Elecciones en Cataluña: Entre la amenaza independentista y el ministro estrella de la pandemia

Elecciones en Cataluña: Entre la amenaza independentista y el ministro estrella de la pandemia

Salvador Illa, candidato al gobierno regional de Cataluña por el Partido Socialista de Cataluña (PSC), habla durante un mitin de campaña en Barcelona, el 4 de febrero de 2021 (REUTERS/Albert Gea/File Photo)

 

 

La región autónoma que protagonizó una intentona separatista en 2017 va a las urnas para elegir autoridades.

Por infobae.com 

El gobierno de Pedro Sánchez apuesta a la popularidad que ganó Salvador Illa al frente de la cartera sanitaria para evitar un triunfo de las fuerzas soberanistas, que podría desencadenar una nueva crisis.

 

Cataluña no logró la independencia, pero consiguió que sus elecciones se miren con más atención que las de muchos países europeos. El conflicto constitucional inaugurado en 2017 por la fallida declaración secesionista, que terminó con la intervención de la región autónoma por el gobierno nacional y el arresto de muchos de sus líderes, permanece abierto.

Un triunfo de los partidos que protagonizaron el proceso en las elecciones de este domingo amenazaría con repetir la misma crisis de hace cuatro años. Pero no todo está igual.

Uno de los principales cambios es que el nacionalismo catalán está hoy mucho más dividido que en los comicios de 2015, cuando fue unificado en la coalición Junts pel Sí, que se impuso claramente. Sus dos principales componentes, que son Junts per Catalunya (Juntos por Cataluña, Junts) y Esquerra Republicana de Catalunya (Izquierda Republicana de Cataluña, ERC), tienen estrategias cada vez más contradictorias y sus relaciones están muy deterioradas.

Ambos quedaron muy golpeados por el fracaso de la intentona separatista. Además, fueron descabezados por la Justicia. Carles Puigdemont, líder de Junts y presidente de la Generalidad (Poder Ejecutivo catalán) entre 2016 y 2017, se escapó a Bruselas para evitar que lo arresten, y permanece exiliado allí desde entonces. Oriol Junqueras, jefe de ERC y ex vicepresidente de la Generalidad, permaneció en España y fue apresado. En 2019, el Tribunal Supremo lo condenó a 13 años de prisión por sedición.

La otra diferencia es que a nivel nacional ya no gobierna el Partido Popular (PP) de Mariano Rajoy, que exacerbó el independentismo catalán por su intransigencia con las demandas autonómicas. El presidente ahora es Pedro Sánchez, del Partido Socialista, que históricamente ha hecho buenas elecciones en la región a través de su filial local, el Partido de los Socialistas de Cataluña (PSC).

Sánchez hizo una apuesta fuerte: promovió como candidato principal a Salvador Illa, que ganó una considerable popularidad como Ministro de Sanidad durante la pandemia. La decisión parece haber sido acertada, porque desde que Illa se puso al frente de la campaña, el PSC pasó a la delantera, con algo más del 20% de intención de voto según las principales encuestas.

Pero nadie se anima a hacer ningún pronóstico, porque Junts y ERC están los dos en torno al 20%, así que cualquiera puede terminar primero. Por otro lado, Cataluña designa a su presidente a través de un sistema parlamentario como el que rige la política nacional. El Parlamento catalán tiene 135 diputados, que se eligen por representación proporcional, repartidos en cuatro circunscripciones.

Para nombrar al presidente hay que alcanzar una mayoría de 68 legisladores. Como ningún partido se va a acercar a esa cantidad, el futuro de Cataluña dependerá de las coaliciones que se puedan formar para llegar a los 68 necesarias para gobernar.

La incógnita independentista

El nacionalismo fue siempre fuerte en Cataluña, pero su vertiente separatista estaba lejos de ser mayoritaria. El avance del independentismo es un fenómeno reciente, indisociable de la profunda crisis económica que sufrió España a partir de 2008, que volvió más atractivos los discursos de quienes plantean que la región podía estar mejor separada del resto del país.

De todos modos, incluso a pesar de que en 2015 fue posible la convergencia de la mayoría de las fuerzas soberanistas, el espacio fue siempre muy heterogéneo. Las raíces de Junts se remontan a Convergencia Democrática de Cataluña (CDC), un partido conservador y pro mercado, que gobernó entre 1980 y 2003, con Jordi Pujol como presidente.

En cambio, ERC es un partido de izquierda. A lo largo de su historia coincidió con CDC en la defensa del nacionalismo catalán, pero en todo lo demás pensaron siempre diferente. Fue la creciente tensión con el gobierno de Rajoy y la popularidad que empezaron a ganar las ideas nacionalistas lo que los llevó a juntarse.

“El campo independentista se compone de varios partidos, cada uno de ellos con posicionamientos en el eje izquierda-derecha que van desde del centro liberal hasta la extrema izquierda, así como una plétora de organizaciones de la sociedad civil. Tanto partidos como organizaciones tienen visiones distintas sobre cómo proceder para lograr la independencia, lo cual ha generado fuertes divisiones y enfrentamientos. El panorama, pese a las constantes llamadas a la unidad de acción, es de división y enfrentamiento. El votante independentista empieza a dar muestras de agotamiento, lo cual se puede traducir en una abstención que termine por dar la Generalidad a un gobierno no independentista por primera vez en 11 años”, sostuvo Nuria Franco Guillén, investigadora del Departamento de Política Internacional de la Universidad de Aberystwyth en Gales, consultada por Infobae.

