Los experimentos más escandalosos que se han hecho contra la humanidad para estudiar enfermedades

Los experimentos más escandalosos que se han hecho contra la humanidad para estudiar enfermedades

Una de las prisioneras polacas que estuvo en el campo de concentración Ravensbrück, en el norte de Alemania, y que fue sometida a la experimentación médica sin consentimiento en 1944 /United States Holocaust Memorial Museum Cortesía de Anna Hassa Jarosky y Peter Hassa

 

Se hicieron durante la Segunda Guerra Mundial en Alemania y Japón con prisioneros. También hubo experimentaciones en cárceles en EE.UU. Al conocerse, se hicieron códigos y normas para defender el derecho a aceptar o rechazar la participación en ensayos clínicos.

Por Infobae





Hoy existen pautas y normas que protegen los derechos de las personas que se ofrecen como voluntarios para contribuir con el desarrollo de vacunas y terapias, como las que ya se han evaluado para el COVID-19. Pero esos resguardos no siempre existieron. Recién se hicieron como respuesta a los más escandalosos experimentos contra la humanidad durante la Segunda Guerra Mundial, que se llevaron a cabo sin el consentimiento de las personas involucradas.

Días atrás, la cantante Xuxa volvió a reavivar la polémica al proponer que se hagan experimentos con personas que están en las cárceles en lugar de sacrificar animales en los laboratorios. “En mi opinión, creo que hay mucha gente que ha hecho muchas cosas malas, que están ahí, pagando sus errores para siempre en la cárcel, y que podrían ayudar en estos casos, para experimentos, ¿sabes? Creo que, al menos, servirían para algo. Para salvar vidas, con la medicina, con todo”, dijo Xuxa.

Además, la cantante brasileña justificó su controvertida posición: “Ahora vendrán los defensores de los derechos humanos y dirán que no, que con ellos no se pueden utilizar. Pero si ya está probado que son personas que van a vivir 60 años en prisión, 50 años en prisión, y van a morir allí, yo creo que podrían usar un poco de su vida para ayudar a algunas personas, probando medicinas y vacunas, probando todo para ver si funcionan. Esa es mi opinión. Ya que esos presos van a tener que morir en la cárcel, que por lo menos sirvan para ayudar en algo”.

El Juicio de los médicos en 1945 fue el primero de doce juicios por crimen de guerra y crímenes contra la humanidad, realizados por las autoridades estadounidenses en su zona de ocupación en Núremberg, Alemania, después del fin de la Segunda Guerra Mundial.

 

La postura de la cantante generó críticas. Porque la humanidad ya sufrió experiencias nefastas en el pasado que provocaron daños y muertes en las personas que participaron en contra de su voluntad. Entre los escándalos más señalados durante el siglo pasado estuvieron los programas de “investigación” de Alemania y Japón durante la Segunda Guerra Mundial.

“Una de las mayores atrocidades perpetradas durante los programas de investigación de guerra de Alemania y Japón durante la Segunda Guerra Mundial involucró la infección intencional con patógenos, incluyendo el carbunco (o “anthrax” en inglés), clamidia, cólera, muermo, hantavirus, paludismo o malaria, fiebre paratifoidea, plaga, tétanos, tuberculosis, tifus, y fiebre tifoidea. Esos programas involucraron colectivamente a cientos de víctimas, muchas de ellas murieron”, advirtieron los autores del nuevo libro Human Challenge Studies in Endemic Settings, los expertos en bioética en Australia, Euzebiusz Jamrozik y Michael Selgelid.

En esos programas durante la guerra, hubo prisioneros que se vieron forzados a participar en experimentos. No tuvieron la opción de rechazarlos ni tampoco se buscó contar con su consentimiento. “Se los expuso a la infección sin control de patógenos que se sabía que causaban enfermedades graves”, subrayaron los autores de la nueva publicación de Springer -que es de acceso abierto por pedido de Wellcome Trust-. En algunos casos, hubo torturas y asesinato de los participantes en las experimentaciones. Los conductores de esos experimentos argumentaban que se hacían para mejorar las medidas de protección del personal militar frente a las enfermedades infecciosas.

Inmersión en agua helada durante experimentos de hipotermia en el campo de concentración de Dachau. Lideran el experimento el profesor Holzlohner y el Dr Rascher. Los prisioneros no se ofrecieron ni dieron su consentimiento: fueron obligados a participar (Universal History Archive/UIG/Shutterstock)

 

“Lo que dijo Xuxa remite a una época anterior a los derechos humanos y la bioética. El Código de Nuremberg de 1947 hizo una gran revolución tras la violación de los derechos humanos básicos que se realizó durante la experimentación con grupos vulnerables en Alemania nazi. Surgió el principio de dignidad por el cual ninguna persona puede ser usada como un medio”, subrayó a Infobae el abogado y especialista en bioética Ignacio Maglio, de la Fundación Huésped y miembro del Consejo Directivo de la RedBioética de la UNESCO.

“Los nazis se basaban en un imperativo por el cual el interés de la sociedad estaba por encima de lo individual para justificar los experimentos con presos, gays, gitanos, personas con trastornos mentales, judíos. Sin embargo -señaló Maglio-, la revolución de los derechos humanos y la ética de la investigación postularon el principio de la supremacía del ser humano. Este principio da cuenta de que ni el interés de la ciencia ni de la sociedad puede estar por encima de la dignidad humana. No se puede usar a una persona para ningún fin ni siquiera para ensayos clínicos sin su consentimiento”.

