A un año del primer contagio en Nueva York, el desempleo y el luto siguen en las comunidades hispanas

Diario NY

Hace exactamente un año, el 1 de marzo del 2020, las autoridades de la Ciudad de Nueva York anunciaron lo que ya se esperaba: Un nuevo virus, poco conocido por la comunidad científica, surgido en China, ya estaba en las calles de la Gran Manzana. Doce meses después, los motores de la vitalidad de la ciudad de los rascacielos están apenas comenzando a encenderse lentamente y muchos residentes hispanos, uno de los grupos étnicos más abatidos por el COVID-19, estiman que falta mucho para que vuelva “algo de normalidad”.

Por: Diario NY

“Yo dudo que sacar de abajo la ciudad sea fácil. El coronavirus acabó con el turismo y con miles de negocios. Ya no es la ciudad rica de antes. Caminas por cualquier cuadra y lo que ves es negocios quebrados y desempleo”, dijo Jorge Reyes, un inmigrante dominicano que transitaba por el centro de Manhattan, que lleva meses casi apagado.





Lo que palpa Jorge con sus ojos, ya es un tema de investigación y de alarma para algunos sectores.

 

Con base a las estimaciones del grupo empresarial ‘Partnership for New York  City’ hasta un tercio de las pequeñas empresas de la ciudad podrían “no sobrevivir a la pandemia”. Y la mayoría de las empresas no esperan que el personal regrese a las oficinas en su totalidad.

Otros números son más fríos en este invierno del 2021: La tasa de desempleo de la ciudad ha escalado más del 12%, casi el doble del promedio nacional, el drama de las personas sin hogar llegó a un punto de ebullición y se calcula que por lo menos 300,000 personas profesionales e inversionistas han dejado la ciudad por el temor a la pandemia.

Además, en la ciudad de Nueva York se perdieron 750,000 empleos de nómina y contratistas independientes, desde que empezaron los cierres económicos pandémicos en la primavera pasada, sostiene un reporte publicado recientemente por ‘Center for New York City Affairs'(CNYCA).

También se calcula con los últimos datos del pasado mes de diciembre, que el 24.5% de la fuerza laboral neoyorquina está sub-empleada.

Todo peor para los hispanos

Uno de los miles que perdió su empleo fue el carpintero dominicano Joel Rodríguez, de 32 años, residente de El Bronx. Aún así, se mantiene optimista con el futuro.

“Tuve siete meses continuos desempleado, desde que cerraron la economía. Me enfermé con el COVID-19 al igual que la mayoría de mi familia, el pasado mes de abril. Afortunadamente todos sobrevivimos. Yo presiento que esto va a ir lento, cada vez hay menos trabajo. Dentro de todo hay que ver el lado positivo. Este año muchas familias han estado más juntas por la cuarentena”, destaca Rodríguez.

 

La pérdida de empleos este último año, ha sido mucho peor que la crisis de desocupados de la Gran Recesión. Y mucho más aguda que la crisis financiera de los años 2000 a 2003, tampoco se acerca al impacto causado por el ataque a las Torres Gemelas, subraya el informe de CNYCA.

“Desde los primeros días de la pandemia, ha quedado claro que las comunidades de color han sido los más afectados tanto por la enfermedad en sí, como por la pérdida de empleo y las dificultades económicas”, concluye James Parrot, director de economía y políticas fiscales de CNYCA, en el resumen del estudio “Economía de NYC en tiempos de COVID-19”.

El desempleo entre las comunidades latinas y afroamericanas fue el doble que en el grupo de los hombres blancos, en los últimos meses, especialmente cuando una “segunda ola” del COVID-19 obligó desde octubre a nuevos cierres comerciales.

 

Evaluaciones derivadas de la investigación del ‘Center for New York City Affairs’, hasta la mitad de febrero del 2021, ponen en foco que si bien las tasas de desocupación de las mujeres blancas y de color fueron similares, la disparidad entre mujeres blancas y hombres blancos fue mayor (2 a 1) en comparación con crisis anteriores vividas en la Gran Manzana. Ya que las mujeres se quedaron en casa durante la pandemia, para cuidar a los niños que no asistían a la guardería o la escuela.

