Omar Estacio Z.: Verborrea legislativa

Omar Estacio Z.: Verborrea legislativa

El martes pasado, el Narcosátrapa, festejó de manera ruidosa, que “su” parlamento -“el mío mesmo de mí, el controlado por yo, pa’ que sepan que hai gobielno”- no reconocido, sin embargo, por alrededor de 60 países, sin incluir varios organismos multilaterales, por haber sido votado con fraude, alevosía, coacción, fractura, escalamiento, tiene, ya, 34 proyectos de ley, prontos, para ser aprobados en 2021.

En el “paquete” hay de todo, como corresponde a la caja de Pandora de semejante caterva: La fementida reforma de la Ley de Responsabilidad de los Medios de Comunicación, que aspira a arremeter contra las ya arremetidas redes sociales. O el proyecto de reforma del Código de Procedimiento Civil, que permitiría a los “colectivos de la paz” actuar como terceristas, quiere decir, entrometerse y, de paso, cobrar “vacunas” por obstruir o dejar de obstruir cualquier pleito judicial entre particulares ¿Y qué pito tocan, a menos que sean de cannabis, esos mal entretenidos, terciar si Pedro, le debe a Juan y porqué a éste, no le viene en gana pagar?

Otra pregunta: Y qué mal le habrá hecho la gramática española a la gavilla parlamentaria, para que la pateen, al bautizar textos normativos, con remoquetes como la “Ley de la Chamba para los Chamos”?

“Se acatan pero no se cumplen. Leyes, siempre sobran, lo que falta, es gente decente para aplicarlas. Usted tiene razón, pero va preso. Más vale una cuarta de juez que una vara de Justicia. La ley del Embudo ( ancha para lo propio, muy estrecha para lo ajeno). La ley del encaje (es decir, la que mejor le encaje en el bolsillo a todo juez venal). Quédense ustedes, con las leyes y déjenme a mi, los reglamentos que me daré por bien servido. La ley del Cabestro. La Constitución da para todo”.

Frases, en unos casos populares y en otros, de paternidad definida (de Cervantes o, quizás, de Covarrubias; del conde de Romanones; de César Zumeta, de José Tadeo Monagas, las cuatro últimas, respectivamente) que reflejan lo fútil de toda letra muerta y la inmensa brecha que separan las leyes de las realidades.

“La única ley, es que no hay ley”, es la heurística de la narcosatrapía en la materia.

Hay quien asegura que tal profusión legislativa es para aparentar laboriosidad. Otros, que es para fingir legalismo. “La hipocresía es tributo que le rinde el vicio a la virtud”, escribía Rochefoucauld. Sin embargo, la taifa revolucionaria es refractaria a aparentar virtudes. Exhibe sus crímenes y los reivindica con jactancia -bailando salsa en público, después de asesinar parroquianos, por ejemplo. Mientras más atroces sean sus delitos, mejor, porque se erigen en motivo de ascenso en su nomenklatura. Intentan ser peores de lo que son y si no lo consiguen por holgazanes, cobardes o porque sus molleras no les dan, en lugar de una pizca de honestidad, la disimulan para no caer en desgracia.

Esos furores legislativos constituyen pérdida, irremediable, de horas-hombres, por muy depreciado que sea el tiempo de semejante hatajo. Además, la narcosatrapía, no ha necesitado de leyes que, una vez promulgadas, ha sido la primera en violar.

La supuesta Revolución, no precisó de enmienda constitucional que restituyese la pena capital, formalmente, para matar, informarmente, pero con mucha saña a, Franklin Brito, Oscar Pérez, Fernado Alberto Albán, Jairo Ortiz, Daniel Alejandro Queliz, Miguel Colmenares Milano, Paola Ramírez, Neomar Lander, Gruseny Calderón, entre los más de 10 mil disidentes asesinados a mansalva agregados, a los alrededor de 400 mil venezolanos víctimas mortales del hampa callejera, amamantada por la Tesorería Publica, en muchos casos pero, en todos, azuzada por los narcosátrapas, en típico empleo de la delincuencia común como herramienta de represión y confinamiento de la gente laboriosa.

Para robarse el oro del Banco Central, para saquear Pdvsa, las empresas de Guayana, el Arco Minero, el Patrimonio Público y privado, en general y para entregarse a los cárteles de drogas, tampoco le hicieron falta, leyes despenalizadoras de la corrupción, el saqueo y el narcotráfico.

34 proyectos de leyes mal escritas y de la peor uva, que una vez sancionadas ellos mismos se apresurarán a violar y canibalizar. El cronista, en lugar de verborrea, tuvo la tentación de calificar de diarrea tal incontinencia parlamentaria y de, coprófagos compulsivos, a sus promotores.

El paquete legislativo incluye ¡La tercera reforma de la normativa sobre corrupción en los últimos 22 años! El flagelo se ha erigido en leitmotiv roboLucionario, por carencia de leyes, no por inmoralidad, indecencia, desvergüenza, sobre todo, de los propios reformadores.

“Ley con mi Guiso, no te metas”, cabría designar la que forma parte del paquete de 34. Ya que emplean su germanía para bautizarlas, tal título le acomoda, con todo y subtítulo: “¡Chávez vive/ Y el guiso sigue”.

@omarestacio

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