¿Para qué alcanza el bajísimo salario de un maestro venezolano?

¿Para qué alcanza el bajísimo salario de un maestro venezolano?

Fabiana Duarte, maestra venezolana, gana un salario equivalente a 3 dólares mensuales. Foto: Cortesía

 

 

Los maestros venezolanos celebran su día este viernes enfrentando, como muchos otros sectores del país, la grave crisis que padece la nación sudamericana. Su labor es clave por el rol que cumplen en la formación de los jóvenes que deberán convertirse en los profesionales y conductores de los destinos de Venezuela.





Por Fabiana Rondón | Voz de América

La ardua tarea no es bien remunerada desde hace varios años, lo que se evidencia en las protestas del sector para exigir mejores salarios y condiciones de trabajo. El sueldo de un maestro no llega a 5 dólares al mes, de acuerdo a la tasa oficial de cambio.

Para llegar a fin de mes y costear gastos básicos como la alimentación y los servicios, muchos maestros han tenido que optar por hacer trabajo extra.

La Voz de América conversó con varios de estos docentes que, lejos de celebrar su día, claman por mejoras salariales para poder vivir de manera digna.

“Uso el salario para comprar cuatro panes”

Desde hace 14 años Gemar Dávila trabaja como docente. En la actualidad dicta la cátedra de Biología en el Liceo Agustín Armario, ubicado en Puerto Cabello, estado Carabobo.

Por esta labor el profesional de 41 años de edad percibe un salario de 5.900.000 bolívares, es decir, unos 4 dólares según la tasa oficial de cambio. Una cifra muy baja, tomando en cuenta que en Venezuela la canasta básica para noviembre de 2020 era de casi 250 dólares, de acuerdo a un informe publicado por el Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros (Cendas-FVM).

Dávila es consciente de que su salario no es suficiente desde hace años, específicamente tras la reconversión monetaria de 2018, donde asegura, los docentes pasaron de cobrar 12 dólares a 3 o 4, dependiendo los años de experiencia.

Comenta que hasta hace poco utilizaba su salario para comprar las meriendas de sus dos hijos, pero que ya tampoco le alcanza para eso. “La última vez no me alcanzó ni para el cereal, que cuesta 2.900.000 bolívares, y la quincena es de 2.300.000 bolívares. Ahora utilizo mi salario para comprar cuatro panes”, expresa a la VOA.

Gemar Dávila trabaja también como taxista para generar ingresos adicionales. Foto: Cortesía

 

Para generar ingresos extra, Dávila trabaja como taxista con el carro familiar. “Hace 13 años con mi sueldo pude comprar un carro de agencia, ahora es el que me mantiene. Mi pareja que es docente, también desarrolla otras actividades como clases dirigidas y yo colaboro cuando hacemos actividades especiales de recreación (planes vacacionales)”, detalla.

Dávila cuenta que recientemente enfermó de COVID-19. “Fue una situación que tuve que enfrentar sin el apoyo del Ministerio Público”, dijo, argumentando que actualmente no cuentan con seguro ni otros medios para hacer frente a este tipo de situaciones. Dice que en los hospitales de la entidad no encontró camas disponibles para su hospitalización pese a que tuvo neumonía. Expuso que para hacer frente a su situación de salud tuvo que adquirir una bombona de oxígeno por 250 dólares.

“No me gusta pedir y gracias a Dios contamos con ese dinero. Eran todos los ahorros familiares y pudimos salir adelante (…) Mi salario no fue ni tocado en esa enfermedad, no alcanza ni para el ibuprofeno (…) Es una situación muy lamentable, pero si en este país no tienes plata, te mueres”, afirma.

“Hace mucho que el salario no alcanza para nada”

Fabiana Duarte tiene 32 años de edad, 13 de ellos dedicados a la docencia. En los últimos 10 años ha trabajado en el Colegio Virgen Niña de Fe y Alegría, ubicado en Propatria. Allí actualmente es coordinadora pedagógica, aunque comenta que debido a la falta de profesores también tiene a su cargo a un grupo de segundo grado.

La docente gana un salario mensual de 4.500.000 bolívares, unos 3 dólares según la tasa oficial de cambio. Con eso solo compra una harina de maíz, algo que dice, no es nuevo porque desde “desde hace mucho el salario no alcanza para nada”.

Ante esta situación, explica que decidió comenzar a impartir clases particulares fuera de su trabajo. Expuso que con la pandemia tal labor le ha dado mayores frutos pues asegura que ahora son más los niños que requieren atención pedagógica especializada.

