Una periodista venezolana relata su peor pesadilla al ser deportada desde México

Maiquetía
Foto: Cortesía

 

Los nervios acechaban sin compasión, el tiempo pasaba de prisa, el típico estrés de los viajeros con sus maletas de un lado a otro no se hizo esperar, y la nostalgia rondaba en cada rincón del Aeropuerto Internacional de Maiquetía. La joven venezolana se disponía a abordar un vuelo hacia Cancún, México, en aquella madrugada del 2 de febrero de 2021. Lo que pudo ser un traslado tranquilo, no demoró en convertirse en una pesadilla. “Fue horrible desde que salí hasta que regresé”, contó.

Solo por el hecho de ser periodista recibió el repudiable gesto de un funcionario, como si se tratara de un delito. Fue discriminada e irrespetada por la “autoridad”, dentro y fuera de su país. Mantuvo la sangre fría y respondió con inteligencia a todas las preguntas. Aun así, no fue suficiente. Una labia cruda, bien elaborada, y una serie de atropellos cobardes prepararon el camino para su deportación… y la de dos venezolanos más.





Por lapatilla.com

La odisea inició desde que la caraqueña de 28 años, quien decidió ocultar su identidad por motivos de seguridad, llegó a Maiquetía. Su vuelo salía a las 8:00 de la mañana. Una vez que validaron su boleto, pasó a la Oficina Nacional Antidrogas donde fue atendida por un funcionario, el sujeto que la trató de forma despectiva al indicarle su profesión. Le hicieron el interrogatorio habitual: ¿Motivo del viaje?, ¿A qué se dedica?, ¿Tiempo de estadía?, ¿A quiénes conoce en México? ¿Tiempo de planificación para el viaje? Entre otras. Aseguró que solo estaría por nueve días. Además, dio certeza de su boleto ida y vuelta. Posteriormente, vino el respectivo check-in.

Una normalidad disfrazada

En los momentos posteriores, su maleta debía pasar por rayos X. En una zona oculta y oscura, la esperaron dos individuos. Uno de ellos era de la aerolínea. Revisaron su equipaje. Una militar le realizó la inspección física y dijo: “Ya puedes abordar con tranquilidad”. Pero hasta entonces, no le habían entregado el comprobante del check-in. Mientras esperaba por él, regresaron a dos jóvenes y los hicieron esperar hasta que transcurrió el último pasajero.

Tiempo después, fueron sorprendidos cuando los ingresaron a la Oficina Antidroga. Mencionaron: “Ustedes están aquí porque son perfilados. Les haremos una entrevista”. Cuando tocó su turno para declarar,  el oficial le pidió que desbloqueara su teléfono. Lo manipuló de una forma arbitraria. Ingresó en las conversaciones de WhatsApp y revisó todo, incluso la galería de fotos, violando su privacidad. Los nervios comenzaron a conspirar en contra de la periodista. La situación empezó a tornarse por otro rumbo.

Estaban a contrarreloj. Eran las 6:30 a.m.  Faltaba poco para el vuelo. Mientras, el pasaporte, check-in y celular, estaban bajo el poder del oficial antidrogas. No tenían acceso a nada. El funcionario pronunció: “Firma aquí”. Era un cuaderno de numerosas hojas. La chica preguntó: “¿Qué es esto?”. El hombre se rehusó a contestar y la obligó a hacerlo. Una vez que logró su cometido, afirmó: “Ese es el cuaderno de los que no viajan”.

Resulta inquietante la llegada de un superior quien tomó los pasaportes, mencionó sus nombres, el de ella y los otros dos venezolanos, y vociferó: “Váyanse. Feliz viaje”.

El viaje forzoso

Había aproximadamente 170 pasajeros, de los cuales, solo tres venezolanos se quedarían en México como turistas, incluyéndola. Pisó Cancún a las 11:00 a.m. Aparentemente, el proceso avanzaba bien. Fue nuevamente interrogada. Un oficial de migración le quitó el pasaporte, la carta de invitación, el teléfono y la llevó a una oficina. En seguida, llegaron los otros dos venezolanos que detuvo el personal antidrogas en Venezuela.

Una mujer con falda de pestañas postizas, contextura gruesa y cabello rojo oscuro la abordó con  más preguntas. La hicieron perder su tiempo. Ofreció explicaciones que no fueron tomadas en cuenta. La pelirroja insistió en que sus declaraciones eran inconsistentes, puso en duda todos sus argumentos y desaparecieron su carta de invitación. Ni se preocupó en llamar a la persona que la recibiría. Fue soez y se limitó a admitir, sin mirarla: “Tus declaraciones son inconsistentes (…) Lo siento”.

Los sacaron de la oficina para su vuelo de retorno. Los venezolanos pidieron explicaciones y fueron ignorados.

Deportada por ser venezolana

Se acercaron dos funcionarios. Uno de ellos era gordito con pinchos en el pelo. El otro era blanco, de cabello rizado. Este último le insinuó: “Guapa, ¿qué pasó?”. La muchacha le explicó lo sucedido. El hombre confesó: “Lo que pasa es que la orden es poner todas las trabas para impedir el ingreso de venezolanos a México (…) Lamentablemente, no hay nada que hacer”.

El retorno

Los tres venezolanos fueron deportados. Llegaron a las 5:00 de la tarde. Recibieron su documentación. Les hicieron la prueba PCR y fueron llevados a la oficina de migración. Sellaron sus pasaportes y gritaban en tono de burla: “¡No admitidos, no admitidos!”.

Rompieron una rueda de su maleta y la colocaron al final. Irónicamente, un trabajador de la aerolínea le expresó: “Chama, estabas destinada a no viajar desde esta mañana”.

La denuncia

La indignación y el desconcierto son a gran escala. En su mente, quedó el vivo recuerdo del maltrato. El miedo no desaparecerá de la noche a la mañana. “No sabemos nuestro estatus en México ni en la oficina de migración. Desconocemos cuándo podemos viajar, porque dijeron que si intentábamos regresar nuevamente a México, o a otro país, levantarían una alerta como si fuéramos unos narcotraficantes”, aseguró.

Al día siguiente, se trasladó a la embajada de México, ubicada en Las Mercedes, para obtener información sobre su estatus migratorio y se negaron a atenderla. Se comunicó al número de emergencia y le objetaron: “Señorita, siento mucho no poder ayudarla pero este canal es exclusivo para emergencias de mexicanos en Venezuela. De igual forma la embajada no decide quien entra o sale al territorio mexicano”.

Mucho se ha dicho sobre este tipo de injusticias que se fortalecen cada vez más. ¿Cómo nos defendemos frente estos hechos? ¿Sobornando a la autoridad? ¿A quién le corresponde solucionar? ¿Al régimen de Maduro o a López Obrador? Es un misterio sin resolver.