El peor “hombre nuevo”: con auto de lujo, apellido poderoso y escasa cultura, por Yoani Sánchez

Sandro Castro, nieto de Fidel. (Instagram)

Alterna la mirada entre la carretera y la cámara que lo graba. Sonríe. Alardea del lujoso vehículo que conduce a toda velocidad y lanza frases a un espectador que adivina debe estar salivando ante tanto lujo. El protagonista de esta escena podría ser cualquier influencer parisino, berlinés o neoyorquino, pero se trata de un joven cubano que ha nacido arropado por el apellido más poderoso de la Isla. Es Sandro Castro.

A pocos sorprende el opulento Mercedes Benz en el que se mueve el nieto de quien nos impusiera, a fuerza de consignas y ofensivas económicas, la austeridad como estandarte. Tampoco asombra la aguja del velocímetro, que marca la excesiva rapidez con que los neumáticos se desplazan por el asfalto. Ninguno de los obscenos atributos del poder de los que fanfarronea el joven hacen caer de espaldas a un pueblo que, desde hace mucho tiempo, sabe que una cosa es el sacrificio que los líderes pregonan en la tribuna y otra la riqueza en el interior de sus palacios.

Lo más inaudito, entonces, no son ni el auto ni los excesos de velocidad, sino la manera en que habla el bravucón frente al timón. Cada frase que pronuncia lo muestra como un ser volcado en el consumo, fascinado por lo material, con muy poca cultura, escaso vocabulario y mucha necesidad de mostrarse adinerado. ¿Es este el “hombre nuevo” incubado en el mismo clan familiar que nos envió a escuelas en el campo, nos trató como sobrios soldados y nos obligó a renunciar a nuestra individualidad? ¿Es hijo del hijo de aquel que siempre nos quiso humildes y obedientes?





 

 

¿Todo lo que nos quitaron fue para criar estos seres arrogantes, que ni siquiera han usado su riqueza para leer libros, cultivarse o ampliar sus estrechos horizontes referenciales? ¿Los nietos de aquellos que bajaron de la Sierra Maestra siguen siendo como aquel bisabuelo y campesino de Birán -despótico y engreído- pero ahora con mansiones en La Habana, impunidad absoluta y privilegios inalcanzables para otros cubanos? ¿Han gastado parte de los recursos del país en mantener a estos caprichosos y groseros chiquillos? ¿Todo fue para esto?

Los hijos nunca deben pagar la culpa de los padres, mucho menos de los abuelos, pero cada persona exhibe en su comportamiento mucho de los valores éticos y morales que le enseñó su familia. El hogar se nota en las primeras frases, la educación recibida -así sea del más pobre de los albañiles o de la más abnegada de las costureras- brota por cada poro. Lo que emana de Sandro Castro nos permite ver, como en una detallada radiografía, el esqueleto del régimen cubano, y apesta.

La estirpe que debió ser el modelo a seguir y pregonar cada día con el ejemplo solo ha dado frutos podridos: chulos con la cabeza vacía.