Luis Ugalde: Revelación de Cuba

Luis Ugalde: Revelación de Cuba

Luis Ugalde, sacerdote jesuíta / El Impulso

 

 

Extraordinario. No es una denuncia airada, ni un grito de rebelión, es algo más profundo esta carta de católicos cubanos que se sienten llamados a romper el silencio con una confesión pública dolorosa y esperanzada de una realidad inocultable.





SJ. Luis Ugalde

La sanación requiere el reconocimiento de la realidad enferma. Sabemos que la situación de Cuba no es nueva, pero sí su agravamiento y el coraje liberador de esta proclama en un país que prohíbe hablar. Los venezolanos necesitamos leerla y leernos en ella, pero faltan los medios para difundirla. Aun a riesgo de mutilarla por falta de espacio, recojo algunos párrafos (sin nada mío y con… para las omisiones), como una invitación a su lectura completa.

“Hermanos cubanos: Como creyentes en Dios, sacerdotes, consagrados, laicos, como hombres y mujeres de buena voluntad, como cubanos que amamos a nuestra patria y que soñamos un futuro luminoso para ella, enviamos este mensaje, nacido del amor. (…) “Nuestra conciencia no nos permite permanecer callados de frente a la construcción del presente y del futuro de nuestra nación”. (…)

“Queremos dar voz a nuestros pensamientos y sentimientos: alegrías y tristezas, frustraciones e ilusiones… sabiendo que no son solo nuestros sino de una gran parte de nuestro pueblo cubano en cada una de las orillas donde palpita el corazón de Cuba, porque somos una única nación en la isla y en la diáspora. “El cubano sufre, vive y espera aquí y también sufre, vive y espera allá afuera”.

“He escuchado el lamento de mi pueblo (Éxodo 3,9). La Palabra de Dios es luz para lo que vive nuestra patria hoy. En el libro del Éxodo, la Biblia nos relata la historia de Moisés, el hombre al cual Dios se manifiesta con la intención de liberar a su pueblo de la esclavitud de Egipto, y al cual le dice: “He visto la aflicción de mi pueblo (…). He oído el clamor que le arrancan sus opresores y conozco sus angustias. Voy a bajar para librarlo (…). Ponte en camino que yo te envío”. “Dios ve, escucha y siente con su corazón de Padre lo que vive su pueblo, no le pasan desapercibidos sus tristezas, sus angustias y su clamor”.

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