En las elecciones del 21 de diciembre de 2017, convocadas por Rajoy tras la intervención en Cataluña para destituir a Puigdemont y frenar la secesión, Junts y ERC fueron separados. Con 36 bancas, Ciudadanos se convirtió en la primera fuerza de la región, en gran medida gracias a que la figura de Inés Arrimadas se había destacado como la voz más potente contra el independentismo. Junts quedó con 34, ERC con 32 y el PSC con 17.

El bloque nacionalista sumaba 66 y el contrario, liderado por Ciudadanos, 65. Aunque no llegaban a la mayoría de 68, los soberanistas pudieron formar gobierno gracias a la abstención de los cuatro diputados de la Candidatura de Unidad Popular (CUP), un partido independentista de extrema izquierda que en 2016 había formado parte de la coalición que eligió a Puigdemont.

Como Junts tenía dos bancas más que ERC, asumió como presidente Quim Torra, un hombre de Puigdemont. La tensión entre los aliados aumentó luego de que Torra se resistiera a dejar el cargo después de que lo despojaran de su banca en 2020, por desoír una orden judicial que lo forzaba a retirar de la sede de la Generalidad un cartel que pedía la liberación de los “presos políticos” del procés, como se conoce en España al juicio contra los que trataron de forzar la independencia.

Torra fue desplazado del cargo el 28 de septiembre pasado por una resolución del Tribunal Supremo. En su lugar asumió Pere Aragonès, vicepresidente y líder de ERC ante la ausencia de Junqueras. Si bien este figurará al tope de la lista de candidatos, el verdadero postulante del partido de izquierda será Aragonès. En el caso de Junts, como Torra fue inhabilitado, la candidata será Laura Borras.

“En el independentismo hay dos opiniones. Los que quieren seguir con la vía independentista a toda costa, al margen de la ley si hace falta (Junts) y los que quieren seguir con la vía independentista dentro de la ley (ERC)”, explicó Ignacio Lago, profesor de ciencia política de la Universidad Pompeu Fabra, en diálogo con Infobae. “Si los partidos independentistas consiguen la mayoría absoluta, dependiendo de cuál de ellos sea el que tenga más bancas, iremos por un camino u otro. En estas elecciones se juegan dos cosas: que los independentistas consigan la mayoría absoluta en escaños o no y, en caso de que lo logren, si el más votado es ERC o Junts”.

Las principales encuestadoras coinciden en que a Junts y a ERC no les alcanzaría para llegar a 68 escaños. Sin embargo, si superan a la suma de los no independentistas, podrían volver a gobernar si cuentan una vez más con la abstención de la CUP.

Entonces, lo importante será ver quién está al frente. Si vuelve a imponerse Junts, es probable que se mantenga el escenario de conflictividad de los últimos años y no se puede descartar una nueva escalada, como la de 2017. Pero si el que se impone es ERC, que promueve una estrategia más dialoguista con el gobierno central, quizás haya una vía para una paulatina descompresión.

“Junts y ERC son partidos con apuestas distintas de cómo gestionar el contencioso nacional”, dijo a Infobae Gemma Ubasart-González, profesora de ciencia política de la Universidad de Girona. “El primero es nostálgico del referéndum del 1 de octubre de 2017 y de la unilateralidad. El segundo mira al futuro y apuesta por el diálogo, la negociación y el pacto. Durante los tres años que ha durado este gobierno no han tenido un proyecto común ni se han entendido en la gestión cotidiana, y las relaciones personales entre los líderes están cada vez más erosionadas. A pesar de esto, si Junts queda por delante en el bloque independentista, por el hecho de que aún hay heridas por cerrar de la etapa anterior, como la existencia de presos y exiliados, que es lo más tenso emocionalmente, podría ser posible la repetición de la mayoría. Si gana ERC, se abre un mayor campo de acción: continuar igual o buscar nuevos acuerdos en un espacio de izquierdas”.

Apoyado por el impulso que da siempre tener al gobierno nacional a favor, el PSC se encaminaba a hacer una mejor elección que en 2017 y en 2015, cuando había salido cuarto con 13% y 12%, respectivamente. En ambas oportunidades, con Miquel Iceta como candidato. Pero nadie imaginaba la posibilidad de que pudiera ser la fuerza más votada.

El cambio se produjo el 30 de diciembre, cuando se anunció que al frente de las listas del partido estaría Salvador Illa. Más allá de las críticas a la gestión de la pandemia, el público valoró siempre el estilo de comunicación del ex ministro de Sanidad. La sobriedad para hablar y la claridad en los conceptos.

Además, con el correr de los meses se convirtió en una figura casi familiar por los constantes anuncios relacionados con la crisis sanitaria. Eso lo volvió mucho más cercano que Iceta, que no se caracteriza precisamente por su carisma —al margen de su propensión a bailar en televisión y en actos de campaña—.