En los años cuarenta, se hizo un experimento en la prisión de Stateville, en Illinois, Estados Unidos. Infectaban a los presos con picaduras de mosquitos y estudiaban el paludismo o malaria

 

Otro gran escándalo durante la Segunda Guerra Mundial ocurrió en los Estados Unidos. Allí se realizaron investigaciones sobre el paludismo o malaria en las prisiones, como ocurrió en la Penitenciaría de Stateville, en el Estado de Illinois, entre 1944 y 1946: se infectó a los presos con malaria con el fin de probar la seguridad y la eficacia de nuevos fármacos antipalúdicos. Los sometían a picaduras de mosquitos que estaban ya infectados con los parásitos que causan el paludismo.

El caso de Stateville fue investigado en 2013 de manera retrospectiva por Franklin Miller, de los Institutos Nacionales de Salud de los Estados Unidos, quien señaló que hubo abusos en la protección del derecho de autonomía de las personas en prisión para aceptar o rechazar la participación en ese tipo de experimentos. A mediados de los años setenta, en los Estados Unidos se prohibió la investigación en prisiones para evitar abusos. Pero con la pandemia ya hay algunos académicos que han reflotado la posibilidad de incluir a los prisioneros en los ensayos clínicos relacionados con la enfermedad COVID-19.

Una habitación en el centro de Hadamar, Alemania, donde se hicieron experimentos con humanos durante el nazismo (Thomas Frey/imageBROKER/Shutterstock)

 

Keramet Reiter, investigadora en ecología social de la Universidad de California en Berkeley, Estados Unidos, el 23 de marzo pasado publicó un ensayo en el que defiende la idea de diseñar proyectos de investigación ética con personas encarceladas. Sugirió en un reporte del Centro Hastings: “La única respuesta verdaderamente ética podría ser sacar por completo a los posibles sujetos de investigación de la prisión; de hecho, el desencarcelamiento es la principal intervención que han sugerido los defensores de la salud pública y los abogados (…) para mitigar la propagación de Covid-19 en los centros penitenciarios superpoblados”.

Los cambios a partir de los escándalos

Los escándalos con los abusos de prisioneros en experimentos médicos llevaron a cambios profundos en las regulaciones internacionales y nacionales. “Desde finales de la Segunda Guerra Mundial, no es aceptable, ética y legalmente una propuesta de usar a las personas presas en investigaciones”, dijo a Infobae Ana Palmero, coordinadora del área de ética de la investigación de la Dirección de Investigación del Ministerio de Salud de la Argentina.

Las vacunas y los tratamientos para diferentes enfermedades, incluyendo el COVID-19, hoy se desarrollan siguiendo pautas y normas internacionales que se establecieron después de que se descubrieron abusos en experimentaciones con humanos EFE/EPA/MOHAMED MESSARA/

 

“La conducción de la investigación clínica debe realizarse de acuerdo con principios éticos plasmados en documentos internacionales, como la Declaración de Helsinki y las Pautas CIOMS, con el fin de garantizar la seguridad, los derechos y el bienestar de las personas”, agregó. En la Argentina, la protección de los participantes en investigaciones clínicas está prevista en el Código Civil y Comercial, la Guía para investigaciones en Seres Humanos del Ministerio de Salud de la Nación (Resolución 1480/2011) y está regulada por la Disposición 6677/2010 de la ANMAT, que es el organismo encargado de autorizar e inspeccionar a los ensayos clínicos que se realicen en el país.

Uno de los principales requisitos es que la participación en una investigación sea voluntaria y libre. Es decir, que la persona no sufra coerción o presión de ningún tipo para participar, y se decida luego de un proceso de consentimiento informado. “Por medio del proceso de consentimiento, los investigadores brindan a los potenciales participantes la información necesaria sobre la investigación, su objetivo, sus posibles riesgos y beneficios, entre otras cosas, para que las personas puedan tomar una decisión libre y voluntaria sobre su participación”, señaló la doctora Palmero. Además, la información que se brinda a las personas en el consentimiento informado es evaluada por un comité de ética en investigación para asegurar que se brinde la información que se exige legalmente.

En la actualidad, hay pautas internacionales y normas que establecen las pautas para proteger a las personas que participan en ensayos clínicos. En la Argentina, la ANMAT es la autoridad que puede autorizar o rechazar la realización de ensayos clínicos. A su vez, hay comités de ética de investigación que tienen la responsabilidad de monitorear el cumplimiento de las pautas éticas en las instituciones que hacen los ensayos REUTERS/Ivan Alvarado

 

“No es ética ni legalmente aceptable una afirmación como la de la cantante Xuxa. Precisamente, los orígenes de la ética de la investigación se deben a las violaciones sistemáticas a los derechos de las personas en investigaciones durante la Segunda Guerra mundial, que dieron lugar al primer documento de pautas éticas, conocido como el Código de Nuremberg, que resalta en primer lugar la importancia del consentimiento voluntario de la persona y la libertad para retirarse cuando quiera”, comentó Palmero.

Además, la especialista expresó que “la investigación clínica requiere para su desarrollo de distintas etapas que incluyen la etapa preclínica. En ese sentido, para ser éticamente aceptable y pueda ser realizada con seres humanos es necesario que haya evidencia previa en investigaciones con animales. Hoy se cuenta con pautas de buenas prácticas para garantizar la protección de los animales”.