Consecuencias emocionales de la pandemia

Más allá del efecto devastador en la calidad de vida de la clase trabajadora neoyorquina, que debe enfrentar varios monstruos como las deudas acumuladas por morosidad en el pago de sus viviendas y la inseguridad alimentaria, las consecuencias emocionales de quienes perdieron familiares de manera sorpresiva, también es un tema que hay que poner sobre la mesa, en una ciudad que fue el “epicentro del epicentro” de la pandemia en la primavera pasada.

El pasado 1 de marzo de 2020, cuando el alcalde Bill de Blasio y el gobernador Andrew Cuomo anunciaron el primer caso de COVID-19, la infección viral se expandió en cuestión de semanas. Ya el 14 de marzo se contabilizaban las dos primeras muertes. Desde ese día, el luto y el dolor no han tenido pausa.

 

Hasta esta última semana de febrero, de las 38,407 muertes registradas oficialmente en Nueva York, más de 29,000 han sido en la Gran Manzana, una fatalidad que desde que el virus entró en furia se afincó en vecindarios de mayoría hispana.

Desde el principio del brote de coronavirus, más del 35% de los decesos por la infección viral han sido personas latinas de los vecindarios más pobres, mientras que esta comunidad constituye apenas el 29% de la población de la ciudad. Esa tendencia no ha cambiado.

Nancy Arreaga perdió a su padre por el COVID-19 en abril de 2020 (Foto: Cortesía)

“Hay gente que todavía duda del virus” 

La docente mexicana Nancy Arreaga, de 45 años, residente de Staten Island perdió a su padre el pasado 27 de abril. Como ella lo describe “era un hombre sano, pero se fue en cuestión de días”.

 

Ya luego de un año de este tiempo de pandemia, Arreaga asegura que su temor a sociabilizar y a convivir con otros no ha disminuido.

“Ya perdí a mi padre y no quisiera que mi madre se enferme. Estamos viviendo una ansiedad que nunca había conocido. Yo tengo la esperanza de algún día volver a la normalidad. Y compartir con los míos. Todo ha cambiado y creo que falta mucho para que dejemos de recibir malas noticias por este virus”, calcula la educadora.

Arreaga destaca que “lamentablemente” a pesar de la tragedia palpable en las calles, observa con asombro como algunos en la ciudad todavía se niegan a aceptar que el virus es una realidad. Y es potencialmente asesino.

 

“Ver a gente en mi comunidad que se niegan a usar máscaras y a tomar medidas de protección, porque luego de un año de la pandemia aseguran que este virus es una mentira. ¡Es uno de los temas que más me aterra! No han sido suficientes tantas muertes, para que algunos entiendan lo que vivimos”, puntualizó.

Ansiedad y depresión

La colombiana Roscio Castillo, de 55 años y residente de Corona en Queens, todavía recuerda con mucha “ansiedad y depresión” lo que vivió su vecindario el pasado mes de mayo.

“No me recupero. Salgo a la calle porque hay que buscar trabajo. Pero para mí estas calles me recuerdan esa tragedia tan grande que vivimos entre mayo y julio pasado. Aquí hay edificios en donde murieron todos los ancianos. Luego de un año, hay todavía mucho luto, familias tristes, porque perdieron familia, empleo y negocios. Este virus todo lo acabó”, revive angustiada la inmigrante.

 

La pandemia causó estragos emocionales en los neoyorquinos, según los resultados de una encuesta del Departamento de Salud de la Ciudad (DOHMH) publicada en el último trimestre de 2020.

El sondeo realizado en dos períodos separados, después de que el virus alcanzó su punto máximo y comenzó su lenta caída, pulsó a 1,200 neoyorquinos sobre sus experiencias durante la pandemia.