Dependiendo de la cantidad de niños que reciba puede ganar unos 30 dólares al mes. Es decir, 10 veces más que lo que recibe como docente en el mismo periodo.

Pese a que su segundo trabajo es más rentable, la docente se mantiene también en sus labores en el colegio Virgen Niña. Recientemente dado el método de clases virtuales, a la profesora tuve que reunir dinero para adquirir un teléfono con más capacidad que le permitiera hacer un mejor trabajo desde casa. Asegura que su motivo para seguir es el amor a la docencia, no la remuneración.

“Yo nací para ser maestra (..) Hay una fuerza que me mueve, hay una fuerza que me motiva y definitivamente es el amor por mi profesión. La vocación de servicio de enseñar, educar es lo que me hace ser mejor persona y definitivamente pues creo que es la única manera de contribuir un poco para que esta sociedad sea cada día mejor. Eso es lo que me mantiene y me mantendrá educando por mucho más tiempo”, expresa.

“Me siento maltratada por estos salarios”

Claxelis Fagundez Robles tiene 45 años de edad. Durante los últimos 20 ha trabajado en diversas áreas del sector educativo. En la actualidad es docente en la escuela Nacional Taller Laboral de Educación Propatria y en la escuela José Antonio González.

Su currículum es extenso. Es licenciada en educación especial, mención retardo mental, egresada de la Universidad José María Vargas. Además, tiene una especialización en el área de educación inicial y en la actualidad está por culminar una maestría en Orientación de la Conducta. Pese a todo ello su sueldo no se equipara a su experiencia, la docente sufre lo mismo que el resto de sus colegas debido a los bajos salarios.

Comenta que en una de las escuelas devenga 3.000.000 de bolívares al mes, en el otro centro educativo su salario es de 4.000.000 bolívares. Un total de 7.000.000 de bolívares, equivalentes a menos de 5 dólares.

“Con la última quincena que me depositaron pude comprar 3 dólares de queso blanco que no representa hoy ni siquiera el kilo”, afirma a la VOA.

En vista de la situación la docente, como muchos de sus colegas, ha tenido que recurrir a labores extra para generar más ingresos. Cuenta que hace poco elaboraba y vendía pan, también dicta algunos talles de forma ocasional.

“El docente de verdad se ha visto en aprietos económicos bien importantes y lógicamente la palabra canasta básica no es una frase que nosotros podamos decir que cubrimos ni siquiera con seis meses de trabajo, así está así está la realidad hoy en día para un docente en Venezuela”, denuncia.

“Yo me siento totalmente maltratada, irrespetada por el ente rector por estos salarios. Es por eso que ante cualquier movilización alzaré mi voz para que esto en algún momento cambie y los docentes reciban un salario como debe ser”, agrega Fagundez.

“No alcanza para adquirir más de dos productos”

Unos 27 años al servicio de la docencia no fueron suficientes para que Pedro García viva tranquilo esta etapa de su vida. El docente jubilado percibe un salario de 7.800.000 bolívares (menos de 6 dólares al mes), un monto que según dice, no le alcanza para adquirir más de dos productos de la canasta básica mensual.

Pedro García es un docente jubilado cuyo salario no le alcanza para adquirir más de dos productos de la canasta básica mensual. Foto: Cortesía

 

“Con tal asignación quincenalmente puedo comprar solo un cartón de huevos. No alcanza para adquirir más de dos productos alimenticios”, refiere.

La situación lo llevó a vender algunos enseres y artículos de su hogar. También vende empanadas y bollos en los alrededores de su zona residencial, lo que le ha permitido a él, su esposa e hija, seguir poniendo comida en la mesa cada día.

Pedro recuerda que en años anteriores los ingresos que percibían eran suficientes, no solo para adquirir los alimentos, también para comprar otros artículos no esenciales y viajar en vacaciones.

“Antes podíamos comprar medicinas, hoy no. Antes podíamos viajar, hoy no. Antes podíamos ahorrar, hoy no. Antes podíamos regalar en Navidad a nuestros sobrinos y familias, hoy no. Antes podíamos comer completo, hoy no”, manifiesta, y culpa al régimen chavista de Nicolás Maduro de la precaria situación que encaran los docentes.

“Estamos sometidos a un exterminio y el responsable es el régimen de Maduro”, afirma. “No nos queda otra cosa que seguir luchando por la vida y contribuir a cambiar este estado de cosas. No tenemos nada que perder, todo nos los arrebató el régimen”, concluyó.