haciendas de adinerados que vivían en la capital, viajaban a Europa; y del peonaje embrutecido, explotado, vigilado por rigurosos capataces que, aprovechaban para su beneficio. Recordemos las novelas de Rómulo Gallegos, Miguel Otero Silva, Ramón Díaz Sánchez, entre otros, para que sientan y se conduelan.

Ya solidificado el siglo XX cuando, bajo dos dictaduras, se producen cambios en lo social, político y económico. En la férrea e implacable tiranía de Juan Vicente Gómez, creció la industria petrolera mediante concesiones que el déspota represor, cedía a sus amigos y estos a su vez, vendían a las empresas petroleras. Las cuales necesitaron reeducar al jornalero que fueron aprendiendo normas de conducta empezando por el uso del calzado y llegando -tras la muerte del Benemérito- a la capacidad de unirse y lanzar la primera huelga petrolera. Con el oro negro fueron apareciendo en una Venezuela de tradición campechana, rural e injusta, no sólo el uso de zapatos, organización de sindicatos y partidos, sino también el béisbol como deporte nacional.

Con un Partido Comunista pequeño, doctrinario, elitesco, nacieron, Acción Democrática, Unión Republicana Democrática y luego el catolicismo conservador, Social Cristiano Copei, poco a poco accesible a la clase media; y así fueron ampliándose las perspectivas sociopolíticas.

Otro dictador militar transformó la riqueza petrolera en desarrollismo constructor, flexibilizó los candados migratorios e hizo tentadora la oportunidad para que arribarán europeos que huían de la guerra, estableciéndose en un país que seguía siendo popular, campestre, para ampliar y consolidar una clase media, integrada por profesionales, técnicos, especialistas, comerciantes, gerentes. Con muertos, encarcelados, torturados y exiliados, cuando Pérez Jiménez huyó una madrugada, dejó un país distinto al atrasado del cual se apoderó.

En ese tiempo, se conservaron constantes de conducta social: la cordialidad, afabilidad, respeto, consideración a la edad y sentido irreverente del humor. Hemos sabido mantener, incluso en tiempos de corrupción y desbarajuste castro-chavista, el espíritu de “echar p’alante”, ser “parejeros” al mismo tiempo corteses, que tanto privilegiados con moderna formación, como las masas para quienes la escuela y el liceo no son demasiado terminados y actuales. 

Es el mismo pueblo que estalló en aquél feroz “caracazo” y el que ahora lleva veinte años esperando una revolución que los agredió, abandonó y estancó a niveles míseros. El mismo que dejó en soledad al madurismo en unas elecciones ficticias, fraudulentas, y una semana después acudió en igual proporción a una consulta popular, que luego los convocantes desconocerían.

Comienza una etapa clave, de cambio, reequilibrio, realineación, período en el cual la oposición política coherente, seria, comprometida, garante de sus promesas o se recompone y ubica al frente de esa venezolanidad demacrada y enferma, que espera por una revolución embustera e ilusoria, basada en doctrinas y experiencias fracasadas, cuya construcción ha sido sólo destrucción, a la cual el ciudadano le brinde confianza y expectativa decorosa. Con el siempre sincero ánimo venezolano, venezolanidad de verdad, entusiasta, sin venganzas necias ni complejos vergonzosos, pero con justicia, sin impunidad ni asociaciones cómplices con delincuentes que han robado al tesoro público, arruinado generaciones y violado derechos ciudadanos.

El hombre actual, se piensa como individuo libre, rige su vida por la razón y maneja su destino. A diferencia, del pre-moderno -no incivilizado ni primitivo- pensaba que el designio no dependía de sí mismo, sino de la potestad divina; su vida estaba determinada por voluntad de Dios y no por la suya.

No es tarde para dejar excelsa huella. Actuando en rechazo de la dictadura castrista, marcando diferencia. Depende de nosotros ser autores, protagonistas de la historia. Y todos tenemos un papel que desempeñar. Ya sea movilizando contra el absolutismo, haciendo amistades en favor de la libertad y democracia o trabajando para defender principios, valores y buenas costumbres. 

Quienes anteponen cualquier interés por encima de Venezuela, producen rechazo y repugnancia, le hacen genuflexión a la usurpación y reverencia a la tiranía. 

¡Depende de nosotros determinar qué no deparará el futuro! 

@ArmandoMartini

 

 

Exit mobile version