El poder comunal es una ficción que lejos de otorgar soberanía al “pueblo”, es la fachada de un estado autocrático que controla todos los poderes públicos tutelados por un Partido-Estado, que en nuestro caso sería el PSUV. Un remedo del arcaísmo ideológico comunista, el mismo que sembró miseria en Rusia y China. Recordemos que las comunas chinas, la manifestación más patente de esclavismo del SXX, desparecieron en 1978 a partir de las reformas orientadas a la economía de mercado emprendidas por Deng Xioaping para rescatar a los chinos de la condena de muerte por hambre.
Esas nuevas leyes, gestadas en el PSUV, que ya se arroga ser el único partido político en Venezuela, propenden a la liquidación de cualquier forma democrática que aún perdure en el país, a la desaparición de toda pluralidad que no concuerde con el estamento oficialista. Lo único novedoso en estas piezas de la arqueología comunista sería la de un socialismo militarista, dado el poder de los uniformados en el sanedrín que hunde a la República en la miseria.
En las deliberaciones sobre estos oscuros proyectos legislativos no habrá, por supuesto, representantes del 80% de los venezolanos que repudiaron la escogencia de esta Asamblea Nacional. Correspondería a la dirección de la oposición democrática, asumir la representación de las mayorías ignoradas y conducir el rechazo combativo frente a este nuevo despropósito.