China silenció la aplicación Clubhouse por los debates “sin censura”

China silenció la aplicación Clubhouse por los debates “sin censura”

Manifestantes pro democracia en Hong Kong iluminan con sus teléfonos celulares luego de una fuerte lluvia (Foto Philippe Lopez / AFP)

 

 

Arrestos masivos de uigures, protestas prodemocracia en Hong Kong o la independencia de Taiwán: ningún tema era tabú para los usuarios chinos de la aplicación de audio estadounidense para smartphones Clubhouse, pero Pekín se apresuró a silenciarla.

La fiesta duró apenas alrededor de una semana para esta aplicación que permitía a sus usuarios, habilitados por invitación, escuchar y participar en debates en directo, libremente moderados, en “salas” virtuales.

Nacida en mayo de 2020, Clubhouse logró durante un breve lapso esquivar a los censores y atrajo a multitudes de internautas chinos, sobre todo tras la participación del multimillonario estadounidense Elon Musk en una conversación en torno a la aplicación, a comienzos de este mes.

En estos últimos días, los usuarios chinos llenaron sus “salas” para discutir sobre temas por lo general censurados, como el encarcelamiento por parte de Pekín de las comunidades uigures, predominantemente musulmanas que habitan en la región de Xinjiang (noroeste).

Pero, el lunes de noche, la aplicación afichó en China un mensaje de error para aquellos usuarios que no dispusieran de una VPN que les brindara una conexión segura, una clara señal de que los censores habían llegado.

“En la era (del presidente) Xi, la prohibición es solamente cuestión de tiempo”, señaló Lokman Tsui, profesor de Comunicación de la universidad China en Hong Kong.

Los usuarios de Clubhouse han aprovechado una rara grieta de libertad de expresión en un país en que las redes sociales internacionales, como Twitter o Facebook, están prohibidas.

Pese al surgimiento de versiones chinas de estas plataformas, que ahora integran la vida cotidiana de los chinos, todos saben que sus contenidos online son contrlolados y censurados desde cerca.

Para las empresas del sector, borrar contenidos políticamente sensibles, incluidas las críticas o protestas antigubernamentales, es moneda corriente, en tanto los usuarios de Internet compiten para ingeniárselas cómo eludir la vigilancia de los censores

– “Viví en la mentira” –

El sábado pasado, más de 1.000 usuarios se acercaron a la aplicación Clubhouse para sumarse a un debate sobre la internación de los uigures.

Las organizaciones de derechos humanos afirman que más de un millón de uigures estuvieron o están detenidos en campos de reeducación política en la región de Xinjiang.

Pekín rechaza el término “campos” y asegura que se trata de centros de formación profesional, cuyo objetivo es brindar trabajo a la población, y así distanciarla del extremismo religioso.

Durante el debate del sábado en la aplicación, al menos tres personas que se identificaron como uigures relataron sus experiencias personales, así como también otros cuantos usuarios de la etnia Han (predominante en China) que afirmaron residir en Xinjiang.

“Viví en una gran mentira”, afirmó una mujer que cambió sus opiniones tras una estadía en el exterior, que le permitió informarse más sobre Xinjiang.

Otros salieron en defensa de Pekín. Por ejemplo, un hombre dijo que eran necesarios los “campos de reeducación”.

Los moderadores permitieron que los participantes se expresaran en chino sin interrupciones, durante una discusión que finalízó al día siguiente por la tarde.

El lunes, más de 2.000 usuarios se contactaron para discutir sobre la sangrienta represión en la plaza Tiananmén en 1989, tema absolutamente tabú en China. Participaron usuarios de Hong Kong y Taiwán.

Pero las conversaciones no quedaron limitadas a asuntos políticos delicados: también fue una oportunidad para que los homosexuales discutieran sobre sus experiencias y problemáticas.

Los espacios de libre expresión online se han “reducido drásticamente” desde 2013, año en que Xi Jinping asumió la presidencia, considera Emilie Frenkiel, profesora en la universidad de París Est-Créteil.

Las ocasiones de hablar con otros interlocutores libremente en chino (como los taiwaneses) son raras. Por lo tanto, muchos lamentan lo efímero de este espacio que parecía no tener límites.

AFP

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