El 44% de todos los encuestados dijeron que experimentaron síntomas de ansiedad, mientras que otro 36% informó sufrir síntomas de depresión. Eso representa un 80% combinado de todos los que respondieron la encuesta.

 

Además, el 35% de los adultos en un hogar con niños dijeron que la pandemia también había afectado el bienestar emocional y conductual de sus hijos “de manera negativa”.

“La gente en esta ciudad ha pasado por mucho estrés y ??lo que están compartiendo refleja la dificultad de estos últimos meses”, razonó el Dr. David Chokshi, comisionado del DOHMH.

El portero Mike Vargas calcula que hasta el 2022 se tendrán que usar máscaras. (Foto: F. Martínez)

Ver el futuro: vacunas y máscaras

Para trabajadores que nunca tuvieron pausa en sus labores, como el caso del portero residencial Mike Vargas, de 55 años, hay que ver el futuro estando “clarísimo que hasta el 2022 hay que usar máscaras y seguir protegiéndose”.

 

“Quienes nunca abandonamos nuestras posiciones, hemos hecho un esfuerzo por protegernos y proteger a los demás. Yo opino que esta pandemia no tendrá vida corta. Pasarán muchos meses para volver a la normalidad. Ya verás que después de usar una máscara tendremos que usar hasta dos. Si es necesario”, expuso el quisqueyano.

Así mismo, el mecánico puertorriqueño Luis Vásquez residente de Harlem, sí tiene centrada sus esperanzas en las nuevas vacunas como una forma de ver el futuro con “algo de optimismo”.

“Nueva York está de capa caída. No es lo mismo, pero ya hay una vacuna. Y no es poca cosa que ya a menos de un año de que apareció esta pandemia, la tengamos cerca. Ahora, lo que hay que pedir es que se mueva rápido. Que nos vacunen a la mayoría. Ya veremos que así podremos volver a ser la ciudad de antes. Si no tuviéramos esta opción aún. Eso sí sería el final”, argumentó el isleño.

 

El proceso de vacunación en la ciudad de Nueva York ha tenido grandes altibajos ante los pocos suministros y los reportes que el paso de las inoculaciones, arrancó siendo lento en las comunidades más afectadas por el coronavirus.

Sin embargo, luego de un año de pandemia y más de dos meses del inicio de la estrategia de vacunación con los fármacos de Pfizer y Moderna, la Ciudad anuncia que el nuevo producto de Jhonson&Jhonson entrará a la batalla con la ventaja que se trata de una sola dosis, de más fácil almacenamiento y que aligerará en marzo la inmunización a los neoyorquinos.

Hasta el pasado fin de semana, menos del 10% de la población de la Gran Manzana había sido inoculada en contra del COVID-19.

 

El puertorriqueño Luis Vásquez cree que las vacunas marcarán el regreso a la normallidad. (Foto: F. Martínez)

Cifras en NYC a un año de la pandemia:

  • 29,173 fallecidos totales, de ellos 24,147 confirmados y 5,026 muertes probables.
  • 703,170 total de casos positivos reportados (tan solo el viernes hubo 4,419 nuevos casos).
  • 4.20% tasa de positividad en siete días consecutivos.
  • 3,080 personas seguían hospitalizadas.
  • 1,614,585 vacunas administradas.

Desocupación ‘pandémica’:

  • 63% de empleos perdidos en el sector de recreación, entretenimiento y artes, en los últimos doce meses de acuerdo con el reporte de CNYCA.
  • 40% se redujeron las oportunidades laborales en el área de la hospitalidad; bares, restaurantes y hoteles.
  • 68% de los trabajos perdidos eran ocupados por trabajadores de color, los números reales probablemente son más altos.
  • 21 veces más posibilidades de perder sus trabajos tuvo la fuerza laboral latina en comparación con otros grupos.
  • 2.6 millones de residentes del estado de Nueva York recibían beneficios de desempleo hasta la mitad del pasado enero 2021.
  • 50% de esos beneficios eran recibidos por residentes de la Gran Manzana, es decir 1.3 millones de personas.