Ramón Peña: Mentiras y otras imposturas

“¡La vida ha mejorado, camaradas, la vida es más alegre!”
Stalin, mensaje al pueblo, 1935

La mentira es la tercera pieza, junto con la propaganda y el terror, de la estrategia comunicacional que, por igual, han practicado fascistas y comunistas. De variadas modalidades: explícita, encubierta, subliminal, su importancia e intensidad aumentan cuando es necesario esconder fracasos y miserias.

En el horizonte del régimen no figura el superar fracaso y miseria, la farsa comunicacional es por tanto prioritaria. En la presentación de memoria y cuenta, el Golem gobernante afirmó que la pobreza en el país es de 17% y la extrema de apenas 4%. Esto no cabe ni siquiera en aquella clasificación de Mark Twain cuando incluía a la estadística como la tercera forma de mentir, porque no existe estadística, por marrullera que sea, que pueda sustentar tan grotesca aseveración. Según el Banco Mundial la pobreza en Venezuela compite con la de Yemen, Zambia y Zimbabue. Hace rato dejamos atrás a Haití en dígitos de miseria. Mejor ni comentar la afirmación, en el mismo evento, de que nuestro consumo alimenticio está cercano al autoabastecimiento.





La mentira también viene entreverada con el cinismo. Notable ese difundido video oficial en el que el mismo personaje, desde la altura del Ávila, se vale de la obra de redecoración del hotel y el lujoso casino para exclamar un sentencioso “¡Sí se puede!”. Una manera insolente de crear la ilusión de que el desafío es el lujo y lo ornamental, porque ya lo básico: hospitales, escuelas, servicios, está resuelto.

Concomitante con esta fabricación de imagen, es el glamour de los nuevos supermercados de lujo árabes e iraníes, pero todavía más sublime, la reciente apertura en Caracas de un concesionario de exquisitos autos Ferrari. Un remedo de monarquía africana, en esta Venezuela sin gasolina, de pavimentos ahuecados, en la que, en 2020, apenas se produjeron 87 vehículos…