“Salvador Illa tiene dos puntos fuertes —dijo Ubasart-González—. Primero, buena valoración como ministro entre votantes del PSC y de frontera. Tiene un perfil que encaja con lo que se demanda de un político en medio de una pandemia: gestión, hablar de política pública con un tono conciliador y ser pactista. Segundo, le permite salir al PSC de la estrategia demasiado frentista con el independentismo impulsada por Iceta antes de la moción de censura a Rajoy. Ahora bien, falta para ver si el efecto Illa, que existe, es suficiente para hacer quedar al partido primero en los comicios. Y, sobre todo, si tiene margen de pacto el día después”.

Desde que Illa fue oficializado como candidato, el PSC empezó a subir en las encuestas. Gran parte de su crecimiento lo obtuvo a expensas de Ciudadanos, que en los últimos años perdió fuerza a nivel nacional por la falta de claridad de su estrategia, lo que lo llevó a pasar de ser un potencial aliado del Partido Socialista a hacer alianzas con el Partido Popular y con Vox, el partido populista de derecha que lidera Santiago Abascal.

En Cataluña, Ciudadanos se vio perjudicado además porque Inés Arrimadas dejó la jefatura local para asumir la nacional, ante la salida de Albert Rivera. A Carlos Carrizosa, que lidera las listas en lugar de Arrimadas, le está costando retener los votos que obtuvo ella en 2017.

Macià Serra, profesor de ciencia política de la Universidad de Girona, consideró que la elección de Illa es una apuesta inteligente. “El ex ministro es conocido por la mayoría de las personas por su exposición pública durante la pandemia, y las encuestas le daban un apoyo mucho mayor que a Miquel Iceta. No obstante, al Presidente lo escogen los diputados, y parece difícil que pueda obtener una mayoría suficiente en el Parlamento”, dijo a Infobae.

A Illa no le va a alcanzar con ser el candidato más votado para ser investido presidente. Va a tener que armar una de dos coaliciones posibles. Ambas son factibles, pero poco probables.

Una es la alianza de todos los sectores que se oponen a la independencia: PSD, Ciudadanos, el PP, En Comú Podem (la versión catalana de Unidas Podemos) y Vox. La primera dificultad consiste en reunir en el mismo espacio a la izquierda podemita con la derecha de Vox, dado que sus seguidores se desprecian mutuamente. Es cierto que sus dirigentes dieron señales de que podrían considerarlo en nombre de poner fin a la crisis en Cataluña. Pero no será nada fácil.

La otra complejidad es que también es posible que ni siquiera sumando todos esos escaños lleguen a los 68. Los principales sondeos electorales muestran que les falta convencer a más personas.

La otra coalición también parece impensable hoy, aunque no lo era años atrás. Sería una unión de izquierda que junte al PSC con En Comú Podem y con ERC.

“Creo que es factible que Illa gane las elecciones”, dijo a Infobae Pedro Riera, director de la Escuela de Postgrado en Economía y Ciencia Política de la Universidad Carlos III de Madrid. “Se trata de un candidato relativamente popular, al menos en Cataluña, que puede aglutinar el voto no independentista. Aunque eran otros tiempos, su partido ha ganado elecciones autonómicas en Cataluña en el pasado. Además, los últimos comicios catalanes los ganó Ciudadanos, un partido que tiene bastantes cosas en común con el PSC. Otra cosa será que pueda formar gobierno. Illa podría acordar con otros partidos de ámbito estatal (Comuns, PP y Vox), pero esta posibilidad es muy improbable por serias diferencias entre ellos. Además, creo muy improbable que sumen los 68 diputados necesarios. Por tanto, nos quedamos con una segunda opción: rescatar la fórmula de un gobierno de izquierda. El problema es que ni ERC ni el PSC parecen dispuestos a pactar entre ellos”.

El Socialismo y Podemos ya gobiernan juntos a nivel nacional, y los últimos gobiernos socialistas en Cataluña fueron con apoyo de ERC. Tanto Pasqual Maragall Mira (2003-2006) como José Montilla (2006-2010), ambos del PSC, contaron con los votos de Esquerra para ser investidos presidentes. Claro que era otro país y otra Cataluña, mucho menos atravesada por la discusión entre nacionalistas y constitucionalistas. Pero la frustración del proyecto independentista podría hacer que ERC reconsidere su estrategia.

“No parece probable un acuerdo entre los partidos de izquierda, PSC, ERC y Comunes, aunque sea la única opción para que ERC tenga la presidencia de la Generalidad y a pesar de que un acuerdo entre los tres funcione en el gobierno de España (ERC se abstuvo en 2019 para permitir que Sánchez sea presidente sin mayoría absoluta). Pero si los partidos constitucionalistas consiguen la mayoría, Illa será elegido presidente con toda probabilidad. Desde Ciudadanos hasta Vox, todos facilitarían su gobierno. Incluso cuando Vox ha cambiado de posición durante la campaña, creo que al final dará su apoyo”, anticipó Lago.

 

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